El riesgo criminal de la inflación

Por Juanan Geraldes

En català

 

 

 

“Decir que en este caso el obrero no debe luchar por una subida proporcional de su salario, equivale a pedirle que se resigne a que se le pague su salario en nombres y no en cosas. Toda la historia del pasado demuestra que, siempre que se produce tal depreciación del dinero, los capitalistas se apresuran a aprovechar esta coyuntura para defraudar a los obreros.”

Karl Marx, Salario, precio y ganancia, 1865

 

 

La inflación nos rebaja los salarios, nos recorta nuestro poder adquisitivo y nos empobrece ¿Pero cómo se produce? ¿Cuál es su naturaleza? Estos problemas están generando un debate que, a continuación, se intenta ordenar y resumir en algunos puntos que creo más importantes para entender su funcionamiento.

La inflación no la provocamos lxs trabajadorxs

Para empezar, podríamos decir que las inflaciones ponen en aprietos a los keynesianos. Ya pasó en la crisis del petróleo de los 70 y vuelve a pasar con esta crisis de alza de precios, en la que, si bien la guerra en Ucrania es un factor fundamental, se unen otros que ya se venían gestando. En especial, ponen en aprietos a aquellos keynesianos ortodoxos que creen que el pleno empleo genera inflación. Lo que se suele plasmar en la llamada curva de Phillips.

 

 

Esta teoría se basa en que, a medida que el número de parados -el ejército de reserva- se reduce, su capacidad negociadora aumentaría y los costes salariales también lo harían. Pero la realidad que nos encontramos es distinta, puesto que la década pasada fue de estancamiento de los salarios reales promedio en la mayoría de las principales economías.

 

 

Según un informe citado por Michael Roberts en un artículo reciente. La capacidad de negociación no ha aumentado en el período de recuperación de la Gran Recesión, por lo que vemos en el gráfico anterior, la masa salarial tampoco, lo que ha disminuido es la tasa de afiliación sindical. La menor afiliación sindical, junto con una legislación reacia a la negociación colectiva, han dado como resultado una brecha cada vez más amplia entre salarios y beneficios. Dicho en otras palabras: Desde que hemos superado la crisis del COVID, y gracias a la legislación pro empresa de las últimas décadas, los trabajadores participamos menos en los ingresos, y los salarios reales han caído incluso de manera paralela al desempleo.

Es decir, el incremento de los precios nada tiene que ver con el descenso del desempleo y mucho menos con una hipotética subida de los costes salariales.

Según explica Juan Torres en su canal de Youtube “La Economía desde otro punto de vista”: Las causas reales de la inflación la podemos encontrar en la escasez de la oferta de bienes arrastrada de la pandemia, en la escasez de suministros derivada de la guerra de Ucrania, y en que las grandes empresas están subiendo injustificadamente los precios.

Del mismo modo, Michael Roberts afirma que “La inflación actual no es producto de una ‘demanda excesiva’ (keynesiana) o de ‘inyecciones monetarias excesivas’ (monetarista)». Es el resultado de un ‘shock de oferta’: escasez de producción y ruptura de la cadena de suministro, inducida por la pandemia de COVID y luego por el conflicto entre Rusia y Ucrania”.

 

La solución no pasa por la subida de los tipos de interés ni por la “moderación salarial”

La refutación anterior es importante de cara a la probable petición de moderación salarial por parte de la patronal. De hecho, en España ya se ha negado a ligar de ninguna manera incrementos del IPC a alzas salariales. Esto en un contexto en el que muchas empresas se están favoreciendo de una subida artificial de los precios, aumentando así los beneficios. En definitiva, la inflación no la provocan los salarios, pero sí los márgenes de beneficio abusivos.

Por otro lado, algunas voces apuntan ya al peligro de usar la política monetaria de los bancos centrales con subidas del tipo de interés. Esta política intenta frenar el sobrecalentamiento de una economía para evitar que caiga en una espiral inflacionista. Pero no es la demanda el problema. En el mercado hipotecario ya están habiendo subidas de los tipos de interés variable por encima del incremento de la demanda. Como dice Juan Pedro Velázquez-Gaztelu en un artículo publicado en Alternativas Económicas, el euríbor a 12 meses, que sirve como referencia para calcular el interés de los préstamos hipotecarios de interés variable, continúa la escalada iniciada a principios de año. Es decir, debido a la subida de precios que se ha experimentado en la compra de viviendas desde la pandemia, podemos prever un alza también a través de las hipotecas. Por lo tanto, ya tendremos un encarecimiento de la energía, los alimentos y la vivienda.

En este mismo sentido, tanto desde la Fed como desde el Banco Central Europeo ya se ha decidido la subida de los tipos de interés. Esta decisión podría ocasionar más problemas por el lado de la demanda y, por lo tanto, una nueva crisis. Ello reduciría la capacidad de financiación necesaria para hacer frente a los retos que se nos vienen encima: inversión por el lado de la oferta y en nuevas fuentes energéticas.

De acuerdo con lo que nos dice Juan Torres, una respuesta acorde con los intereses de la mayoría pasarían, como ya se ha dicho, por inversiones urgentes para ampliar la oferta; intervenir sobre los mercados energéticos (más aún) y de materias primas, donde la concentración de capitales está aumentando sus márgenes haciendo que suban los precios innecesariamente; y acabar con la burbuja especulativa que está provocando una subida de los precios en ciertos sectores que luego se trasladan a otros sectores de la economía”.

Es, para mí, de especial interés un artículo de Michael Roberts titulado «El debate sobre la inflación». Aquí nos hace una reflexión en clave marxiana del origen de la problemática. Creo que el siguiente extracto expone de manera magistral una explicación plausible del fenómeno.

  “El empleo del trabajo humano crea nuevo valor y la utilización de la tecnología reduce el tiempo de trabajo en la producción de bienes y servicios. […] Por lo tanto, los precios tenderán a bajar con el tiempo, en igualdad de condiciones.”

Llegados aquí, es muy importante la frase «en igualdad de condiciones». Y lo es porque a falta de esta puntualización, el razonamiento perdería toda lógica. Y es que, es bajo esa premisa donde se produciría tanto la tendencia a una caída de la rentabilidad general, como una deflación de los precios.

¿Por qué no se produce esa deflación? Pues porque no se dan esta igualdad de condiciones. El elemento que rompe esa posibilidad es el dinero. Es lo que en las economías actuales revierte esa tendencia. A continuación Michael Roberts nos explica los motivos. Y para ello se basa en el estudio que está realizando junto con Guglielmo Carchedi sobre la inflación.

“En nuestra investigación inicial, demostramos que cuando el crecimiento del dinero era moderado, pero la creación de valor era fuerte, las tasas de inflación eran altas y crecientes (1963-81); pero cuando la creación de valor se debilitaba, la creación de dinero evitaba la deflación pero no era suficiente para evitar que la inflación de los precios disminuyera (1981-2019).  Esto indica que si las principales economías se desaceleran bruscamente o incluso entran en una depresión a finales de este año, la inflación también acabará cediendo, para ser sustituida por un aumento del desempleo y una caída de los salarios reales”.

 

El entramado legal y la gobernanza neoliberal suponen un obstáculo para solucionar esta nueva crisis.

Actualmente, el índice mundial de precios de los alimentos se encuentra en su nivel más alto jamás registrado. Esto ya está provocando hambrunas en la periferia global, especialmente en África. Esta semana corría la noticia de que las reservas mundiales de trigo eran de 10 semanas. Y este gravísimo problema no parece que pueda ser solucionado con los actuales mecanismos internacionales. La pérdida de Y es que los problemas no dan tregua. Porque al mismo tiempo, los desajustes en las cadenas logísticas globales derivadas, entre otros motivos, por los cierres masivos y la política de covid 0 en China nos dejaron imágenes de “atascos” impresionantes en los puertos chinos.

 

Los problemas en las cadenas de suministros no son nuevos. Pero ahora parecen enquistarse, lo que para el gobierno y la prensa cercana, como El País, nos va a llevar en volandas, con ayuda de los fondos europeos, a la tan ansiada reindustrialización.

En términos globales no parece que haya soluciones sencillas, pero el conjunto de las propuestas desde el campo popular parecen obedecer a dos criterios: un aumento del papel de lo público y una mayor regulación del mercado. Aunque aquí me gustaría hacer un apunte y es que el mercado siempre necesita regulación, nunca es libre y depende del Estado. La alternativa que nos dan nos lleva, no sólo dolor y sufrimiento de los trabajadores de todo el mundo. También puede provocar, con la actual alza de precios, hambrunas y muertes. Las subidas del precio de bienes de primera necesidad como el pan ya marcaron en el pasado los grandes cambios sociales: pan, paz y tierra. ¿Lo recordáis?

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