Clara Serra: «Tiene que formar parte de la feminización de la política una superación de la lógica de amigo-enemigo»

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Blai Burgaya e Iván Montemayor

 

Clara Serra es filósofa y ex diputada de la Asamblea de Madrid (tanto por Podemos como por Más Madrid). También es autora de varios libros como ‘Leonas y zorras’ (Los Libros de la Catarata, 2018) y ‘Manual Ultravioleta’ (Ediciones B, 2,019). Hace un par de semanas, quisimos aprovechar su presencia en Barcelona en el marco de las jornadas de la Escola de Pensament del Teatre Lliure para reunirnos con ella y charlar un rato. En casi una hora de conversación, los temas que fueron saliendo fueron muy variados, desde el estado actual del feminismo, pasando por el crecimiento de la extrema derecha, el poder judicial o un análisis de la situación actual de los espacios del cambio .

Esta mañana se ha anunciado la posible inclusión de la apología del franquismo como delito en el Código Penal, y también en un artículo que publicaste recientemente hablabas de la Ley del Aborto. Entonces, tradicionalmente era la derecha quien llevaba su moralidad al código penal para convertir en delitos aquello que no les gustaba. ¿Crees que, de alguna manera, la izquierda está cayendo en el mismo error de introducir en el código penal todo aquello que no nos gusta?

Sí, me parece algo problemático y que debemos tener muy en cuenta. Me parece que, efectivamente, el Código Penal es una herramienta fundamental de la derecha, que supone una cierta judicialización de la política y que les hace tener mucha facilidad para arreglar por la vía judicial cuestiones que creo que tienen que ver con la convivencia política y que la izquierda tiene que proteger un marco de libertad mucho mayor. En ese sentido me parece preocupante que a veces la izquierda copie esas actitudes e imite esas mismas recetas. Últimamente me preocupa mucho, y he escrito en esa dirección, que la llegada de la de la extrema derecha o la radicalización de las derechas haga que a la izquierda se le acabe un poco la imaginación para tener otras propuestas. Y creo que lo que ha salido anunciado al respecto de la apología del franquismo, me preocupa que la opinión o que el marco de los derechos de expresión o de opinión acabe siendo atajado por la vía penal. Creo que la izquierda no tiene que usar esas soluciones porque además siempre pienso que se volverán a en contra de nosotros antes o después. Y del mismo modo, con respecto a otras cuestiones, en particular con el tema del feminismo, pero también con los delitos de odio y en el marco de las políticas LGTB me parece que deberíamos estar muy vigilantes con que eso no sea una tendencia de la propia izquierda y de este gobierno.

Falta poco para el 8M, que este año cae en domingo, y la única coordinadora que ha decidido convocar una huelga laboral es la de Catalunya. En otros territorios han considerado que seguir utilizando la huelga como herramienta de lucha podía institucionalizarla. Por ejemplo, en Madrid, se opta por una revuelta feminista de un mes y una cadena humana. En este sentido dos preguntas: ¿qué te parece esta idea de renunciar a la huelga laboral este año? ¿Y, como lees el hecho de que no se haya convocado ninguna asamblea estatal desde hace un año?

Creo que tiene sentido que cada territorio decida, por supuesto. Pero a mí me parece que este 8 de marzo tendría sentido no hubiera una huelga y que hubiera una movilización muy visible. Me preocupa que traslademos en la imagen, porque hay muchas expectativas por los años pasados, una cierta debilidad comparado con otros años y yo creo que el hecho de que haya caído en domingo este año hacía poco razonable que hubiera una huelga. En general sí que creo que quizás el 8 de marzo debería ser un espacio y una oportunidad para llenar de contenido político las demandas del movimiento feminista. Lo que me preocupa en ese sentido más que el asunto de la huelga es que esas demandas están siendo muy difíciles de trasladar. Y en ese sentido el 8 de marzo está teniendo dificultades para ser una herramienta para ello. También porque en el seno del movimiento feminista están estallando unos conflictos y unas fracturas que están haciendo poco posible que aunemos fuerzas para justamente trasladar de forma unánime y unir esas demandas.

En este sentido, hace unos meses censuraron unas jornadas para debatir sobre prostitución en la Universidad. Ahora, hace unas semanas, hubo mucha presión para cancelar un seminario que pretendía estudiar la teoría del porno. ¿Cómo se afronta esta diversidad que hay dentro del propio feminismo? ¿Y cómo se combate esta visión tan reducida de lo que es el feminismo?

Hay que afrontarlo como ha ocurrido a lo largo de la historia del feminismo, reconociendo que es un movimiento muy plural, que nunca ha tenido un corpus oficial cómo puede ocurrir en otras traducciones o escuelas o movimientos y por tanto nunca ha habido una ortodoxia y una heterodoxia. Si no que el feminismo siempre ha sido un movimiento plural en el que han convivido distintas perspectivas. A mí me preocupa un feminismo que últimamente parece muy dispuesto a dar carnets de pureza feminista y que está empeñado en excluir del feminismo a las posturas con las que no está de acuerdo y especialmente creo que se está haciendo desde posturas abolicionistas próximas al partido socialista o en los entornos del feminismo socialista. Que creo que además están utilizando recetas punitivas y de restricción de libertades y de expresiones que tienen que poder existir especialmente en el terreno de la universidad. Porque es muy preocupante, tanto las jornadas de prostitución que acabaron cayendo en Galicia como el curso de teoría del porno, eran actividades universitarias organizadas por profesorado y por alumnos, y me parecen especialmente graves, unas posturas que son muy sectarias y muy radicalizadas. Que, además, no sabemos si consideran que el porno tiene que estar prohibido, pero en cualquier caso que llevan eso a prohibir un seminario sobre teoría del porno. O qué consideran que la prostitución debería estar prohibida y creen que eso les legitima para prohibir unas jornadas donde se va a hablar y a discutir sobre eso. Y me parece muy preocupante y creo que muchas feministas deberíamos alzar la voz y decir que ese no es el feminismo que nos representa.

Seguimos hablando de feminismo… Hace poco ha sido San Valentín, ¿crees que se sigue glorificando el amor romántico? ¿Tiene relaciones con la violencia de género? ¿Cómo se relaciona esta forma tóxica de relacionarnos con la idea general del amor?

Últimamente hay una crítica feminista al amor romántico que tiene mucho sentido, porque ha sido uno de los lugares de opresión y de padecimiento de relaciones muy tóxicas para muchas mujeres. Creo que es una crítica muy interesante, especialmente es bueno que la tengan al alcance los jóvenes o adolescente y me parece muy interesante. Dicho lo cual, también creo que, haciendo una reflexión general y haciendo una reflexión sobre las posibilidades del feminismo de interpelar a las mayorías y al conjunto de la población y especialmente a esas mujeres más inaccesibles, y pienso en mujeres mayores, mujeres de entornos rurales… Es decir, no a las chicas jóvenes de alguna manera ya militantes del feminismo. Me parece que el feminismo tiene que hacer una crítica al amor romántico, pero también debería hacer una defensa del amor. Y lo digo con respecto al amor y con respecto a otras cuestiones, sería un problema que el feminismo siempre diga en contra de que está pero nunca hiciera una disputa o nunca hiciera una defensa de a favor de que está, y que no hiciera una disputa de las grandes ideas que mueven a la humanidad desde la libertad hasta la democracia, la familia y pasando, desde luego, por el amor. 

Es decir, en todo caso creo que las feministas queremos criticar la usurpación por parte del patriarcado de la idea de amor y convertir el amor en relaciones tóxicas, de maltrato de dominación y sometimiento, eso para muchas chicas jóvenes puede ser contado desde el punto de vista de la crítica al amor. Pero también es de alguna manera disputar qué quiere decir el amor. Hay otros amores posibles. Y creo que sería difícil convencer a muchas mujeres de que tiene que elegir entre el amor o el feminismo. En ese sentido, también hay que pensar como reivindicamos que el feminismo en realidad lo que piensa es cómo puede haber un amor libre o un amor sin dominación… En definitiva, otras definiciones del amor. Como otras definiciones de la familia o como otras definiciones de esas grandes ideas, que creo que el problema es que el patriarcado nos las ha arrebatado.

Claro, con la idea de libertad sucede algo bastante parecido…

Sí, creo que la derecha ha tenido muy pocos reparos en usurpar y apropiarse y capitalizar las ideas y los términos. Quiero decir, se invadió Irak en nombre de la democracia. La izquierda es mucho más purista con las palabras. Y en ese sentido a veces se las ha regalado antes de tiempo. Cuando la izquierda ha disputado la idea de la familia pues ha decidido que la familia era una institución patriarcal y que por tanto dado que lo reivindicaba la derecha pues era para ella. Y creo que eso es un error. Con la cuestión de la libertad en general la izquierda ha hecho bastante lo mismo. Ha sido un término muy reivindicado por la derecha, gracias a lo cual puede ahora mismo defender cosas como el pin parental en nombre de la libertad educativa, lo cual es claramente una traición al sentido que tiene la libertad para la izquierda y desde un punto de vista republicano. Por eso creo que la izquierda tiene que disputar lo que significa la libertad y que el feminismo está especialmente capacitado para hacerlo. Y creo que estamos en ese momento político. Esto también lo decía Wendy Brown hace poco en una entrevista muy interesante, que la izquierda había desatendido un poco la noción de libertad justamente centrándose en las cuestiones de la igualdad y de la inclusión frente a la exclusión de minorías, pero que ahí habíamos dejado un flanco débil.

En estos últimos tiempos se habla mucho también de “crisis de la masculinidad”. Al mismo tiempo, surgen fenómenos reaccionarios como los Incel, cuyo discurso se expande a través de internet. En ese mismo sentido, ¿como combatir ese antifeminismo del que se alimenta también la extrema derecha?

Una de las cuestiones a pensar para quienes creemos que no hay que hacer un feminismo esencialista, ni una política esencialista o identitaria, es el papel de los hombres. A mí me parece que, por ejemplo, cuando se trabaja con chicos jóvenes (yo soy profesora de instituto y trabajo con adolescentes), ves muy bien el problema que hay en juego. Cómo le dices a chicos de dieciséis o diecisiete años cuál es su papel en todo esto y por qué se tienen que implicar en el feminismo. Si les transmites que esto no va con ellos y que no tienes nada que hacer porque nadie les ha dado vela en este entierro son probablemente chicos que nunca se involucrarán en una cosa en la que necesitamos ser más de la mitad de la población, en el supuesto caso de que fuéramos todas las mujeres las que militamos en el feminismo. Y si el feminismo no tiene, de alguna manera, una actitud en la que los hombres no tienen siempre una posición privilegiada en estas cuestiones, creo que hay muchos chicos adolescentes que te contestan: “bueno, pero por qué me estás culpando a mí o por qué estás asumiendo mi culpabilidad en esta batalla”. Es como si los chavales de instituto te dijeran “no somos culpables de antemano, no somos culpables hasta que se demuestre lo contrario”, una especie de hipersensibilidad a sentirse no sólo excluidos sino de alguna manera culpabilizados por la falta de derechos que tienen las mujeres. 

Yo cuando veo este tipo de actitudes en los chavales adolescentes me doy cuenta de que tiene mucho que ver con el tipo de actitudes que hacen que muchos hombres voten a Vox y que haya una masculinización del voto de ultraderecha, hay muchos hombres que se sienten heridos y que sienten que el feminismo les está señalando y que por tanto reaccionan como si el feminismo dividiera a los hombres y a las mujeres e hiciera al conjunto de los hombres culpables y responsables de lo que les ocurre a las mujeres. Hay que huir de ese marco de guerra de sexos que es profundamente funcional para Vox. Y, para mí, eso también implica construir un feminismo no esencialista. Puede haber hombres feministas, igual que hay hombres profundamente responsables de relaciones de subordinación y de maltrato, puede haber hombres que decidan hacer otra cosa en su vida y los hombres tienen que saber que hay otras masculinidades posibles, otras maneras posibles de estar en el mundo. Especialmente los chicos jóvenes tienen que saberlo, si no lo saben probablemente ocurrirá que también la población joven y los chicos jóvenes sean posibles votantes de Vox, y ahí voy a lo que tú decías, hay una preocupante simpatía de los chavales jóvenes hacia la ultraderecha. Se ve especialmente en determinados espacios de socialización, en las redes sociales. Y hay libros muy interesantes que han estudiado esto, es decir, cómo algunas culturas de internet o subculturas de internet están profundamente masculinizadas. Forocoches en España o 4Chan en Estados Unidos, incluso YouTube, son espacios donde hay una misoginia creciente muy preocupante. Y no es una misoginia de hombres mayores, es una misoginia de chicos jóvenes. Entonces, como el feminismo interpela a esos chicos, qué papel les da y como les incluye en un proyecto de transformación como es el feminismo, que para mí es un proyecto de transformación de la sociedad en su conjunto y no solamente un canal de demandas de una parte de la sociedad, pues me parece una de las cuestiones que hay que responder.

Muchos analistas y políticos vienen diciendo hace unos meses que los sectores progresistas o de izquierdas están a la defensiva, y que es la extrema derecha quien ha pasado a la ofensiva. La polémica del PIN parental podría ser un ejemplo ¿Estás de acuerdo? Si es así, ¿como recuperamos la iniciativa y volvemos a pasar a la ofensiva?

Siendo cuidadosos en la comparación y haciendo las distinciones necesarias, creo que deberíamos mirar el contexto estadounidense y verlo como un posible adelanto de lo que podría ocurrir. Y en Estados Unidos claramente hubo una batalla cultural previa a la victoria de Trump, en la que la nueva derecha o la nueva extrema derecha ganó batallas culturales. Y la izquierda las ha perdido, prueba de ello es que ha sido presidente un personaje que nadie esperaría, y que desde luego nos sorprende a todos que ganara, pero creo que deberíamos tomarnos en serio que, por ejemplo, se pueden facilitar unas condiciones en las cuales ocurra algo tan paradójico como que sea la extrema derecha la que reclama la libertad de expresión frente a una izquierda que está tendiendo a la fragmentación, a la división interna, a la acusación permanente de unos contra otros… Todo puede ser sinónimo de racismo, de machismo, de misoginia, de transfobia… Este tipo de clima profundamente identitario, o de políticas de la identidad, que han acabado dividiendo a la izquierda y haciendo que la izquierda se arroje los trastos a la cabeza. 

Eso ya ha ocurrido en Estados Unidos y creo que debemos mirar allí para tomar nota de ese escenario. Porque en ese escenario, efectivamente, la derecha ha ganado batallas culturales que luego se transformaron o tradujeron en victorias electorales.

Otro aspecto un poco vinculado con esto, que salió a flote a raíz de la sentencia de “la manada” y otros casos similares, es el debate entre hablar de consentimiento o hablar de deseo… Se habla de sexo consentido y de sexo deseado. Pero ¿son la misma cosa? ¿Qué relación hay entre ambas?

Es una cuestión en la que es muy importante hilar fino. Hay que legislar para determinar más claramente lo que es el consentimiento, básicamente porque cuando hay una ambigüedad en nuestras leyes, y la situación actual es ambigua, se da la posibilidad de que ocurran cosas como las que ha denunciado el movimiento feminista, cuando un juez ha dicho “pues esta chica no cerró bien las piernas”. Esto ha ocurrido. Tenemos ejemplos de esto a lo largo de muchos años, de jueces cuyos prejuicios machistas han llevado a exigir a las mujeres rebelarse activamente contra una agresión sexual en vez de tener herramientas jurídicas para identificar una falta de consentimiento. Yo creo que las leyes tienen que ser claras y tienen que estar ajustadas a una definición precisa de lo que es el consentimiento para que haya el menor margen posible a las interpretaciones de jueces y operadores jurídicos en las que quien salen malparadas son las mujeres. 

Dicho esto, creo que nosotras tenemos que tener muy claro que lo que se trata de preservar e identificar y definir bien es el consentimiento. Y el consentimiento tiene que estar a su vez separado de otras cuestiones. Como, por ejemplo, de la cuestión del deseo, que es algo que escribí hace tiempo porque veía que cuando queríamos cambiar la legislación y reclamábamos un cambio del Código Penal en materia de violación decíamos que las mujeres queremos que se legisle para que todas las relaciones sexuales sean deseadas. A mí me parece importante que distingamos el deseo del consentimiento porque me parece que si no podemos incurrir en algunas confusiones o ambigüedades que al final igualmente nos salen caras a nosotras. Esto es complicado, pero yo creo que las mujeres pueden, a veces, sobreponer su deseo o sobreponerse a su propio deseo y tener voluntad y tener decisión y tener eso que yo identificaría con el consentimiento. Por ejemplo, en el marco de esta discusión había algunas posturas abolicionistas que decían que si una mujer que ejerce la prostitución no tiene relaciones deseadas eso inmediatamente las convertiría en una agresión sexual o una violación. Que si una prostituta se tomara su trabajo como una obligación, pero esas relaciones no fueran plenamente deseadas, pues sería una violación. Y esto me parece preocupante porque creo que una mujer que hace trabajo sexual puede no desearlo como desearía otras relaciones sexuales, pero decidir tenerlas. Y esa distinción es muy importante en este caso. Sinó, estamos de nuevo infantilizando a las mujeres o considerando que no tienen capacidad de decidir. A lo largo de la historia se ha invisibilizado el deseo sexual de las mujeres, pero también se nos ha negado la capacidad de ser sujetos libres e independientes con capacidad de decisión como para oponernos a los deseos, e incluso a los nuestros propios. En este sentido, yo creo que en el sujeto puede haber una contradicción entre deseo y voluntad, y esa contradicción tiene que existir también como posibilidad para las mujeres. Y esto es muy importante, porque ha habido jueces que justamente confundiendo la voluntad con el deseo querían argumentar que no había sido una violación o un caso de agresión sexual porque había indicios de que la mujer tenía deseo sexual. Algunos casos rocambolescos en los se ha ido a comprobar si ha habido desgarro vaginal o si había lubricación. Y me parece una vía en la que no hay que entrar, porque me parece que eso no es lo que demuestra si ha habido una violación o no. 

Lo que demuestra si ha habido una violación o no es si ella ha querido o no ha querido, con independencia de los terrenos del deseo que pueden a veces tener otros recorridos. En concreto, si una mujer ha dicho que no quiere tener relaciones sexuales un juez no debería tener la línea abierta para demostrar que a nivel físico o corporal su cuerpo ha encontrado algún tipo de placer en esa relación sexual. No ha lugar, es una violación sí o sí, porque ella no quería y dijo que no. En el mismo sentido me parece igual de importante decir que si una mujer dice que sí y quiere activamente tener una relación sexual no ha lugar buscar en el terreno de su propio deseo quitarle la razón porque igual eso no era lo que más le apetecía, eso son caminos que el abolicionismo a veces transita y dice “bueno si una mujer se toma como una obligación tener un trabajo sexual y no es lo que su cuerpo desea pues es una mujer violada”. Me parecen dos caminos que no debemos seguir y ambos pasan por la distinción clara entre voluntad y deseo, y cifrar la cuestión del consentimiento y lo que es y lo que no es una violación en el terreno de la voluntad y el consentimiento.

Hemos entrado un poco en el mundo del Poder Judicial, y hay algo paradójico en el mundo judicial y es que hay más juezas que jueces, pero a medida que vas hacia arriba, cuanto más arriba miras más masculinizado está. Entonces, una cuestión sería si la justicia o el poder judicial son también un espacio masculinizado y patriarcal o si no tendrían por qué serlo.

Hay más mujeres juezas que jueces desde hace un tiempo porque es uno de los espacios en los que las mujeres no hemos estado históricamente y es uno de esos espacios que las mujeres quieren conquistar. Y lo digo porque a veces para contestar a la cuestión de la desigualdad en el mundo laboral o de la brecha salarial se nos dice “bueno, pero hay muchas mujeres juezas y médicas”. Sí, hay mujeres juezas y hay pocos hombres ocupando otras profesiones feminizadas o el propio trabajo de cuidados ya sea remunerado o no. Por ejemplo, hay pocos hombres trabajando en escuelas infantiles o hay pocos hombres haciéndose cargo de tareas de cuidados tanto si es un trabajo como si es una tarea doméstica no remunerada. Pero sí, las mujeres están peleando por llegar a esos lugares que estaban vetados. Juezas, médicas, ingenieras… Hay ahora muchas más y sin embargo esos lugares en sus mandos o en las cuotas de poder del vértice de la pirámide siguen estando súper masculinizados, y el caso del Poder Judicial es evidente porque cada año cuándo se da la apertura del año judicial hay una foto de veinte o veinticinco altos cargos del Poder Judicial donde no hay ni una mujer, aunque hay más juezas que jueces. Entonces creo que sí que hay una justicia muy masculinizada en sus altos mandos y en sus altas responsabilidades y que eso sigue teniendo consecuencias, como creo que hay una justicia también en términos generacionales muy vieja, y que eso también tiene consecuencias y creo que ideológicamente también podríamos hablar de que hay una justicia que no sé si representa a nuestro país del todo. Creo que el ámbito de la justicia y de la judicatura es muy conservador, y también tiene que ver con un pasado… Tiene que ver con el franquismo y con la transición y con quién llegó a ocupar esos puestos. Y si hay una renovación del Poder Judicial, que creo que vendrá en forma de relevo generacional creo que nos representará más la justicia. En cualquier caso, yo creo que las feministas lo que tenemos que hacer es reformar la justicia, o sea yo no creo que podamos permitirnos el lujo de impugnar la justicia por patriarcal porque la necesitamos más que nadie. Tenemos que defender una reforma de la justicia, una reforma que pasa por educación y formación a todos los operadores jurídicos para que haya una perspectiva de género sobre cuestiones en las que es importante tener conocimiento. Por ejemplo, la cuestión de la justicia centrada en los menores hace que haya juzgados especializados en el menor y hay una formación específica para los jueces y los operadores jurídicos que trabajan este tema. Lo que decimos las feministas es que el problema de la violencia machista exige una formación específica y por eso tiene que haber juzgados especializados, y por tanto también tiene que haber una inversión en términos de recursos que pasa por que haya presupuesto para ello, para formar a los jueces. Además, sabiendo que tanto generacionalmente como ideológicamente el Poder Judicial es muy conservador.

Para ir terminando… Tú has participado estos últimos años de lo que se ha venido llamando los “espacios del cambio”. ¿Qué críticas (o bien autocríticas) harías? Es decir, ¿cuáles crees que son aquellos objetivos que al principio eran centrales y que se han ido abandonando por el camino? Por ejemplo, la eminente presencia de hiperliderazgos en este tipo de espacios…

Tendríamos que hacer una autocrítica muy seria y esa autocrítica debería ser compartida. O sea, después de estos años y de haber estado tanto en Podemos como en Más Madrid creo que la autocrítica ha sido una cosa que nos hemos arrojado a la cara unos y otros. Pero creo que o es compartida o no tiene ningún sentido, porque además hay errores que son compartidos. Empezando por mí misma, en la fundación de Podemos en lo que era el oficialismo del partido y en Vistalegre I, defendí claramente un modelo de partido que ha dado como resultado muchos problemas, y el conjunto del errejonismo defendió ese modelo, y algunos lo diseñaron directamente. Y yo creo que ahí hay una autocrítica que hacer. Cuando hacemos una crítica a ciertos estragos que ha supuesto un partido muy vertical y con ciertas dinámicas y lógicas generadas a partir de ese verticalismo es que esa crítica no le toca solo a una parte. Y además nos toca a todos porque incluso pensando que algunas corrientes como Anticapitalistas en Vistalegre I no defendió ese modelo, sí que lo ha defendido o aceptado en distintos momentos de este recorrido. Y muchas personas que fueron críticas en ese momento, a día de hoy defienden ese modelo. Yo creo que ese modelo ha traído muchos problemas y que, en nombre de la excepcionalidad del momento, dejamos de defender garantías, normas, procedimientos y organicidad que hubieran hecho de Podemos un partido más republicano y hubieran republicanizado y democratizado los espacios, y que lo hubieran hecho más sólido. Creo que es un partido muy dependiente de su liderazgo, y, por lo tanto, muy volátil también porque depende de la figura de Pablo, y eso lo hace frágil en algún sentido. También digo que esa crítica es compartida porque cuando se han hecho otros experimentos o experiencias como Más Madrid o Más País, no hay absolutamente ninguna diferencia en cuanto a eso. Y, de hecho, también es un partido profundamente centrado en una figura, lo cual lo hace muy volátil, muy frágil y totalmente dependiente de la figura, en este caso de Íñigo o de Manuela. Y cuando esas figuras han tenido un traspiés el propio partido no tiene estructura que se sostenga, y eso es un problema que lastra Podemos y que lastra a otras estructuras u otras organizaciones del espacio del cambio. Eso y la cuestión de que en la lógica de las batallas internas y de las luchas internas el espacio del cambio en su conjunto ha perdido mucho de cara al electorado que está ahí fuera. Y esto también quiere decir que a pesar de que Podemos está en el gobierno, no está en sus mejores momentos, hay una debilidad evidente ahí detrás. Que Podemos esté en el gobierno no ha sido fruto de que le haya ido mejor o de que se haya fortalecido en las últimas elecciones. 

De hecho, ha sido una cierta casualidad paradójica por la cual un PSOE débil y un Podemos débil se han necesitado o utilizado mutuamente. Pero ese problema sigue ahí, y quizás no le pase factura ahora mismo a Podemos en la medida que ha entrado en el gobierno, pero si no se remedia y si no se aborda esta cuestión le pasará factura después. Y esa autocrítica nunca llega y nunca se aborda, siempre hay acusaciones de deslealtad, de traición o de que el otro lo ha hecho mal. Pero al final a mí me parece muy poco honesto lo que hemos hecho en estos años con respecto a la cuestión organizativa, que me parecía algo tremendamente político.

Ahora que comentas esto de la llegada al gobierno y a los ministerios… La nueva ministra de igualdad, Irene Montero, ha sido muy criticada porque solo ha nombrado a mujeres para los altos cargos de su ministerio. Y también se hablaba mucho en los “espacios del cambio” de feminizar la política, la sociedad, de feminizar los espacios que habitamos… Pero, ¿qué sería exactamente la feminización de la política teniendo en cuenta el aprendizaje de estos años?

Yo creo que tiene que formar parte de la feminización de la política una superación de la lógica permanente de amigo-enemigo en el espacio del cambio. Yo no creo que sea feminista lo que un partido puede hacer sumido en esas lógicas de desconfianza, de acusación de deslealtad y de considerar amigos solamente a los cercanos. Creo que ha sido una lógica de guerra en el espacio el cambio que ha debilitado las organizaciones y si no hay una superación de esos conflictos y de esa manera de entender la lealtad y la deslealtad no va a ver nada positivo, y no me parece feminista. En ese sentido yo sí que creo que a Podemos le ha caído una oportunidad del cielo –por decirlo de alguna forma- quizás no esperada que es la entrada en un gobierno. Pero si a la hora de llevar a cabo esa responsabilidad no enmienda los errores, toma nota de ellos y lo hace distinto, esto es, sin lógicas amigo-enemigo, sin desconfianza y sin nombrar a los cargos del gobierno a los de máxima confianza -que es un poco lo que se ha hecho-, creo que no es una manera feminista de abordar esto. Tiene que abrirse, porque el momento en el cual ganas es el momento en el que puedes abrirte. Las lógicas de cierre son más inevitables cuando vas perdiendo, son las lógicas en las que vuelve a haber un cierre o una protección. Pero justamente dónde se puede reparar o enmendar los errores que venimos cometiendo estos años es cuando ganas, y cuando además tienes muchas cosas que gestionar. Y en ese sentido Podemos tenía la oportunidad, y si tienen un congreso ahora tienen la oportunidad de hacerlo de otra manera, pero he de decir que no pinta así la cosa.

¿Y una vez tú ya no te dedicas a la política parlamentaria o partidista en qué dedicas tu militancia? ¿O en qué proyectos participas ahora?

En el feminismo, que siempre voy a militar. Y además me gusta pensar que hay algo en lo que militar dentro del feminismo, que es en un feminismo no identitario. En un feminismo que haga muchas alianzas con otros movimientos o con otras luchas sociales. Considero que es muy importante que esto pase, y que salgamos de esta lógica cainita de la izquierda a la que me refería antes por la cual parece que hay muros o barreras entre distintos colectivos. Y parece que se ha instalado la idea de que la política qué hacemos o la política en la que militamos tiene que ver con quiénes somos. Si soy mujer, si soy racializada o si soy trans… En vez de en el proyecto que creemos. Y me parece que es una lógica muy preocupante y que tiene que haber un movimiento feminista que desborde esa lógica. El otro día un chico me contaba una cosa que me pareció muy interesante, y es que él ha abandonado la militancia en los espacios LGTB y feministas porque nos estamos todo el día acusando unos a otros de ser un sujeto demasiado privilegiado para hablar, y se ha ido al movimiento de la vivienda porque ahí nadie le ha preguntado si le han desahuciado, allí es tan compañero como otro, sea víctima directa del problema que se quiera abordar o no, pero es su lucha, su batalla, y me parece una cosa importante para reflexionar. Yo quiero militar en un feminismo donde puedan militar todas las personas y también quiero una alianza con un movimiento trans que considere que a personas que no somos trans nos puede importar y queremos implicarnos en esa lucha. Y creo que además la política revolucionaria es cuando consideras que el otro se puede poner en tu lugar a pesar de no ser la víctima directa de una operación se puede poner en tu lugar y puede hacer de tu lucha su lucha. Uno de los movimientos más interesantes y más exitosos en la historia de los movimientos sociales y del siglo XX es cuando en la lucha contra el VIH se implicaron las mujeres lesbianas, no directamente afectadas por el VIH sin embargo se implicaron, se remangaron y sin ellas hubiera sido imposible conseguir muchas cosas de las que se conquistaron. Y hace quince años en el movimiento trans la mitad de las personas o muchos colectivos probablemente no eran trans y sin esas personas no hubieran salido adelante muchas cosas. Pienso por ejemplo en la película Pride, donde se pone como ejemplo la alianza entre unos mineros y un colectivo LGTB y como esa alianza política les hace más poderoso a ambos. Creo que la política interesante es la de las alianzas y que estamos en un momento -a mí entender- muy preocupante porque parece que lo que queremos es demostrar que el otro nunca nos va a entender. Que si somos racializados alguien no racializado nunca estará en nuestro lugar y nunca podrá hablar de esta cuestión. Y me parece desempoderador y tremendamente antipolítico y esencialista, además. Yo quiero militar en movimientos donde la gente se puede implicar y participar en las luchas por los objetivos que tiene, y en ese feminismo creo que hay mucho que hacer. Y luego pues seguiré escribiendo sobre filosofía y participando también en otras cosas como formación feminista, dando charlas y conferencias en muchos sitios en los que hay muchísimo que hacer más allá de la política institucional, y ahí estaré.

Por último, solemos pedir una recomendación de un libro y una película. Como ya has hablado de Pride, ¿te animas a hacer una recomendación musical a parte del libro?

Ya que estábamos hablando de política identitaria hay un libro que acaba de salir que es Estado del Agravio de Wendy Brown, que lo ha publicado Lengua de Trapo porque no estaba traducido y es maravilloso para hablar del contexto americano, y aunque hace bastantes años que se escribió sigue estando tremendamente de actualidad, así que lo recomiendo. Y una recomendación musical pues… “Let a B!tch Know” de Kiddy Smile.

 

 

Fotografias: Blai Burgaya

 

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