Fuente: Televisión de Galicia.
Por Roi Pérez
Aquí cada valle es una patria
René Zavaleta[i]
Hace ya más de medio año que Feijóo revalidó su mayoría absoluta, la octava del Partido Popular, y una vez sucedida la habitual cascada de análisis repletos de inferencias causales que justifican todo tipo de premisas teóricas, fobias o filias -ya se sabe, el análisis a posteriori es la única ciencia exacta-, este parece un buen momento para pensar cómo hemos llegado hasta aquí y qué posibilidades de transformación nos ha dejado el escenario post12J.
El PP gana y dirige.
Durante la última campaña se repitieron muchos de los clásicos a los que los gallegos ya estamos más que acostumbrados, uno de los más habituales son los comentarios que, en referencia a los materiales electorales del PPdeG, señalan aquello de “esconden el logo del PP” o “solo enseñan a Feijóo”. Disculpad el símil futbolístico, pero esto es el equivalente a que Zidane se queje porque el Barcelona coloca a Messi en la posición que le permite marcar más goles.
La concepción de la política que subyace a este tipo de razonamientos es que los gallegos están siendo engañados o, por lo menos, votan sin ser plenamente conscientes de su condición social y nacional. Una visión según la cual los gallegos no son lo suficientemente inteligentes como para darse cuenta de la realidad objetiva. Así, lo fundamental en política ya no sería una producción de sentido que permita generar una visión compartida del mundo y fomentar la movilización, sino una reafirmación de los principios ideológicos y morales de cada proyecto, que, por supuesto, deben mantenerse impasibles ante las diversas coyunturas.
Esta perspectiva está fuertemente arraigada en la cultura política de la izquierda gallega, un buen ejemplo sería la entrevista publicada tras las elecciones por la revista catalana Catarsi [ii] a Rubén Cela, miembro de la ejecutiva nacional del BNG y presidente de la fundación Galiza Sempre. Mientras que hace un análisis elaborado y complejo de la realidad gallega en sus vertientes social y cultural como periferia de la periferia, ante las preguntas de por qué el PPdeG sigue ganando las elecciones o por qué el BNG perdió votos tras el bipartito, apela a una misma variable explicativa: la influencia de los medios de comunicación en los gallegos. No parece muy convincente.
Frente a esta visión debemos tratar de analizar y entender en términos políticos la construcción que permite al Partido Popular ser hegemónico. Porque está es la cuestión fundamental, el PPdeG fue el partido más votado en todas las elecciones al Parlamento de Galicia desde 1981 porque es el actor que dirige intelectual y moralmente el país. Fueron capaces de completar el acto político por excelencia: vincular sus intereses particulares con los intereses nacionales.
Fuente: Junta Electoral Central. Elaboración propia.
Decía aquel sardo enano y chepudo que fue secretario general del mítico Partido Comunista Italiano que al enemigo hay que atacarlo ideológicamente donde es más fuerte y políticamente donde es más débil. Esta tarea será imposible si no entendemos que el descarado control del sistema mediático gallego y las relaciones clientelares que operan a lo largo de la geografía gallega mediante las administraciones locales no lo explican todo. En nuestro sistema político el PPdeG ocupa el centro, reparte juego y coloca a los actores en función de sus intereses más inmediatos. No se trata, como muchos opinólogos venden desde Madrid, de que el PPdeG sea más moderado ideológicamente y eso les permita acceder con más facilidad a la bolsa de votantes de centro; qué fácil sería la política, ¿no? Lo del PP es más complejo, una construcción cultural sedimentada desde los años 90 que acepta y trabaja estratégicamente sobre la base de que la identidad mayoritaria de los gallegos es dual y, por lo tanto, cualquier intento de construcción de sentidos comunes tiene que pasar por la asunción y asimilación de parte del capital simbólico del galleguismo, sea este de izquierdas o de derechas. Esta labor, netamente política, la llevaron a cabo fundamentalmente a través de la cultura gallega: uso del gallego como lengua oficial del partido identificándola como la lengua del pueblo y constituyente del país, las romerías en el Monto do Gozo como liturgia política, la reivindicación de una gastronomía regional propia, una utilización de la religión muy ligada a la figura del Apóstol Santiago maximizando el potencial turístico de la Catedral y el Camino, la aceptación de la mitología celta como fundamento histórico nacional de una etnia diferenciada, defensa de elementos populares como la gaita que el propio Fraga defendía como parte del folclore gallego y de lo “mejor de nuestros corazones, es un gesto de respeto, es un respeto a los humildes, a los simples, a las gentes de las aldeas, de los que tenemos mucho que aprender”[iii]… Una estrategia opuesta a la de sus partidos hermanos en Cataluña y Euskadi, donde tradicionalmente se sacrifican en pos de una identidad española construida en oposición a estas identidades periféricas, la famosa antiespaña.
Fuente: encuestas postelectorales del CIS. Elaboración propia.
Como ya reconocen todos los científicos sociales, las naciones no son unidades fijas basadas en elementos objetivos -etnia, demografía…- expresados políticamente a través del nacionalismo y sus derivados, sino que son los actores los que con su praxis las construyen. Estos producen identidades compartidas por los ciudadanos y naturalizan intereses nacionales específicos, son el resultado de un proceso político de construcción nacional nunca acabado o cerrado y siempre contingente.
Pues bien, la identidad galleguista está muy influenciada por el PPdeG, como no podía ser de otra forma, siendo el principal encargado del desarrollo y consolidación del proceso autonómico. Esta institucionalización del autogobierno gallego se vio reforzada por la dinámica de competición promovida por Fraga con Madrid y el gobierno socialista, así como por la creación de una acción exterior propia. Fraga no solo se fue a “predicar en el desierto”[iv] como decía la parodia en referencia al viaje a Libia, sino que estuvo presente en América Latina (Venezuela, Cuba, Brasil Argentina, Guatemala, México, Chile y Bolivia) además de Polonia o Australia. Guste más o menos, lo gallego tiene mucho de los populares.
Esta rearticulación regional-conservadora del galleguismo contaba con la ventaja de un sentimiento de identidad difuso, no canalizado como el vasco y catalán, y una trayectoria histórica de la ideología galleguista[v] que permite una fácil asimilación por las fuerzas conservadoras, o por lo menos más tolerable. El galleguismo siempre contó, ya fuese en su vertiente más intelectual o en la organización política, con potentes sectores liberales y conservadores, y no incorporó un análisis de clase hasta los años 60 con la aparición del grupo Brais Pinto y la posterior formación de la Unión do Povo Galego -UPG- de inspiración anticolonial.
Las identidades se forman escogiendo determinados elementos y no otros, si todo tuviese cabida y no hubiese un exterior no habría comunidad. La rearticulación de la simbología galleguista en clave regional -integrada en el fracasado sistema de las autonomías- y conservadora -neoliberal- es lo que Feijóo llama “galleguismo de concordia”[vi]. La reivindicación de un galleguismo alejado de planteamientos con cualquier rastro de antagonismo o voluntad de transformación. Fraga fue el ingeniero que dio sentido a este proyecto, pero las palabras de Fernández Albor el día de la moción de censura que acabaría con su mandato nos recuerdan que fue una pulsión que estuvo presente desde los comienzos de los populares: “lo único que puedo hacer es salir de aquí con toda la dignidad de viejo galleguista y viejo demócrata”[vii].
Lo que no existía en Galicia en tiempos pre-Fraga era la pulsión populista, resulta curioso cuanto menos que el fundador de Alianza Popular siempre se autodenominase como galleguista y populista. Lejos de teorías academicistas que postulan el populismo como una mezcla entre complejas operaciones discursivas y consideraciones psicoanalíticas, y contrariamente a los nuevos conservadores que asocian el término con la demagogia y el engaño, el que fuera ministro del Caudillo lo entendía como la capacidad de aprehender el sentido común del pueblo para, desde ahí, operar políticamente: “en los tiempos en los que vivimos o se está con el pueblo o se está contra el pueblo, o se está fuera del pueblo (…) yo procuro estar ahí y, naturalmente, no creo parecer débil, bien al contrario, mire usted para esos bancos y verá que el pueblo quiere estar representado, y lo otro son respetabilísimas minorías”. Paradójicamente esta circunstancia era aprovechada por la oposición de izquierdas para atacarlo, fue el caso de Camilo Nogueira, quien entendía que “como el marqués de Bradomín que era feo, católico y sentimental, el señor Fraga es conservador, regionalista y populista” y especialmente por Xosé Manuel Beiras, quien en una ocasión lo acusó de “populista, o sea, que utiliza y manipula al pueblo, que es lo que hicieron los populistas(…) como Perón, y así acabó Argentina, o como Getulio Vargas, y así acabó Brasil”. Estos comentarios nunca incomodaron a un Fraga que siempre mantuvo una visión positiva del populismo por su vinculación con las clases populares: “yo fui y soy populista porque vengo del pueblo y al pueblo vuelvo”[viii].
En lo que Fraga sí coincidía con los nuevos populistas es en la predilección por el teórico de la política Carl Schmitt. En consonancia con el ensamblaje teórico que proporciona la obra del alemán, el PP gallego siempre entendió el hiperliderazgo de Fraga como una expresión de la voluntad del pueblo gallego y toda crítica o fuerza de oposición una traición, no al PP, sino a Galicia. Pero su influencia en la política gallega no solo se explica por el de Vilalba. Schmitt mantuvo una fuerte vinculación con la Facultad de Derecho de Santiago de Compostela, tradicionalmente centro de formación de la clase política gallega y especialmente del PP -allí estudiaron Fraga, Rajoy, Romay Beccaría y Feijóo entre muchos otros- y donde ocupaban una cátedra Alfonso Otero, quien pasó a ser el marido de una de las hijas de Schmitt, y Álvaro D´Ors, profesor de Derecho Romano que fue su discípulo y amigo con el que mantuvo una larga correspondencia. Por los motivos familiares Carl Schmitt llegó a vivir largas temporadas en Compostela, donde confraternizó con juristas y políticos gallegos. No es difícil imaginar que fruto de su relación con Schmitt el propio Fraga dijese en 2008 aquello de que “a los nacionalistas habría que colgarlos”[ix]. Ya se sabe, en la lógica amigo-enemigo uno puede pasar rápidamente del agonismo al antagonismo.
El que escribe estas líneas está convencido de que Feijóo no ha leído a Schmitt, por lo menos en profundidad, tampoco lo necesita, aún así en 2017 en el acto de presentación del curso universitario, ya fuese por iniciativa propia o por recomendación de algún asesor con aspiraciones teóricas, decidió mostrar su disconformidad con la tradición schmittiana del PP gallego y arrancó su discurso aseverando que “la democracia gallega es heredera de los principios enunciados por ese universitario que fue Hans Kelsen. Su defensa de los procedimientos para la evolución legal y constitucional de un estado frente a un Carl Schmitt que abogaba por la democracia directa, sin ataduras procedimentales. Esta discusión vuelve a ser actual. Sabemos que el primero inspiraría las democracias de nuestro tiempo, mientras que el segundo sería utilizado con fruición por las dictaduras (…) conviene no olvidarlo cuando se transgreden las normas con la excusa de que representan obstáculos para la plena realización de la supuesta voluntad del pueblo”[x].
Siguiendo esta línea, no debemos confundirnos ni mezclar mitos con análisis poco rigurosos, ni Feijóo es Fraga ni el actual PPdeG es igual al anterior, aunque el galleguismo siga siendo el núcleo de su producción político-simbólica. El PPdeG de Feijóo cimenta su hegemonía en una relación orgánica Xunta-Partido en la que ambos se combinan de tal forma que es difícil distinguirlos. Una hegemonía más naturalizada a través de los aparatos administrativos y la gestión técnica que del combate ideológico.
La base organizativa del PPdeG, aunque lejos del nivel de los años 90, les permite ser el actor con más arraigo en el territorio y movilizar a votantes y simpatizantes en cada campaña electoral. Tienen más militantes que el resto de partidos juntos, más concejales que el BNG y PSdeG juntos y, sobre todo, la conciencia de que ocupar el espacio del centro implica parecerse al pueblo[xi]. Con todo, el PPdeG en los últimos tiempos está teniendo problemas para ganar alcaldías en los núcleos urbanos. Siempre necesitando una mayoría absoluta que les permita evitar los pactos a su izquierda, a día de hoy solo gobiernan uno -Arteixo- de los quince municipios más poblados del país. La figura de Feijóo permite revertir esta tendencia, el caso más evidente quizás sea Vigo donde pasaron de un 13% a nivel municipal a un 32% en el autonómico.
Pero el PPdeG no solo vive de su línea estratégica galleguista, si algo mantuvo a lo largo del tiempo fue la importancia del liderazgo en la captación de voto e influencia en el sistema político gallego. Siempre condicionando la lucha política en Galicia a su favor, cuando su candidato no fue tan influyente los resultados no fueron los esperados.
El actual presidente de la Xunta fue el alumno aventajado de Fraga, desprovisto del folclore populista, pero igual de hegemónico. A Fraga le gustaba el pueblo gallego, a Feijóo los ciudadanos gallegos. El de Os Peares es un burócrata sin rivales a su altura al que le gusta bañar en galleguismo un perfil construido en torno a la idea de gestor fiable y seguro, pero que no tiene inconvenientes en ponerse el traje de neoliberal o militante de Galicia Bilingüe cuando así lo necesita. Para que nos entendamos, Feijóo es un político que sin mayores dificultades puede por la mañana hacer una entrevista con Federico Jiménez Losantos y por la tarde ir al Gaiás a presentar una exposición sobre la Xeración Nós.
Fuente: encuestas postelectorales del CIS. Elaboración propia.
Menos interesante que Fraga desde cualquier ángulo: cultural, académico, político… Feijóo lo compensa con un manejo casi perfecto de la comunicación política. Antón Losada, profesor de Ciencia Política, acostumbra a decir en sus clases que el medio de comunicación más grande en Galicia es la propia Xunta, por lo menos en cuanto al número de periodistas contratados. El PPdeG comunica bien porque tiene la capacidad de hacerlo a través de los recursos gubernamentales, con contrataciones y subvenciones, pero también porque le otorga un valor especial en su forma de hacer política.
¿Volver a empezar?
Las últimas elecciones produjeron una reconfiguración electoral del sistema político gallego que parece retrotraernos veinte años, a cuando solo había tres partidos importantes y pocos sobresaltos.
Si el caso del PPdeG se presta a interpretaciones de todo tipo, esto se multiplica en el del Bloque Nacionalista Galego. En menos de cuatro años, gracias a la volatilidad electoral en la región, pasó de correr el riesgo de convertirse en una fuerza extraparlamentaria a lograr una cifra récord de escaños. Esta transición guarda relación con las transformaciones que se han ido produciendo en el seno de la organización. Para entenderlas precisamos trazar una breve genealogía de los nacionalistas.
En el año 2012 se llevó a cabo la famosísima Asamblea de Amio, una cita fundamental por lo que se debatía a nivel estratégico y organizativo en el BNG, pero también por el momento histórico que se estaba viviendo. Después del fracaso que supuso perder la Xunta de Galicia tras menos de cuatro años de gobierno bipartito, la organización quedó sumida en un interregno en el que ni se analizaban de forma crítica las experiencias de gobierno ni se producían cambios estratégicos enfocados a una guerra de posiciones en las nuevas circunstancias sociales y económicas derivadas de la crisis del sistema-mundo que comenzó en el año 2008. Si los cambios a nivel gallego no movían al Bloque, por supuesto, tampoco lo conseguía la histórica movilización que se produjo en el Estado español a raíz de las manifestaciones del 15 de mayo de 2011 en Madrid que rápidamente se extendieron por el resto de territorios y anunciaban la incipiente posibilidad de nuevos discursos con capacidad de aglutinar a sectores sociales que tradicionalmente no se sentían identificados con los proyectos de izquierdas.
En ese escenario una parte de la militancia del Bloque entendía que se estaba a las puertas de una estructura de oportunidad política que precisaba a nivel interno de una apertura de la organización en forma de mayor flexibilidad orgánica y a nivel externo de un nuevo proyecto común como llave para la recuperación de la legitimidad social. Esta era la postura de Encontro Irmandiño liderado por Xosé Manuel Beiras, a la que se sumaría el grupo de los quintanistas liderados por Carlos Aymerich bajo el nombre de Máis Galiza. Frente a ellos, con una postura más conservadora -conservación de los existente-, estaba la organización que históricamente controla el partido, la UPG, que se presentaba a la asamblea bajo el nombre de Alternativa pola Unidade. Con apelaciones a una unidad en abstracto, defendían una reivindicación de la propia organización y de los principios de la izquierda nacionalista[xii], casi como si el mero intento de una apertura supusiese un ataque al partido. En algunos lugares el Partido, como diría Federico Sánchez, lo resume todo.
Finalmente, en segunda vuelta y tras el apoyo de la corriente Movemento Galego ao Socialismo, la UPG salió ganadora del proceso y pudo poner en práctica sus tesis. Se consolidó así un discurso autorreferencial y excluyente en el que el eje central sería el derecho a la autodeterminación y según el cual era imposible cualquier acercamiento a fuerzas políticas que no fuesen exclusivamente gallegas -siguiendo la lógica de los dos mundos galleguismo/españolismo-. Tras la asamblea comenzaron las escisiones, por un lado, los grupos en torno a Beiras fundaron Anova Irmandade Nacionalista y, por otro, los quintanistas, pero sin el apoyo de Aymerich y los suyos, fundaron Compromiso por Galicia. Se produjo además un goteo constante de militantes que abandonaban debido al anquilosamiento del partido ante los cambios que se fueron produciendo en el sistema político gallego y español en los siguientes años.
Las elecciones al Parlamento gallego del año 2012 supusieron para el BNG sus peores resultados desde los años 80. Fueron superados por la candidatura Alternativa Galega de Esquerdas -AGE- liderada por Beiras y fruto de un pacto entre Anova y Esquerda Unida un mes antes de los comicios. Los resultados electorales parecían confirmar de forma empírica las tesis beiristas, las mismas que no habían podido ganar la batalla interna unos meses antes. La candidatura fue el resultado de una reflexión que entendía que en aquel momento debía primar la unidad popular-ciudadana como método para la articulación del sujeto y los procesos constituyentes como un horizonte que permitiese procurar nuevos caminos para la transformación social. El acuerdo para formar una plataforma electoral abierta a nuevas formulaciones estratégicas -Yolanda Díaz presentaba el acuerdo afirmando que el objetivo era transformar la “rabia de los gallegos por 300.000 parados y 30.000 jóvenes que salen de Galicia cada año, en votos contra esos sinvergüenzas que nos están gobernando”[xiii]– parecía la decisión más lógica para los irmandiños. Contaban con un partido de cuadros sin ningún tipo de capacidad organizativa, pero con una visión distinta del nuevo papel que debía jugar el nacionalismo gallego y un candidato reconocido por el cuerpo electoral gallego y con posibilidades de aportar nuevos apoyos. Con el tiempo, como si fuese un mal endémico en las fuerzas progresistas, AGE pasaría por los mismos problemas internos que había sufrido el Bloque.
En el año 2016, a las puertas de una nueva contienda electoral, se llevó a cabo la XV Asamblea Nacional del BNG, en la misma se aprobarían unas tesis políticas que continuaban con la línea surgida en Amio. Como recogió una pieza satírica mítica que ya forma parte de la memoria colectiva de la izquierda gallega, el BNG escogería entre el pleistoceno y el paleolítico[xiv]. Sin embargo, en aquella asamblea, y de forma contraria a cualquier predicción lógica, se produjo el cambio más importante para entender los resultados del BNG en las últimas elecciones: una militante de la UPG y diputada desde 2004 llamada Ana Pontón pasaría a ser la Portavoz Nacional y, posteriormente, candidata a la Xunta.
Con ella comenzó un cambio de rumbo en lo discursivo que permitió al BNG salvar las elecciones de 2016 in extremis. Esta transformación en los marcos interpretativos no es la primera vez que se produce en los nacionalistas, como ya se estudió[xv] en los años 90 el ascenso de la formación estuvo vinculado al desarrollo de un proyecto común centrado en las políticas sociales y el abandono del marco del colonialismo interno. Pontón recupera en parte esta idea de bienestar y progreso, adoptando así las peticiones de los que habían sido críticos del partido. Ya en la primera campaña con la nueva candidata quedan muy claros cuales son los nuevos elementos del nacionalismo: reclamo de mayor autogobierno, no por derecho histórico sino para fortalecer los servicios públicos y mejorar las condiciones de vida de los gallegos. El espacio que habían ocupado la soberanía y el derecho a la autodeterminación pasaron a ocuparlo la lucha contra las privatizaciones, el feminismo o la necesidad de una hacienda propia para distribuir más y mejor, en oposición a los recortes estatales. Se intentó separar el significante nacionalismo de los significados tradicionales asociados al mismo y vincularlo con un proyecto de defensa de los intereses de los gallegos.
Un elemento curioso de este proceso que consistió en a) un nacionalismo social cada vez más alejado de reivindicaciones culturales o históricas, b) contar con una mujer de candidata y c) obtener unos resultados históricos, es que no fue único del BNG, sino que, como si existiese una especie de Internacional Soberanista, también se produjo en un período de tiempo muy similar en los casos de Bildu en Euskal Herria, Sinn Fein en Irlanda o Scottish National Party en Escocia.
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Desde esta óptica debemos interpretar el tuit publicado por Juan Carlos Monedero la misma noche de las últimas elecciones:
El tuit, evidentemente, es una tontería, pues no es la primera vez que el BNG prima lo social sobre lo nacional, pero si da cuenta de que en las últimas elecciones fueron capaces de ocupar un espacio que les era ajeno en los últimos años. Ese espacio hace cuatro años ya estaba representado por En Marea, no así en 2020 al producirse un nuevo alineamiento electoral provocado por la descomposición de Podemos y sus fuerzas aliadas, quienes no fueron capaces de mantener más de un 22% de su electorado.
Fuente: encuestas postelectorales del CIS. Elaboración propia.
El autodenominado espacio del cambio desapareció del mapa gallego tras un período marcado por los enfrentamientos organizativos constantes y una campaña electoral absolutamente nefasta, desde cómo se llevó a cabo -por sectores, evidenciando las debilidades orgánicas- hasta la imposición de un candidato desconocido. El resultado fue igual de nefasto, todavía más gracias a la antidemocrática barrera electoral aprobada en tiempos de Fraga que deja sin representación a todo aquel que no logre un 5% en la circunscripción. El BNG supo aprovecharlo con el discurso, pero, además, de forma paradójica, la inflexibilidad y falta de pluralismo interno se convirtieron en una garantía de seriedad y compromiso, en contraposición con el desastre organizativo de los comunes -obviaré el nombre completo de la candidatura para que este artículo no sea excesivamente largo-. Los gallegos buscaban certezas y seguridad en un contexto de crisis -el estado de alarma provocado por la Covid19 se prolongó hasta el 20 de junio y las elecciones fueron el 12 de julio- en el que los principales sentimientos del electorado eran la incerteza y el miedo ante el futuro.
La de Monedero fue la reflexión más sonada, pero no fue la única en la izquierda. Entre las voces que intentaron explicar el éxito del BNG hicieron fortuna dos tesis: 1) que una parte del electorado se movió hacia posiciones anticentralistas y 2) que se produjo una traslación de fuerza desde el campo organizativo hacia el electoral.
Con respecto a la primera, no existe ningún dato recogido en los postelectorales que apunte en esa dirección y ya se ha expuesto la combinación que permitió al Bloque ocupar un nuevo espacio -desaparición del proyecto de En Marea y vuelta al discurso social encarnado por un liderazgo fuerte-, pero este tipo de razonamientos nos permiten reflexionar acerca de la relación entre la cuestión nacional y la contienda electoral.
Resulta evidente que el BNG tiene una tendencia congénita a entender Galicia en términos de colonia interna y la cultura gallega como antagónica a la española, esto genera un distanciamiento con el pueblo gallego y su propio electorado, que mayoritariamente piensa Galicia y la política en términos duales. Por lo tanto, la cuestión nacional se presenta de forma contradictoria para el Bloque, pues parece evidente que su capacidad para aglutinar fuerza electoral se ve reducida cuando se vuelven autorreferenciales, pero crece cuando abandonan la lógica galleguismo/españolismo y se enfocan en convertirse en vanguardia de la defensa de los intereses de Galicia formulando el nacionalismo desde la justicia social.
Fuente: encuestas postelectorales del CIS. Elaboración propia.
Ana Pontón es plenamente consciente de esta situación, por lo menos en campaña, por eso, a pesar de ser una militante de la UPG, presenta de manera difusa las cuestiones relativas a la independencia -a diferencia de sus socios Bildu y ERC-. Así en la entrevista que le hicieron en el periódico más leído e influyente de Galicia en plena campaña aseveró que “la independencia no es una propuesta que conste en nuestro programa”[xvi].
Con respecto a la segunda tesis, basta una pregunta para desmontar la teoría de la traslación. ¿Por qué unas veces sí y otras no? En 2015 y 2016 el BNG se quedó sin representación en el Congreso y estuvo a punto de quedarse sin ella en Parlamento con el mismo nivel de acumulación de fuerzas sociales y militantes que cuando obtuvo sus mejores resultados. La militancia, los sindicatos de clase, la organización vecinal… no explican lo fundamental si nos centramos en lo puramente electoral. Por supuesto, son una parte importantísima que permite una mayor movilización y, en el caso del BNG, sobrevivir a los momentos de crisis.
No es demasiado arriesgado afirmar que sin el descubrimiento de Pontón por parte del electorado en el año 2016 el BNG -con la misma fuerza organizativa- habría tenido muchas dificultades para obtener representación en las cuatro provincias. Las últimas encuestas publicadas[xvii] antes del debate electoral coincidían en asignarle al BNG solo dos diputados, uno en la provincia de A Coruña y otro en la de Pontevedra. Tras la irrupción de Pontón en campaña, especialmente tras su buen hacer en el debate confrontando a Feijóo, la organización del BNG sí posibilita una rápida movilización. En una encuesta hecha por Sondaxe[xviii] se confirmaba la tendencia, pues el BNG era el partido que más nuevos apoyos habría logrado tras el debate. Pontón funcionó como agitadora de una parte del electorado, pero también de una organización que estaba aletargada -una militancia y cargada de razones funciona mucho mejor que una deprimida y lacónica-.
Y es que el reciente éxito del BNG no se explica sin la figura de la propia Ana Pontón. Los nacionalistas cuentan con un liderazgo capaz de interpelar y movilizar a sectores más diversos. Nunca una candidata nacionalista, ni en los tiempos de Beiras, había influido tanto en los votos logrados.
Fuente: encuestas postelectorales del CIS. Elaboración propia.
Si bien el liderazgo de Pontón es importante en el sistema político gallego desde el año 2016, fue en esta última campaña electoral cuando adquirió su dimensión actual. La construcción de su figura como candidata se centró especialmente en tres elementos: el feminismo, un discurso presidencialista y en su condición de persona accesible y humilde.
Ya en la clausura de la asamblea donde fue elegida portavoz, Pontón enuncia que el suyo será un mandato en femenino. Esto tuvo su reflejo no solo en su figura pública, sino también en la forma en que se ha ido construyendo organización, pues el BNG, que tradicionalmente ha pecado de estar demasiado masculinizado, llevó a cabo un proceso de feminización de la mano de nuevos liderazgos que fueron surgiendo: Olalla Rodil, Noa Presas o Alexandra Fernández. El fichaje de esta última procedente de Anova-En Marea quizás sea la mejor escenificación del espacio que pretende ocupar el partido: la nueva imagen tiene cara de mujer.
Pontón es feminista y la única mujer candidata de los partidos que obtuvieron representación, esto le permite ser la persona que más fielmente encarna los valores del único movimiento hegemónico de izquierdas en nuestro país. La presencia del feminismo es notable en sus prácticas discursivas, desde la rearticulación del mismo con el nacionalismo gallego a través de figuras históricas como la de Rosalía de Castro, la apelación al conjunto de mujeres que se manifiesta el 8M a construir una Galiza nova, hasta uno de los lemas de la última campaña: unha muller presidenta.
Porque ese es el principal objetivo, construir el liderazgo de una mujer que acabe siendo presidenta, por eso el perfil de Pontón es muy institucional y centrado en ofrecer una alternativa de gobierno a Feijóo. El mejor ejemplo fue el debate electoral de la última campaña. Por primera vez participaba Vox, partido del cual es miembro el reconocido falangista Ortega Smith, quien unos días antes había afirmado que Castelao era un xenófobo y un racista, una mentira grosera que solo tenía por objetivo captar la atención de los medios y provocar la indignación y ataques de los partidos galleguistas para poder confrontar con ellos. Aún así, la posibilidad de defender a un mito del galleguismo como Castelao ante la extrema derecha es una oportunidad que ningún nacionalista dejaría escapar. Pues bien, de manera muy inteligente, en el BNG primó el sentido táctico y Pontón evitó contestar al candidato de Vox para centrarse en las críticas al modelo de gestión del PPdeG y lanzar sus propuestas. Solo le faltó repetir aquella famosa frase de águila no caza mosca.
En definitiva, el BNG presenta a Pontón como una mujer gallega que quiere ser presidenta, pero una aspiración tan elevada no la transforma, ella sigue siendo una mujer sencilla que no se olvida de sus raíces. Si Fraga decía galego coma ti, Pontón dice da aldea coma ti.
Mover los marcos.
Puede que la situación en términos electorales sea asimilable a la de hace más de una década, lo que no puede serlo son las prácticas y discursos que se apliquen para poner fin á longa noite de pedra neoliberal. La pregunta pertinente es cómo pensar una contrahegemonía gallega que posibilite ser alternativa y llegar en mejores condiciones al siguiente asalto electoral.
En las condiciones actuales parece que el BNG está destinado a jugar un papel relevante. Sus resultados electorales, la movilización que han conseguido de los más jóvenes, su experiencia en ayuntamientos y el Parlamento, su candidata… han hecho de los nacionalistas el núcleo del polo de la transformación social en nuestro país. Ahora bien, ¿es suficiente el BNG? ¿Basta una candidata bien valorada y un discurso social para ganarle a Feijóo? El Bloque ha conseguido su mayor número de diputados y aún así obtuvo veintitrés menos que el PPdeG y, por seguir con los ejemplos, se quedó muy lejos de los veintiocho de González Laxe en 1989 o los veinticinco de Touriño en 2005 y 2008. Los últimos resultados fueron producto de un juego de suma cero en el que el Bloque obtuvo trece de los catorce diputados de En Marea, pero no pudo acceder a las demás bolsas de votantes, como si los espacios políticos fuesen compartimentos estancos. El techo de los nacionalistas fue insuficiente para producir un cambio en el gobierno de la Xunta. Desde esa premisa, ¿cómo sumar?
Cualquier fuerza galleguista y por la transformación radical de la sociedad, ya sea el propio BNG, actores que ahora pasan por un mal momento o cualquier otra fuerza que surja en los próximos tiempos -si algo demuestra el caso gallego es que las cosas pueden cambiar mucho en cuatro años-, deberá atajar de raíz la problemática que supone la diferencia entre la izquierda y los gallegos. Si la identidad mayoritaria de los gallegos es gallega y española, una división antagónica entre Galicia y España conduce a una perspectiva monista -de escasa calidad democrática- según la cual las naciones deben ser entes homogéneos. El reconocimiento de Galicia como sujeto político autónomo no debería llevar consigo la exclusión de una parte de la población del proyecto político del galleguismo. Discursos como el de Alexandra Fernández el Día da Patria marcan una incipiente línea a continuar: Galicia como una comunidad que se articula en torno a la pluralidad. Un mundo donde quepan muchos mundos. Los marcos antagónicos se deben establecer con lo que se benefician de un sistema que es una trituradora de vidas humanas, no con los pueblos hermanos.
Aspirar a integrar cada vez a más sectores en un proyecto alternativo en ocasiones se asocia con girar hacia el conservadurismo y la moderación ideológica. La realidad es que un intento serio por ampliar el campo político de la izquierda galleguista pasaría por comprender más y mejor los sentidos comunes que sustentan las subjetividades de los gallegos; una fuerza verdaderamente radical entiende culturalmente a su pueblo y sabe leer en qué cuestiones se está más avanzado y en cuáles insistir supone otorgarle una ventaja competitiva al adversario. Se trata de encontrar los puntos clave que permitan una división de la sociedad que sea favorable en términos de disputa política, una praxis con este enfoque será imposible si no se entiende aquello del adversario que es tolerado y aceptado. La alternativa al gobierno de la Xunta no puede ser la caricatura de un profesor de lengua gallega obsesionado con el mal uso de los pronombres que hace Feijóo.
Galicia no está aletargada ni es un páramo político en el que el PPdeG hace y deshace a su gusto. Galicia se mueve y así lo demuestran las enfermeras eventuales en lucha, los viernes negros en la CRTVG, martes negros en la USC, las protestas contra el cierre del paritorio de Verín, salvemos Catasós, la plataforma en defensa de la sanidad pública, las luchas de los trabajadores de Alcoa o Siemens Gamesa… A pesar de los intentos por articular estas luchas, a día de hoy no existe una plataforma que sirva para su adhesión bajo referentes sociales específicos o una propuesta alternativa de gobierno. Uno de los principales problemas para que esto no suceda es la incapacidad para trazar fronteras en lo social que no pasen por Feijóo y el PPdeG. En Galicia la lealtad partidista o ideológica no está en cuestión, por lo que si tu marco antagónico es principalmente con un candidato bien considerado al que cada vez que los gallegos tienen ocasión le otorgan mayoría absoluta, es evidente que tu capacidad para construir una identidad política amplia se verá reducida. Quizás sea un buen momento para valorar críticamente los intentos pasados por generar una inexistente burguesía gallega y empezar a reflexionar sobre posibles nuevos antagonismos.
Muchas de estas luchas activas en el territorio están vinculadas al medio ambiente, sin embargo, en la izquierda gallega el debate sobre el ecologismo no se ha producido hasta el momento. La crisis ecosocial nos sitúa ante un escenario inédito que precisa de un corpus teórico renovado y nuevas soluciones. Cabe preguntarse por qué en un país donde el sector primario es tan importante y existe un problema casi estructural con los incendios, nos estamos quedando atrás con un cambio de paradigma que permitiría superar las propuestas programáticas medioambientales aisladas y avanzar hacia una solución integral ecológicamente sostenible y socialmente justa. Comenzar a hablar de un Green New Deal Gallego nos llevaría a pensar distinto estratégicamente, desde la aspiración a un mayor autogobierno y una nueva institucionalidad que permitan modificaciones relevantes en los asuntos industriales y fiscales.
Toca olvidarse de la moral y comenzar con la política. Sigamos avanzando con la voluntad de ganar, pero construyendo país a cada paso.
Referencias
[i] Zavaleta, René (2009). La autodeterminación de las masas. Bogotá: Siglo del Hombre Editores y Clacso. Pp. 214.
[ii] “Rubén Cela: «Galícia és una colònia, des del punt de vista psicològic però també econòmic» en Catarsi Magazín. Dispoñible en: https://catarsimagazin.cat/ruben-cela-galicia-es-una-colonia-des-del-punt-de-vista-psicologic-pero-tambe-economic/
[iii] Rúas Araujo, José (2003). El discurso político de Manuel Fraga. Tesis doutoral. Madrid: Universidad Complutense de Madrid. Pp. 208.
[iv] “Don Manuel se fue a Libia” en YouTube. Dispoñible en: https://www.youtube.com/watch?v=5cif20iwNL0
[v] Máiz, Ramón (2001): “El nacionalismo gallego en el siglo XX” en Morales Moya (coord.) Ideologías y movimientos políticos. Pp. 285-314.
[vi] “Feijóo enxalza o “galleguismo de concordia” da Xeración Nós” en El Correo Gallego. Dispoñible en: https://www.elcorreogallego.es/tendencias/feijoo-enxalza-o-galeguismo-de-concordia-da-xeracion-nos-AN4816057
[vii] “Fernando González Laxe, nuevo presidente de la Xunta al prosperar la moción de censura de los socialistas” en El País. Dispoñible en: https://elpais.com/diario/1987/09/24/espana/559432808_850215.html
[viii] Rúas Araujo, José (2003). El discurso político de Manuel Fraga. Tesis doutoral. Madrid: Universidad Complutense de Madrid. Pp. 212, 217 e 218.
[ix] “Fraga “a los nacionalistas habría que colgarlos de algún sitio” en Faro de Vigo. Dispoñible en: https://www.farodevigo.es/espana/2008/12/11/fraga-nacionalistas-habria-colgarlos-sitio-17982024.html
[x] “Feijóo: »Nunca fue tan intenso el vínculo entre los campus y la sociedad» en La Opinión Coruña. Dispoñible en: https://www.laopinioncoruna.es/sociedad/2017/09/09/feijoo-intenso-vinculo-campus-sociedad-24206900.html
[xi] “Apontamentos de etnografia eleitoral” en O Salto Galiza. Dispoñible en: https://www.elsaltodiario.com/partido-popular/apontamentos-etnografia-eleitoral
[xii] “La UPG pondrá rostro al Bloque” en El País. Dispoñible en: https://elpais.com/ccaa/2012/01/29/galicia/1327871751_793754.html
[xiii] “Yolanda Díaz presenta Alternativa Galega como la “gran revolución” de la próxima campaña electoral” en El Ideal Gallego. Dispoñible en: https://www.elidealgallego.com/articulo/galicia/yolanda-diaz-presenta-alternativa-galega-como-la-gran-revolucion-de-la-proxima-campana-electoral/20120911021854072257.html
[xiv] “A asamblea do BNG escollerá entre o pleistoceno e o paleolítico” en Tempos Galegos, Dispoñible en: https://temposgalegos.com/2016/02/04/a-asemblea-do-bng-escollera-entre-o-pleistoceno-e-o-paleolitico/
[xv] Máiz, Ramón & Ares, Cristina (2018). The Shifting Framing Strategies and Policy Positions of the Bloque Nacionalista Galego en Nationalism and Ethnic Politics, 24:2, Pp. 181-200.
[xvi] “Ana Pontón, no encontro cos subscritores: “a independencia non é unha proposta que conste no noso programa” en La Voz de Galicia. Dispoñible en: https://www.lavozdegalicia.es/noticia/galicia/2020/07/01/ana-ponton-encontro-cos-subscritores-independencia-non-e-unha-proposta-conste-noso-programa/00031593630699644355326.htm
[xvii] “Feijóo conservaría la mayoría absoluta pese a perder tres escaños” en La Voz de Galicia. Dispoñible en:
[xviii] “Un 7% de los gallegos que vieron el debate han cambiado su voto” en La Voz de Galicia. Dispoñible en: https://www.lavozdegalicia.es/noticia/elecciones2016/2016/09/14/7-gallegos-vieron-debate-cambiado-voto/0003_201609G14P2999.htm