Por Eloi Gummà, Jaume Montés y Roc Solà
Jordi Serrano Blanquer (Sabadell, 1958) es historiador y rector de la Universitat Progressista d’Estiu de Catalunya. También ha sido secretario general del Moviment Laic i Progressista, fundador y presidente de la Lliga per la Laïcitat y director de la Fundació Ferrer i Guàrdia. Recientemente ha publicado el libro Carta a un republicano español. La revuelta catalana. Unos meses que estremecieron a España en Ediciones Bellaterra, con un prólogo de Xosé Manuel Beiras. La entrevista, que puede leerse en catalán aquí, fue realizada a finales de julio acompañada de un memorable arroz al horno.
Tal vez lo primero que llama la atención de tu libro es el título: Carta a un republicano español. ¿Qué es lo que te ha llevado a escribir este libro, en castellano y publicado en una editorial semiacadémica, y en quién pensabas cuando lo estabas escribiendo?
El origen del libro son principalmente dos experiencias. La primera fue un debate en el que participé en Aragón el año 2017, donde se discutía la coyuntura política en Cataluña y lo que me planteaba era cómo explicarlo a la gente de izquierdas de allá. La segunda fue una visita que hice en Valencia, donde también me pidieron que les explicara lo que estaba pasando en Cataluña. Entonces me doy cuenta de que tal vez no se estaba sabiendo explicar demasiado bien hacia fuera lo que estaba ocurriendo aquí, que la capacidad de análisis sobre el presente también era limitada y que a veces hay miradas de memoria de pez sobre lo que pasa. Escribo, pues, el libro en castellano por esta primera razón y también porque me colocaba en una posición de cierta distancia, ya que normalmente escribo en catalán, lo cual hacía que cuando me ponía a redactar no lo hacía orientándome directamente hacia una dirección y dando por supuestas demasiadas cosas.
Sin embargo, el prólogo lo escribe un “gallego de nación”. ¿Por qué le pediste a Beiras que prologara esta carta?
Se lo pido porque Beiras es un referente intelectual muy importante para la izquierda española, al menos de dos generaciones: por una parte, de la generación del antifranquismo y, por otra, es uno de los padres espirituales de la generación del 15M. Y esta generosidad que él tiene es muy poco común en Cataluña y España, en tanto que pienso que mi generación ha sido muy egoísta.
Ya habías dicho en otras ocasiones que tu generación ha sido la más egoísta de la historia. ¿Por qué?
Yo creo que todos los padres siempre han querido que sus hijos vivieran mejor que ellos, pero es algo que se rompe con la generación que sale de la Transición —hablo de la gente de izquierdas; criticar a los de derechas sería demasiado fácil—. Esta generación comienza a hacer política muy joven y se topa con el hecho de que no tienen casi referentes ni formación, ni tampoco saben nada de la naturaleza del poder, porque no habían tenido una generación anterior que les explicara. Y el poder los atrapa en la medida que transforma la forma que tienen de entenderse a sí mismos y la relación con los demás.
Así pues, esta generación se aferra al poder y no se va hasta que biológicamente ya no aguanta, y por el camino impide que cualquier otra persona tire adelante. Y la gente que quiere transformar el mundo piensa que la generación que lo terminará transformando son los jóvenes, y esto pasa con todas las generaciones excepto la mía. Ha pasado en el mundo de la política, en el de los medios de comunicación, en el mundo cultural, en la universidad —donde no solo impiden el relevo, sino que una parte de este relevo se hace en condiciones lamentables—. Han envejecido muy mal y cuesta mucho encontrar hoy en día referentes de esta generación. Lo que esto provoca es que los relevos se tienen que hacer desde fuera, lo cual genera también dificultades de aprendizaje que hacen que algunos errores se vuelvan a cometer.
Explicas que hiciste mítines con el PSUC a favor de la Constitución. También, citando a Fontana, dices que “Cataluña cayó en la ilusión de que aquello era el comienzo”. ¿Qué lectura hacíais entonces de las posibilidades o esperanzas que la cimentaban? ¿Cuándo crees que comenzaron a agrietarse? ¿Qué factores estructurales, de profundidad, crees que diferencian la situación de 2021 de la de la Transición?
Creo que el problema de entonces era que no éramos suficientes, y esto no se ha explicado bastante. Los efectivos del antifranquismo militante eran muchos teniendo en cuenta lo que se jugaban, pero eran pocos en relación a la población. Si todos los que dicen que corrieron delante de los grises lo hubiesen hecho, seguramente habríamos llegado a otra situación. Pese a ello, yo continúo defendiendo que aquella Constitución fue un avance. Los fascistas estaban en contra. Jordi Solé Tura ya explicaba el papel del ejército a la hora de poner límites durante la ponencia constitucional. La correlación de fuerzas era la que era y hay un error que se comete hoy que el mismo de entonces. ¿Qué quiere decir la correlación de fuerzas= no son solo los votos. Aunque una mayor parte de la gente de España quisiera la democracia, la hegemonía la tenían los otros gracias al control de todos los aparatos del Estado. Y este mismo error se comete también ahora. Gramsci ya hablaba de la magistratura como un componente clave de la hegemonía, también decía que la historia enseña pero no tiene discípulos… Ahora bien, es verdad que yo no me habría imaginado nunca que de aquella Constitución se pudiera derivar el 155.
«Yo no me habría imaginado nunca que de aquella Constitución se pudiera derivar en 155»
En una entrevista reciente, decías que “nuestro problema es que no sabemos ver las victorias”. En el libro, comentas que hemos conseguido “la mayor victoria republicana desde 1939”. ¿Qué victorias ves en la última década? Por qué crees que —aun cuando sean parciales o no se hayan realizado los objetivos finales— es importante saber verlas?
En los últimos años, hemos conseguido, entre otras cosas, que la capacidad de control de la Iglesia sobre las mentalidades colectivas se acabe en Cataluña y que esté en tendencia de terminarse en España; los matrimonios civiles, por ejemplo, crecen exponencialmente. A pesar de ello, la Iglesia continúa teniendo mucho poder político y eocnómico. Creo que eso refleja el hecho de que una educación en libertad y democrática hace que la gente se comporte en relación al hecho religioso como antes de 1939. De la misma forma, en los últimos diez años, se ha producido un proceso parecido con el republicanismo. Por una parte, florecen las nuevas generaciones en España que se declaran republicanas y, por otra, hay un proceso en Cataluña derivado del hecho nacional que hace que la derecha descubra que, para conseguir la independencia, se tiene que ser republicano. A mí me hace gracia, porque una derecha republicana y antisistema es un oxímoron. Entonces, ahora ellos tienen el problema y la izquierda, en cambio, está en el lado correcto de la historia.
¿Cómo ves el régimen? Crees que tiene una mala salud de hierro o, por lo contrario, podemos estar sentados sobre un polvorín?
Me parece que si la pirámide de edad no estuviese invertida ya habríamos hecho un referéndum aquí y habría una República en España. Pero lo que me ha sorprendido es que pensaba que los hijos y nietos de los franquistas no serían igualmente franquistas y que si volvía una extrema derecha en España sería en una forma que no la reconoceríamos demasiado, más moderna. El problema es que, hoy en día, esta gente tiene unas dimensiones muy grandes en los aparatos del Estado; tan solo hay que mirar la comandancia policial durante el 1 de octubre o las historias de los miembros del Tribunal Constitucional. Yo creía que todo eso estaba más erradicado, de modo que, para mí, se trata de una enmienda retrospectiva muy grande a toda una generación que no supimos verlo.
«Yo pensaba que si volvía una extrema derecha en Espala sería en una forma más moderna»
En el libro también pones mucho énfasis en la etapa del tripartito. ¿Qué crees que representó el proyecto de reforma del Estatut y las tesis de Carod y Maragall, las cuales confluyeron en aquel gobierno de coalición? ¿Qué simbolizaron aquellos años en relación a la construcción del régimen y a los sucesos de la última década?
Para la gente de izquierdas que vimos cómo Pujol mandaba durante 23 años —cuando encima pensábamos que en Cataluña había una hegemonía de izquierdas— el tripartito fue una gran alegría. Durante el período se hicieron muchas políticas sociales y creo que quedará como el septenio progresista de esta etapa, a pesar de que todos los aparatos mediáticos jugasen en su contra. En cuanto al Estatut, ERC era el partido que había dicho previamente que quería hacer una reforma del mismo y hubo un acuerdo en el que ERC se comprometió con el PSC a explorar el camino del federalismo hasta donde se pudiera, y eso es lo que hicieron. En realidad, si el Estatut que salió del Parlament se hubiese aprobado tal cual, no habría pasado nada. La sentencia del TC al final fue contra el PSC y contra Montilla: el proyecto federalista más razonable de las tres izquierdas catalanas. Y por eso hoy hay tantas dificultades en el PSC para hacer una propuesta, porque se tiene que enfrentar al TC.
Una de las cuestiones que recorren tu libro es la de relacionar el 15M y la eclosión del soberanismo y el independentismo en Cataluña. En este sentido, mencionas que, en las elecciones generales en las que Podemos sacó sus mejores resultados (diciembre de 2015), lo hizo con muchos votos independentistas de Cataluña. También hablas de otros momentos, como el 1 y el 3 de octubre, en los que se produjo este frente amplio. ¿Qué tareas tenemos por delante en este aspecto?
Hacer un análisis correcto de lo que pasa es el primer paso y el hecho de que, en 2015, más de 300 000 independentistas votaran para que Pablo Iglesias fuese presidente es muy relevante. Después hay otro fenómeno, que es la pérdida del miedo. Las generaciones que han impulsado tanto el 15M como el “procés” son aquellas menores de 60 años que no tuvieron experiencia política durante la dictadura, y esto es en parte lo que les ha permitido explorar sus límites. Si nos fijamos, es la misma mano negra la que actúa contra Podemos y contra los independentistas, y a mí me enfada mucho que ciertos sectores del independentismo carguen tanto contra Podemos, porque defender la autodeterminación fuera de Cataluña tiene mucho mérito, de modo que los tendríamos que ver como aliados y cuidarlos.
«Defender la autodeterminación fuera de Cataluña tiene mucho mérito»
Has dicho que “la frontera entre la democracia y el neofranquismo es la República”. ¿Por qué lo ves así?
En Cataluña y, en buena medida, en España, ser republicano siempre ha implicado ser de izquierdas, porque con la monarquía nada de eso era posible. Y no es un tema de disquisiciones ideológicas o académicas, es una constatación histórica y práctica de lo que hemos vivido aquí.
Te leo otra frase del libro: “creo que algunos se plantean retos imposibles, aún más difíciles que la independencia de Cataluña, como es un supuesto federalismo monárquico desde un republicanismo no practicante”. ¿Por qué existe este republicanismo no practicante del que hablas? Si las bases del PSOE son manifiestamente republicanas, ¿por qué el partido no ha adoptado su defensa como un punto central de su programa?
Las juventudes del PSOE siempre, en todos los congresos, han hecho una enmienda republicana; es como una tradición. En Cataluña, a menudo hemos tenido más pluralidad de opciones políticas, pero los votantes socialistas en España son, muy directamente, hijos y nietos de los “rojos”. Es por eso que siempre sale esta pulsión republicana, pero el aparato del partido que está muy instalado en el Estado— lo frena. Pero eso puede cambiar de un día para otro, porque el PSOE tiene el peligro de que, si defiende demasiado a la monarquía, puede acabar cayendo con ella; y no creo que sean tan estúpidos como para vincular una cosa con la otra. Yo creo que estamos mucho más cerca de los que nos parece y, además, Felipe VI ha cometido el error de vincular su pervivencia a la extrema derecha. Y con el tema de la corrupción, si fuese el presidente de una República ya tendría muchos motivos para haber dimitido.
“Si el PSOE defiende demasiado a la monarquía, puede acabar cayendo con ella”
En el libro te defines como “independentista accidental”. Ahora bien, en la mejor tradición comunista, la autocrítica es ineludible. A tu parecer, ¿qué errores ha cometido el movimiento soberanista en estos últimos años?
Digo que soy independentista accidental porque yo vengo de la tradición federalista y, en el fondo, creo que el independentismo y el federalismo son lo mismo. Esto está muy lejos del imaginario colectivo catalán, pero negarlo es negar la ley de la gravedad. ¿De dónde surge el independentismo si no? Aquí tenemos una tradición sobre el republicanismo y el federalismo acojonante, con libros doctrinales muy buenos, aportaciones de Pi i Margall similares a las de John Stuart MIll desde el punto de vista de qué es la libertad. Incluso los independentistas como Roca i Farreras se definen como republicanos federales, y de aquí es de donde surge todo. Esto es algo que, hasta 1939, sabía todo el mundo; y ahora nosotros no lo sabemos. Por tanto, si hiciéramos un análisis correcto de esto, tal vez encontraríamos algunas soluciones. Otra crítica sería la ingenuidad de pensar que con los votos es suficiente para conseguir la hegemonía o que después de las elecciones plebiscitarias en las que no se llegó al 50 % no se reconsiderase nada o no prever la reacción del Estado. Pero sabemos que son errores porque alguien hizo alguna cosa.
Y, después, por lo que respecta a la respuesta del Estado, es interesante recordar que Suárez tardó solo veinte días tras el 11 de septiembre de 1977 en derogar la ley franquista de 1938 que liquidaba el Estatuto de Autonomía; al cabo de un mes volvió Tarradellas —que no es verdad que lo trajese la derecha, sino que él volvió porque había un millón de personas en Paseo de Gracia—; y dos años después se aprobó el Estatut. Eso es una respuesta, mientras que ahora llevamos seis o siete años de manifestaciones multitudinarias y aún no hay ninguna respuesta por parte del Estado.
También nos ha llamado la atención que una de las cosas que criticas del independentismo es que debería revisar su visión de la Transición. ¿A qué te refieres con esto?
Me refiero a que nos podríamos haber ahorrado el 6 y 7 de septiembre, porque la tradición en Cataluña es salir a un balcón y proclamar la República. Para hacer esto no puedes solo tener un 47 %, pero hay cierto error —que es el mismo que le ocurrió a Amadeu Hurtado con la Ley de Contratos de Conreo en 1934— que es no darse cuenta de que se trata de un conflicto político y no de un tema puramente jurídico. Los conflictos políticos se deciden políticamente. Pero, en cualquier caso, si no hubieran hecho nada, no sabríamos lo que sabemos hoy: que necesitamos la República si queremos hacer un referéndum de autodeterminación. Porque cuando Companys y Macià proclamaron la República en 1931, los republicanos españoles no enviaron el ejército. Por tanto, hace falta una gran alianza republicana para acabar ejerciendo el derecho a la autodeterminación; simbólicamente, esto fue muy evidente cuando el 3 de octubre salió el rey.
«Hoy sabemos que necesitamos la República si queremos hacer un referéndum de autodeterminación»
Una de las enseñanzas principales que se pueden extraer del libro es cuando dices que “la democracia no se conquista una vez y ya está, no se tiene una vez del todo y dura para siempre. Se puede tener un poco, limitadamente, o mucho. Aunque puede perderse en cualquier momento”. ¿Por qué es importante que lo tengamos presente?
Primero, porque tenemos que reconocer que cuando las cosas han cambiado es porque ha habido grandes organizaciones que han dado miedo a los poderosos, como cuando, por ejemplo, se crea el Estado del bienestar dada la fuerza del movimiento obrero y el peligro que hubiesen nuevas revoluciones. No obstante, Fontada decía que el problema, después de 1970, era que los poderosos nos habían perdido el miedo. Y, segundo, el hecho de que hay momentos en los que se producen avances y momentos en los que se producen retrocesos. Por ejemplo, con el tema del feminismo, que cuando pensábamos que ya no había problema, simbólicamente surge la manada y se tambalea todo. Y tenemos que pensar que hace diez años el feminismo no era tan fuerte como hoy en día.
«Fontana decía que el problema, después de 1970, era que los poderosos nos habían perdido el miedo»
Actualmente, no solo con el tema nacional, los peligros de retrocesos son inmensos: solo hay que echar un vistazo a Amazon, que funciona como una empresa feudal con súbditos. Por eso hay que mantener una tensión constante, se necesita organización, y tal vez confiamos excesivamente en los medios de comunicación (que ahora ya nos hemos dado cuenta de que todos los convencionales son de derechas) y en las redes (que están en manos de la derecha porque son un negocio suyo y porque la simplificación de la discusión política lleva a que gente como Trump sea presidente, ya que no se puede ser de izquierdas con tuits de 280 carácteres). También ha habido cierto paternalismo con los jóvenes, diciéndoles que no leen porque tienen las redes; pero alguien tiene que empezar a decir que, si no quieren que los manipulen, lo que tienen que hacer es leer libros con muchas notas a pie de página.
Para terminar, también querría decir que pienso que la gente independentista y la gente que no lo es debería ir acostumbrándose a convivir con la diferencia. Y, pese a que siempre pondrás un límite, en un entorno democrático todo el mundo lo debería pregonar.
Rueda de reconocimiento republicana
Ramon Xaudaró.
Un “rebelde primitivo”. Hay un error del marxismo catalán, que es considerar todos estos republicanos de izquierdas del siglo XIX como pequeño-burgueses, y esto los elimina. Además, tampoco saben que el mismo Engels se dio cuenta del error de llamarles socialistas utópicos; para él, el primer socialista español fue Pi i Margall. Al final, los revolucionarios son aquellos que quieren hacer la revolución: Ramon Xaudaró intenta hacer una Constitución republicana para España y lo terminan fusilando.
Abdó Terrades.
También es de estos personajes que, si estuviéramos en Francia, se harían muchas películas; en cambio, aquí está costando mucho reivindicarlo. Fue el primer alcalde republicano de Cataluña y de España. Cuando llegó a la alcaldía de Figueres, quitó la subvención a la Iglesia católica, acabó con la procesión de los corpus y cogió el dinero y lo dedicó a hacer una suerte de banco de alimentos y comedores populares. Ganó y aplicó su programa; en cambio, ahora cuando manda la izquierda parece que tenga que pedir perdón todo el día, como si estuviese de alquiler, y le cuesta mucho aplicar sus programas. Es algo que hasta 1939 la izquierda no tenía.
Josep Anselm Clavé.
Conocemos a Clavé por los coros, y esto es un atentado. Clavé no solo quería sacar a los obreros de las tabernas y hacerlos cantar, Clavé quería la revolución socialista y comunista y por eso hacía los coros. Y si Pi i Margall hubiera llegado a gobernar durante más tiempo, en Cataluña habría habido un Estado catalán pactado sinalagmáticamente con la República española y probablemente Clavé habría sido el presidente de este Estado catalán.
Narcís Monturiol.
Otro ejemplo de lo que decíamos: todo el mundo lo conoce por el submarino, pero él quería eliminar las clases sociales y navegar bajo el mar. Lástima que Monturiol solo consiguió lo segundo, pero era gente que no iba con eufemismos. Tiene un texto que se titula “Mi credo comunista”. Y, además, todos estos eran anticlericales. Hay una parte de la izquierda de la Transición y de la democracia que formaba parte de la Transversal Montserratina que se estremecía cuando leían a esta gente, porque eran mucho más modernos que la clase política actual.
Josep Narcís Roca i Farreras.
Es un gran desconocido a pesar de que escribió más de mil artículos, y yo creo que es porque era demasiado moderno. Era anticlerical, republicano federal y, además, no eran capaces de entenderle. El republicanismo federal del siglo XIX se termina con el siglo y empieza un nuevo republicanismo. Hacia el año 1910, después de la Semana Trágica, hay una reflexión de Gabriel Alomar que dice que el gran error del catalanismo es haber ido hacia el centro. Y este grupo de gente coge y, entre su actividad como abogados defendiendo a la CNT y a los rabassaires y su acción política, fueron haciendo giros hasta que el Partido Republicano Catalán se termina adhiriendo a la Tercera Internacional. Todo esto anticipa la victoria de ERC en 1931, la Segunda República y el Frente de Izquierdas.