Por Juan Manuel Ternero
«[El andalucismo] se construye como un humanismo en el que la tierra, las costumbres y el paisaje son sólo el marco para la emancipación colectiva. La bandera blanquiverde se levanta para combatir la pobreza en todas sus manifestaciones: la miseria en el campo y los barrios marginales, la emigración, el desempleo estructural, la explotación de los más débiles. El objetivo del orgullo nacional andaluz no es excluir a nadie, sino avanzar colectivamente hacia un mundo mejor y más igualitario». Joaquín Urías en CTXT: Reivindicar lo andaluz es reivindicar la democracia[1].
El pasado 7 de junio, la candidata de Vox a presidir la Junta de Andalucía, Macarena Olona, difundió a través de su cuenta de Twitter un vídeo del que, además de la polémica letra de la canción que suena de fondo en inglés (“apunta con una pistola a un negro, conviértelo en un velocista. Perras a mi polla, les dije que me diera un minuto), llaman la atención algunos de los elementos de su composición, los cuáles hacen referencia a construcciones del imaginario colectivo nacional, que poco o nada tienen que ver con la realidad de lxs andaluces. Referencias varias a la Feria de Sevilla, apología religiosa, la candidata vestida con trajes regionales, paisajes tales como caserones, bodegas, iglesias…La estereotipación del pueblo andaluz y su cultura no es un hecho infrecuente proveniente desde otras latitudes de España. Personajes carismáticos de la ficción televisiva como Emilio en Aquí no hay quien viva, Nines en La que se avecina o Juani en Médico de familia – personajes graciosos, cicateros y condenados al desempleo o a trabajos de escaso reconocimiento y subordinación-, dan buena cuenta del lugar y el papel que esta tierra ha tenido en la construcción de la nación española y su identidad. Sin embargo, sí que llama poderosamente la atención que un partido político se presente a unas elecciones en la tierra haciendo apología de esa imagen.
El pasado 8 de junio, “La base”, el podcast dirigido por Pablo Iglesias, dedicó su programa a las elecciones andaluzas. En él intervino Javier Aroca, periodista y tertuliano en diferentes medios, para hacer una radiografía minuciosa del estado de la cuestión andaluza. A este respecto, hablaba del debate televisivo emitido en Televisión española como una metáfora de la sempiterna monitorización a la que esta tierra se halla sometida desde Madrid (“Andalucía como colonia interna”, según el historiador Carlos Arenas). Y es que sobre Andalucía se puede hablar de muchas maneras, pero siempre es recomendable que quien lo haga haya vivido lo que significa ser andaluz; bien de nacimiento, bien de acogida. Y no porque se quiera ser excluyente, sino porque la “fatiga” solo la comprende el que la ha pasado o vivido de cerca en casa. Y es que, entonces, el relato se vuelve menos pintoresco y adquiere tintes mucho más dramáticos. A continuación, se expresan cuatro voces para hablarnos sobre la realidad cotidiana andaluza que delinean ámbitos donde las fuerzas transformadoras deberían centrar sus esfuerzos los próximos años.
Jesús es un joven andaluz a las puertas de la treintena, natural de Marchena, un pueblo de la provincia de Sevilla de unos 20.000 habitantes. Me cuenta que, desde 2017 lidia con un quiste pilonidal, encontrándose para enfrentar esta dolencia un sinfín de obstáculos en el sistema de salud. Comenzando con la renuencia por parte de los profesionales de su centro de salud[2] para derivarlo al Hospital comarcal. Con el tiempo, logra hablar con un familiar que es enfermero, quien le confiesa que, desde este mismo centro, se están poniendo trabas para «intentar evitar que se envíe el mínimo posible de gente al Hospital». Esa situación la vivió también su abuela, quien acudió con un dolor abdominal al centro de salud y le diagnosticaron gases. Resultó que padecía cáncer de colon, el cual terminó en una colostomía, evidenciando lo errado del diagnóstico inicial.
A lo anterior hay que añadir las listas de espera: 2 meses para ser visto por el médico en el hospital cuando el quiste derivó en úlceras, cuatro más en lista de espera hasta poderse operar. A ello se le suman las largas colas en el centro de salud para poder realizarse las curas («el centro de salud está desbordado y es una jungla ir allí da igual cuando vayas»). Asimismo, hace 2 años y medio se suprimió el servicio de traumatología del centro de salud: «Ya me dirás tú a mí qué función tiene una sala de rayos sin un traumatólogo que luego vaya a interpretar la radiografía»; y hace unas semanas, llegó otra orden donde de un día para otro se suprimía también el servicio de psicología, el cual contaba con listas de espera de hasta dos meses.
Antonio es otro joven, también natural de Sevilla y cercano a la treintena. En su caso, me habla sobre las dificultades de acceso al mercado laboral. Desde la alta exigencia en cualificación a los requerimientos relativos a la experiencia:
Una pescadilla que se muerde la cola. Si no nos pueden ofrecer esa experiencia en ningún momento, nunca la vamos a ganar y nunca la vamos a alcanzar. Entonces nunca vamos a poder acceder a determinados puestos de trabajo porque te obligan a tener esa experiencia dentro de un ámbito concreto. En muchas entrevistas eso era el primer corte para decirte si seguías o no seguías en el proceso de selección.
Habla la voz del desempleo juvenil, uno de los males endémicos de nuestra tierra. Contratos cortos, ahora enmascarados con la nueva Reforma Laboral, pero que «eso hoy no te garantiza nada. Eres fijo, pero si no cumples o a la empresa no le viene bien, al día siguiente te pueden largar de la misma manera». En su caso, además, ha trabajado en la universidad pública andaluza: «yo he tenido la suerte de poder estar varios años con becas tanto de formación como becas normales para estar dentro de la oficina para la igualdad para la UPO[3]». Se tratan de contratos temporales (6 meses a lo máximo), por los que pagan entre 300 y 600 euros al mes. «Con este rango de sueldo es difícil que te plantees cualquier situación relacionada con una autonomía vital, tienes que vivir en casa de tus padres». La única opción para intentar prosperar en la universidad sería la vía del doctorado, inviable para quien no cuente con una de las escasas becas que se conceden tanto a nivel estatal como autonómico, además de la precariedad posterior que, prácticamente, cierra esta vía para las clases trabajadoras:
En mi situación, yo no podía permitirme estar 10 años cobrando una miseria, porque también tienes planes de vida, tienes otras cosas y bueno, en muchas ocasiones y debido a la precariedad dentro de la universidad, al menos a nivel andaluz, que es lo que yo conozco, esa precariedad está llevando a que muchas más personas no quieran seguir estando en la universidad o se quemen con facilidad, si llevan un tiempo dentro de ella.
Elena es profesora de primaria en un centro de la ciudad de Sevilla, y su principal queja al respecto de la educación es la ratio. La ratio es muy grande en las clases: «Es 25, que tú dirás no son tanto, pero cada vez es como que yo siento que los niños vienen con más necesidades, y cada uno viene con una historia familiar…no son necesidades puramente de aprendizajes, sino que son necesidades emocionales y carencias y mucha frustración». La ratio es demasiado grande y los profesores no llegan a todo. Otro problema derivado de esta falta de espacios en los colegios públicos es que «no se pueden dejar repitiendo a más de dos niños, porque en el curso siguiente no hay hueco. Y esto no debería ser así, si no hay hueco, la Junta o quien corresponda debería tomar las medidas necesarias que sean necesarias para abrir otra clase, con menos alumnos».
En relación con la gestión de la pandemia y la reciente eliminación de la obligación de llevar mascarilla en el aula, critica que se trata de una decisión tomada en base a criterios puramente oportunistas. Después de dos años con una serie de medidas individualizadoras que han implicado múltiples dificultades tanto para el profesorado como para el propio alumnado («Yo este año he tenido que dar las mismas asignaturas y el mismo contenido pero con dos horas y media menos a la semana[4]»), esta disposición aislada tiene poco sentido:
Pero es que nosotros, la medida que hubiésemos necesitado es que los niños pudiesen trabajar en grupos, que pudiesen trabajar en parejas, que eso es lo que les ayuda realmente, porque uno le ayuda al otro. O que en los patios pudiésemos tener a todos los niños mezclados, patios inclusivos, que yo no tuviese que entrar más tarde, debido a las entradas escalonadas y perdiendo más tiempo de clase y teniendo que dar el mismo contenido. La medida de las mascarillas, descontextualizadas de un conjunto de medidas más amplias, para que en las clases se pudiese trabajar de manera más normalizada, no nos sirve. De hecho, según las últimas instrucciones, se debían mantener la separación individual, ¿qué sentido tiene que no se lleve mascarillas pero que permanezcan de manera individualizada? Necesitamos un plan integral para que mejoren los comportamientos de la clase de manera conjunta. Los niños necesitan que se les preste atención, por tanto, al juntarlo con compañeros que se atiendan entre ellos, es mucho más sencillo para el profesor o profesora prestarle la atención de una manera más equilibrada y contemporizada.
Saliendo de la pandemia con unos datos de pobreza, desempleo y exclusión social que dan miedo[5], la realidad andaluza dista mucho de ser la que propagandísticamente difunden la inmensa mayoría de medios informativos autonómicos, regados de dinero por el Partido Popular[6], y mucho menos el retrato que bebe de la caricaturización de raigambre franquista en que Vox basa su campaña. Javier Aroca describía en La Base a la extrema derecha como la reencarnación de los caciques y señoritos que siempre han existido en Andalucía, pero que hasta la fecha se hallaba solapada en el PP. Para terminar y expresar la amenaza que esta gente está introduciendo en nuestras vidas, quiero presentar el relato de Manuel, antiguo compañero de estudios a quien tengo en gran estima y a quien, desde aquí, agradezco su valentía y la bondad que ha tenido para confiarme su relato. Creo que, en momentos de zozobra, debemos hacer fuerza en torno aquello que de verdad importa. Y poco más importante puede existir que las palabras que expongo a continuación, las cuales reflejan a la perfección a quiénes cobija la blanquiverde y quiénes se sitúan enfrente:
Una de las sensaciones que siento ante esta ola de la ultraderecha avanzando sin pudor y sin temor ninguno, y además siendo legitimada por las instituciones estatales, autonómicas, etc. es el miedo; a mí, a título personal, como persona LGTBI, me da miedo. Estamos viendo cómo, en este aspecto, en esta materia, está habiendo un grave retroceso y ya no solo estamos hablando de discurso de odio aislado, sino que estamos viendo cómo están ocurriendo agresiones en algunos casos con desenlace fatal. Podemos recordar el caso de Samuel, asesinado hace un año, ASESINADO, estamos hablando de una persona que ha perdido la vida solo por querer ser quién es. No estamos hablando de una persona que hubiera sido asesinada por cualquier otra circunstancia accidental. No, estamos hablando de alguien que ha sido asesinado solo por el hecho de SER. Esto a mí, personalmente, me da pavor, me aterroriza, y además el ver cómo desde ciertos partidos, sobre todo desde la derecha y ultraderecha, estamos viendo como esos discursos de odio se legitiman y calan en la sociedad, con los mantras de “familia natural”, “no a los lobbies LGTBI”, ni que nosotros fuésemos un Lobby. No estamos pidiendo nada más que nuestros derechos, que han sido cercenados y han sido vilipendiados durante años, décadas, siglos. Hemos estado maltratados, desamparados y cuando parecía que estábamos consiguiendo unos mínimos de avances en nuestros derechos, porque solo queremos SER, no pedimos más, estamos viendo ese retroceso, ese caladero de discursos de odio, amparados por instituciones, partidos políticos, medios de comunicación, incluso la justicia que se supone que es la que protege al débil. Y yo me río, porque no me lo creo, porque eso…yo he dejado de creer en el sistema judicial, yo no tengo confianza en las instituciones y demás. No es fácil, cuando has sido una persona que has creído en las instituciones, que ha pensado siempre que hay alguien ahí que te va a ayudar cuando te va a hacer falta y te estás dando cuenta de que lo que están haciendo es marginarte, apartarte a un lado como si fueses un apestado, como se hacía antes. Desde luego a mí me da pavor, y pensar que, próximamente en la Junta de Andalucía, podemos tener a la ultraderecha, ya no solo como en esta última legislatura, gobernando de facto, sino gobernando de pleno derecho, me aterroriza, directamente me aterroriza. Y soy el primero que a lo mejor con amigos hago bromas de me voy a exiliar…pero a mí me da pavor y lo digo de verdad, pensar que puedan estar gobernando y ver cómo esos discursos están calando. Amigos, compañeros, prácticamente somos como hermanos, todos miembros del colectivo, todos como una gran hermandad y estamos viendo cómo nos estamos quedando atrás otra vez, estamos retrocediendo pasos. Yo creía tener un discurso mental estructurado clave, pero cuando te enfrentas a ello, te das cuenta de que todo lo que quieras expresar es poco, y las palabras que quieras expresar son pocas. Y no puedes resumirlo o sintetizarlo en pocas palabras, porque además la emoción te embarga. En cierta medida, mi perspectiva es esa, de auténtico temor, de temor por lo que pueda venir, de lo que pueda pasar. Como persona LGTBI a mí me da temor ver cómo nos están acechando, cómo nos están matando. ¿Tú crees que es normal que una persona vaya a manifestación y cuándo ve a los policías en lugar de sentirse protegido se sienta más vulnerable? ¿Con unas fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado que se suponen están para protegerte pero que están infectadas de personas que nos odian? Yo no lo veo común, incluso pensar que conocidos míos puedan estar en mi contra solo por SER quién soy. Eso es muy difícil de gestionar a veces, a nivel emocional.
Referencias
[1] https://ctxt.es/es/20220601/Firmas/39989/Joaqu%C3%ADn-Urias-extrema-derecha-ultraderecha-andalucia-elecciones-pobreza.htm
[2] Equivalente al CAP.
[3] Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.
[4] Esto es así debido al tiempo que se pierde cada día al realizar el desayuno en clase, perdiendo media hora lectiva.
[5] La Asociación Pro-Derechos Humanos de Andalucía denunciaba en un informe el pasado diciembre que, con la pandemia, «se ha incrementado la brecha social y está sirviendo como excusa para el recorte de derechos». En el mismo, se clamaba por la extrema situación en que viven muchas personas en esta tierra, que encabeza los índices de paro, pobreza y exclusión social: «Esta realidad se traduce en serios problemas de la población para llenar la nevera, pagar las facturas de la luz o el agua, hacer frente a la hipoteca o a la mensualidad del alquiler e, incluso, en algunos casos, trae consigo encontrarse sin hogar». Y todavía no había tenido lugar la invasión de Ucrania: https://www.apdha.org/nueva-normalidad-derechos-recortados/?_gl=1*5z4q5j*_ga*Mzg3MTAzNTMyLjE2NTMzMjA1Njg.*_ga_T81QCG9DQL*MTY1NTU1MjMwOS4yLjAuMTY1NTU1MjMwOS42MA.*_ga_QD4TLL96E9*MTY1NTU1MjMwOS4yLjAuMTY1NTU1MjMwOS42MA
[6] El consejo profesional de la Radio Televisión Andaluza expone en un informe la escandalosa parcialidad y antidemocraticidad del ente público andaluz: https://consejoprofesionalrtva.wordpress.com/2022/06/01/los-informativos-de-canal-sur-tv-en-mayo-servicio-gubernamental-en-lugar-de-servicio-publico/