Glovo, una empresa criminal

Por Ivan Montemayor

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Durante los meses en qué duró el estado de alarma, uno de los pocos colectivos que se consideraron esenciales fue el de los repartidores a domicilio. Las vacías calles de las ciudades eran cruzadas por riders que llevaban pizzas, hamburguesas o shawarmas en medio de una pandemia global que mantenía a una gran parte de la población confinada.

Ya hace años que estamos habituados a ver bicicletas transportando pedidos de Deliveroo, Uber Eats, Just Eat u otras plataformas. Pero Glovo ha conseguido ganar protagonismo los últimos meses debido a su posición contraria a contratar sus trabajadores como asalariados y no como autónomos.

Glovo destaca por su enorme negativa a aceptar que sus trabajadores no son empresarios que trabajan por su propia cuenta. La empresa se ha integrado a Fomento del Trabajo y a la CEOE para defender su posición, que no parece que quiera modificar. Los riders serían “empresarios de sí mismos”, en términos de Foucault, personas que libremente aportan sus bicicletas y su teléfono móvil para colaborar con un algoritmo que los posa en contacto tanto con los negocios como con los clientes. ¿Es esta la realidad de los riders? ¿Un mero pacto entre iguales?

Algoritmos y precariedad

La empresa barcelonesa, dirigida por Oscar Pierre, argumenta que necesita una ley especial porque el grado de digitalización de su actividad deja a las actuales leyes obsoletas. Pero explotar pobres no tiene nada de nuevo o de moderno. De hecho, es todo el contrario. Tal y como nos explica Daniel Gutiérrez, de la plataforma RidersXDerechos, ha habido 37 sentencias a favores de los trabajadores antes de llegar a la sentencia de septiembre de 2020. Glovo, por otro lado, sigue sin contratar a sus empleados. Además, durante el transcurso de la pandemia y el estado de alarma, Glovo rebajó en la mitad los pagos por pedido a los riders, aprovechando una coyuntura de carencia de movilizaciones.

Conversando por teléfono, Daniel Gutiérrez nos explica que fue despedido por la empresa y se encuentra ahora mismo dentro de un largo proceso legal para que tanto como Glovo como Deliveroo reconozca que era un trabajador estructural. «La Seguridad Social, a partir de las investigaciones de Inspección de Trabajo y las sentencias favorables a los trabajadores continúa dando de alta a más de 11.000 riders como empleados asalariados. De hecho, como nos explica Daniel, Glovo debe más de 30 millones en cotizaciones a la Seguridad Social de los trabajadores», nos relata Gutiérrez.

¿Ahora bien, qué consecuencias tiene para un rider ser autónomo y no asalariado? Pues bien, más allá de la cuestión salarial, como nos explica el portavoz de RidersXDerechos: «un autónomo no tiene derecho a vacaciones, ni a coger una baja por enfermedad. Tampoco tienen ningún tipo de protección legal frente a accidentes laborales, ni ninguna prevención de riesgos. Los trabajadores tienen que aportar también las mascarillas y los geles hidroalcohólicos de su propio bolsillo».

No está de más recordar que en mayo de 2019 murió en las calles de Barcelona un conductor de Glovo, mientras transportaba comida en su bicicleta. Fue atropellado por un camión de recogida de basura[i]. ¿Qué responsabilidad asumió Glovo por la muerte de Pujan Koirala, un joven de veintidós años? Nada. Esto sería asumir que existe una relación laboral y que no todos los “empresarios de sí mismos” son jóvenes brillantes que crean una start-up en su garaje, sino jóvenes que mueren porque los nuevos señores feudales no consideran necesario plantearse que sus trabajadores han de contar con las pertinentes medidas de seguridad.

La última estrategia de la plataforma consiste a organizar a los riders en una especie de “sindicato amarillo”. Un sindicato amarillo es una organización que en realidad defiende los intereses de los empresarios y no de los propios trabajadores, bajo una ideología muchas veces paternalista y corporativista, es decir, «en donde cada uno acepta su lugar en la jerarquía». Las asociaciones afines pretenden organizar a los riders bajo la consigna de que es más beneficioso para ellos ser autónomos y no estar oprimidos por las burocráticas normas estatales. Un ejemplo de este tipo de asociaciones sería la Asociación Autónoma de Riders, que es contraria a la laborización. “Está en juego nuestra condición de autónomos”, afirman. De esta manera, plataformas como Glovo estan desarrollando una cosa inédita: el primer sindicato anarco-capitalista de la historia.

Según la asociación RidersXDerechos, estas asociaciones están promovidas por la propia patronal. Daniel Gutiérrez aporta este video como muestra de que los directivos de Glovo recomienda a los trabajadores integrarse en estas organizaciones afines.

Esta práctica sindical recuerda a las viejas tácticas de la burguesía catalana en los años diez y veinte, cuando los patrones intentaban (no siempre de forma amigable) que los proletarios se hicieran del Sindicato Libre y no de la Confederación Nacional del Trabajo. Hemos cambiado las pistolas por algoritmos, pero las amenazas y las manipulaciones sobre los trabajadores vuelven a emerger.

Capitalismo de plataformas

La pandemia de la Covid-19 ha supuesto una aceleración tecnológica y una expansión del llamado capitalismo de plataformas. Cómo debatíamos al episodio del podcast Suavidad Universal que grabamos allá hacia mayo de 2020, las plataformas habían conseguido ganar un peso muy significativo en el desarrollo del capitalismo bajo las condicionas pandémicas.

Las plataformas son fruto de un mundo donde se creen la precariedad y la tecnología, en continua aceleración. Después de la crisis de principio de siglo, los trabajadores precarios tienen sueldos bajos y una gran incertidumbre, pero tienen acceso a su Smartphone, desde el cual pueden pedir comer a domicilio si están cansados para cocinar con Deliveroo, vender objetos que ya no vuelan a WallaPop o buscar futuras parejas sexuales en Tinder.

¿Pero de que hablamos cuando hablamos de plataformas digitales? En su obra, Capitalismo de Plataformas, Nick Srnicek plantea que, en la fase actual de desarrollo tecnológico del capitalismo postfordista (es decir, donde las fábricas se deslocalizan a otros lugares del mundo con pocos derechos laborales) las plataformas como Uber han adoptado un papel protagonista. Srnicek describe a las plataformas como infraestructuras digitales que permiten que dos o más grupos interactúen.

El capital financiero, a partir de los años noventa y en plena globalización, apuesta por un nuevo activo que gana valor: los datos. La gestión de datos masivos a través de algoritmos permite a las empresas buscar un coste marginal cero, es decir, negocios con costes tendentes a cero, pero con grandes beneficios que atraigan el interés de inversores. Son empresas extremadamente austeras, puesto que los costes se reducen a una infraestructura digital capaz de interconectar a diferentes agentes.

Pero esto genera un ciclo en el cual más usuarios engendra más usuarios, el que conduce a plataformas que tienen una tendencia natural monopolística. También otorga a las plataformas una dinámica de acceso cada vez más grande además actividades, y por tanto además datos. Por otro lado, la capacidad de escalar rápidamente de muchos negocios de plataforma al basarse en la infraestructura preexistente y en costes marginales baratos suponen que hay pocos límites naturales para el crecimiento.[ii]

¿Pero, con qué alternativas nos podemos confrontar a las plataformas?

Ivan Miró ha propuesto la necesidad de generar una alternativa cooperativa y social al capitalismo de plataformas, proponiendo el que cautelarmente podríamos denominar un “cooperativismo de plataformas”. Si bien existe Mensakas, una cooperativa de mensajeros que tiene un grandísimo potencial, la mera creación de una cooperativa y su potenciación no supone el fin de la precariedad terrible que sufren los trabajadores de las plataformas como Glovo.

Algo más

El día 15 de Diciembre diferentes medios, como La Vanguardia, El Periódico o el diario Ara han publicado entrevistas a Oscar Pierre, CEO de Glovo. Como es habitual, Pierre se mantiene en la línea de defender que sus trabajadores son libres para ser autónomos, y pide un «término medio entre asalariado y ser autónomo». Si Glovo prueba de limpiar su imagen pública, es porque sabe que es difícil de defender en público que miles de trabajadores que van sobre ruedas no tengan las medidas adecuadas de prevención de accidentes, o no tengan derecho a vacaciones ni a bajas de maternidad. Por mucho que se pueda insistir en discurso más propio del coaching de la autonomía personal y de hacerse a uno mismo, al final la realidad se impone y los trabajadores piden lo mismo que pedían en el pasado.

No parece que se pueda describir la actuación de Glovo con otra expresión que no sea dura. Criminalidad. Vulneración de los derechos fundamentales de los trabajadores. ¿Qué pueden hacer los sujetos emancipadores cuando una plataforma digital se niega a asumir el estado de derecho? ¿Qué hacer cuando las sentencias del ordenamiento laboral no son suficientes? ¿Qué pasaría si Glovo se niega a cumplir una futura ley que incluya al riders en el estatuto de los trabajadores?

Pero siempre hay algo más.

Sin duda, como ha dicho hace poco César Rendueles en la Fira Literal necesitamos un ejército de inspectores de trabajo para perseguir las vulneraciones de las garantías legales que protegen los trabajadores. Pero no es suficiente. Si una plataforma digital se rebela contra la soberanía popular, podría ser el momento para plantear la disolución de su figura jurídica por la vía penal y decomisar sus bienes.

Seguramente al plantear esto, muchos juristas liberales pondrían el grito en el cielo y afirmarían, indignados, que esto que lo que se plantea va en contra de todas las garantías legales y procesales habidas y por haber. Societas delinquere non potest, las sociedades no pueden delinquir, dirían los juristas como si decir una cosa en latín significara que es más cierta. Los mismos juristas ultra-garantistas que no suelen criticar nunca los desahucios que se llevan a cabo bajo actuaciones legalmente dudosas.

Cómo explican Tombs y White, las empresas sí que pueden delinquir [iii]. Su irresponsabilidad es un hecho estructural, construido expresamente para esconderse bajo “escudos corporativos” que los mantienen por fuera del radar de la ley. El origen clasista del Sistema Penal condiciona que los artículos que defienden los derechos de los trabajadores (en el caso del Código Penal español, artículos 311-318) se apliquen. ¿Puede ser el Código Penal, bajo ciertas condiciones, ser una herramienta en manos de la clase trabajadora? Las fórmulas para intervenir sobre la criminalidad que comete Glovo seguramente son variadas y no tenemos todavía una respuesta clara sobre qué hacer. Lo que deberíamos tener claro es que si una empresa como Glovo vulnera las leyes que protegen a los trabajadores, es lícito que esté sobre la mesa la posibilidad de detener su actividad. No simplemente por una defensa formalista del estado de derecho, sino porque las leyes laborales son conquistas de las clases populares.

Estamos a pocos meses de las elecciones en el Parlament de Cataluña. No hay duda, estamos en un momento adecuado para reflexionar como país en qué modelo económico queremos, y en porqué la vida de Oscar Pierre vale más que la de un trabajador precario. La soberanía popular tiene que servir para dar seguridad a los que sufren la precariedad y luchar contra los que se sienten impunes.

Referencias

[i] https://www.genbeta.com/actualidad/accidente-trafico-vs-accidente-laboral-protestas-atropello-mortal-rider-mochila-glovo-barcelona

[ii] Srnicek, N. (2018). Capitalismo de plataformas. Caja Negra.

[iii] Tombs, S., & Whyte, D. (2016). La empresa criminal: por qué las corporaciones deben ser abolidas. Icaria.

 

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