«La tendencia autodestructiva del capitalismo moderno Empieza con la gran empresa»
John Keneth Galbraith, La Cultura de la Satisfacción
A continuación podréis leer un artículo bastante ecléctico. Con una primera parte de datos que creía interesantes para saber en qué momento estamos, y que progresivamente avanza hacia una descripción más narrativa pero no menos rigurosa en cuanto a lo que se cuenta. La idea marco de todo el artículo es la tendencia aniquiladora de las espirales de acumulación y centralización del Capital con todos los males que genera en su desarrollo, también en estos tiempos pandémicos. Encontraréis un pequeño homenaje a la Comuna de París y por último una proclama a una determinada acción y estrategia política.
2021 una odisea pandémica
Pasado 2020, un año no hábil como diría Berto Romero, tenemos un panorama económico potencialmente terrible, sólo paliado por los mecanismos empleados por los Estados. Para hacernos una idea aquí tenemos un gráfico de la caída del PIB por sectores en Cataluña.
La fuerte caída del PIB catalán se debe sobre todo al peso que tienen los servicios expuestos en la interacción social y más afectados por las restricciones (servicios de alojamiento, restauración, actividades de ocio y comercio) y por la importancia del turismo extranjero. El descenso del turismo ha sido muy intensa, ha caído un 79,4% anual en el periodo de enero a noviembre. Es decir, la falta de una diversificación ya sea potenciada por una clase empresarial con visión al largo plazo o de un Estado emprendedor con capacidad de guiar la producción hacia sectores llamados más resilientes, hace que la tendencia al monocultivo empresarial haga más débil el tejido productivo ante obstáculos inesperados.
Esto se traslada necesariamente al trabajo. Los datos del paro del mes de marzo ya recogían los primeros efectos de la covid19 sobre el mercado de trabajo: el paro registrado se incrementó en casi 22.000 personas y se destruyeron 130.000 puestos de trabajo, con una caída de afiliación a la seguridad social de un 4,1% desde el 12 de marzo, como consecuencia de la avalancha de despidos de trabajadoras y trabajadores que se produjeron los primeros días de la crisis sanitaria. El último dato del paro registrado en Cataluña (febrero de 2021) lo sitúa en 512.290 personas, 117.076 más que el año anterior (un 29,62% más) y se han perdido 81.831 puestos de trabajo en un año, con una afiliación actual a la seguridad social de 3.360.902 personas (último día del mes). Aquí puede ver un gráfico del Informe de UGT Un año de Covidien-19: impacto laboral, económico y social, donde marca la evolución de paro y afiliación a la seguridad social en Cataluña.
Resulta curioso que a estas alturas en la mayoría de informes sobre mundo laboral cada vez hay más sectores precarizados o en riesgo de precarización. Una «juventud» que se alarga en términos estadísticos hasta los 35 años y un riesgo elevado para la reincorporación laboral que baja hasta los 45 años, lo que lleva a preguntarse quién mantiene hoy en día una situación laboral relativamente segura. La respuesta sería muy poca gente, y ello sin duda han contribuido una pérdida de fuerza negociadora de los trabajadores debida a dos factores: la constante mejora tecnológica y de gestión y, sobre todo, una pérdida de capacidad negociadora, de la negociación colectiva. Situación forzada por dos reformas laborales que sólo han traído unas condiciones más duras para los trabajadores sin acercarnos hacia una situación de pleno empleo.
Cataluña y España refuerzan una identidad común terrible, una anomia siguiendo la terminología de Durkheim, donde el pobre, que representa un porcentaje elevado, elevadísimo si vemos la gente en riesgo de pobreza y de perspectiva vital en peligro, se mantiene bajo sospecha. Una Inquisición de los ideales de un capitalismo con una función social inexistente, que hace que de nuevo me venga a la cabeza la frase de Bakunin a Dios y el Estado: cuanto más rico es el reino de Dios, más pobre el mundo de los mortales . El Reino de Déu ya no llega con la muerte, llega después de los esfuerzos personales para encajar en las demandas del mercado, el mito de Sísifo, y cuando vuelve a caer la roca nos queda el coaching o los ansiolíticos en una sociedad en la que el suicidio es la causa de muerte de más de 3500 personas cada año.
Está claro que la legislación no ayuda, no hay derechos para los pobres. Como decía Galbraith en La Cultura de la Satisfacción, al que pide 10.000 $ se le revisa de pies a cabeza, al que pide 10M $ se le presupone una inteligencia superior y apenas pasa filtros. El resultado como explica Galbraith es que los peores errores siempre se dan con los de arriba. Pero el Estado no se queda corto, incluso a un gobierno como el actual con «ministros comunistas» como se dice en algún canal de Youtube. Una muestra es el IMV. Otorgado sólo a los más pobres de los pobres y en una situación que debería estar ya protegida dentro de cualquier democracia. Aquí el gráfico del mismo informe antes citado de la UGT.
Un Estado carente de inversión tanto en contratación como en herramientas solventes para dar respuesta a necesidades de tramitación. En cambio el Estado ha salvado el sistema (y de paso a las personas) del colapso manteniendo un cierto nivel de circulación, garantizando salarios e ingresos en las empresas.
Política monetaria al rescate, política fiscal ya veremos
A comienzos de abril, el New York Times abría su edición hablando de la voluntad de Joe Biden de crear un impuesto global de 21% para empresas transnacionales y obligarlas a cotizar allí donde generan los beneficios, independientemente del país donde esté su sede. En realidad la propuesta de Biden es coherente con las necesidades de su país: después de una política monetaria activa, hay una política fiscal que haga cobertura. Aunque recuerda demasiado a la famosa frase de Sarkozy de reinventar el capitalismo y la lucha contra los paraísos fiscales que quedó en nada.
En Europa en cambio ya se empieza a debatir sobre cuándo retirar el dique de contención de la política monetaria «sin perjudicar la recuperación». La clave es que medidas como el Programa de Compras de Emergencia para la Pandemia (PEPP) ha roto con la barrera que suponía Maastricht entre política monetaria y fiscal, poniendo nerviosos a miembros del Comité Ejecutivo como el holandés Klaas Kloten. En España, «la eventual retirada de estímulos nos podría coger en peor situación que otros países» decía Óscar Arce, director de Economía y Estadística del Banco de España en un artículo en El País. Y es que como dice el economista alemán Clemens Fuest, «la política monetaria tiene efectos limitados a una situación con tipos de interés cero o negativos, la clave para impulsar la recuperación la encontramos en la política fiscal».
La política monetaria tiene que hacer frente a otro peligro, y es la debilidad de la hegemonía del dólar frente al yuan. El PIB de China a precios internacionales, superó al de los Estados Unidos en 2014 y todavía crece más rápido que la de EEUU y de Europa y la atracción económica de China sobre el resto del continente cada vez es más importante. Así como a finales del siglo XIX EE.UU. eclipsó a Reino Unido como principal socio comercial global, hace tiempo que China ha superado a EEUU en este aspecto, en este sentido el problema principal según Kenneth Rogoff (ex economista principal del FMI) es la falta total de previsión ante esta transición, un recordatorio más de los principios expuestos por Galbraith en la Cultura de la Satisfacción.
La política fiscal global es imprescindible, incluso, para mantener la viabilidad del estado de las cosas. Como recuerda Paul Krugman en un artículo reciente, aproximadamente, del 40% de la inversión extranjera directa o inversión empresarial transfronteriza, es inversión «fantasma», o sea, ficciones contables creadas para evadir impuestos, lo que ha generado una competición a la baja entre países en la lógica harveyana de «creación del mejor entorno empresarial». Por eso sobre el papel, Luxemburgo, con sólo 600.000 habitantes, recibe más inversión extranjera que EEUU. A continuación un gráfico que muestra la evolución de la tasa nominal promedio por regiones (Fuente El País extraído de datos de la OCDE).
En definitiva, podemos decir que sin un control de la pulsión centralizadora de la riqueza, las mal llamadas economías de mercado acabarían estrangulando el propio mercado en una tendencia a una especie de feudalismo digital dominado por unos pocos actores globales. El problema reside en que una política fiscal moderadamente expansiva va contra los principios del actual estado de las cosas y, sin duda, contra la lógica de acumulación por desposesión. Aunque también puede servir de salvaguarda frente a la tendencia autodestructiva de los mercados no regulados, como fue la ley Glass-Steagall durante la presidencia Roosvelt y sobre la que parece que Biden quiere inspirarse en sus reformas.
La acumulación por desposesión en la era pandémica
La Comuna de París, que ha hecho 150 años, fue reprimida con una ferocidad espeluznante, el resultado fue la remodelación urbanística total de París para facilitar que pasara de una economía de gremios artesanos en una economía de especulación inmobiliaria, con el surgimiento de una nueva forma de capitalismo dominado por las altas finanzas y la moderna cultura del consumo, como nos explica Harvey a su obra París, capital de la modernidad, editado en español por Akal. En otras palabras y siguiendo la hipótesis de Polanyi, rompiendo los lazos sociales de protección frente al mercado. Obviamente mediante el recurrente ejercicio de acumulación por desposesión. La brutal represión facilitó este ejercicio de desposesión y la acumulación. La brutalidad 2021 no ha desaparecido sino que ha mutado de forma y la acumulación por desposesión sólo ha hecho que ampliarse en escala, en coherencia con la lógica de la espiral del capital.
Este recordatorio de la Comuna parisina no es sólo un pequeño homenaje, es un ejemplo de cómo operan las lógicas del Capital sin importar mucho el tiempo o el espacio. Actualmente podemos hablar de lo ocurrido con las farmacéuticas, en un recordatorio de lo que decían Paul Baran y Paul Sweezy en su libro El Capital Monopolista, de 1966. Allí exponían como las grandes corporaciones no son ni competitivas, ni eficientes y muy menos promotoras de innovación. Por el contrario son entidades mayoritariamente conservadoras y que evitan el riesgo. Además, absorben grandes cantidades de fondos públicos y se aprovechan de los sistemas nacionales de educación para extraer el máximo beneficio, así como suelen trasladar al sector público los costes o directamente la investigación o esperar a que pequeñas empresas sean innovadoras para un vez ven posibilidades de éxito hacerse con ellas manteniendo la lógica acumulativa y centralizadora.
Tal cual ha pasado con las farmacéuticas que han trasladado más del 90% de los costes de investigación para encontrar vacunas al sector público, para luego colocar el producto en contratos secretos. Una corrupción del capitalismo que se ha convertido en un juego donde una minoría legaliza las trampas para ganar mientras la mayoría nos encontramos con unas reglas rígidas. A Esta fórmula se debe añadir el fondo de inversión Blackstone, el principal propietario de viviendas en España, que resulta ser uno de los principales accionistas dentro de estas farmacéuticas.
Una realidad que se vuelve aún más sangrante si tenemos en cuenta la realidad global con países que todavía no han iniciado la vacunación y que ya no piden una mano en occidente, sino en la potencia del siglo XXI, China. Un país que a pesar de sus deficiencias democráticas se muestra abierto a la liberalización de las patentes empezando por las vacunas desarrolladas allí.
Por otra parte, la UE y sus fondos de recuperación apuntan a la creación de más alicientes en la espiral de acumulación y centralización. Buena parte de las respuestas y de los estímulos van enfocados a una solución tecnoutòpica. Cuando se habla de las maravillas de la digitalización, de la Inteligencia Artificial o del Internet de las Cosas, no es que no existan potencialidades. Un buen software de software nos puede facilitar muchas cosas, nos puede dar información que empodera nuestras decisiones y puede generar canales descentralizados de comunicación. Ahora bien, no olvidemos que muchos de los componentes, herramientas y programas los encontramos cada vez más centralizados en su propiedad. Todo depende del marco cognitivo desde el que se aplique, y el algoritmo mayoritariamente parte del marco cognitivo de la aceleración de los ciclos del capital lo que facilita el llamado crecimiento compuesto y que va en contradicción con los límites ecológicos del planeta.
El dinero especulativo vuelve a estar a la búsqueda desesperada de inversiones que aporten rentabilidad, ya sea en criptomonedas, vivienda o materiales necesarios para las baterías eléctricas. Las consecuencias son las esperadas. Ya sabemos que el dinero especulativos que se vertieron en los mercados inmobiliarios, de EE.UU. o de España e Irlanda, tras el crack del mercado de valores de 2001 y fueron uno de los elementos claves a la crisis de 2008. ¿Qué nuevas crisis nos pueden llevar las grandes corrientes sin control de capital a la caza de rentabilidad? Quién hará el papel de China en 2008 construyendo a unas escalas y velocidades más conocidas antes en la historia de la humanidad? ¿Qué colapso ecológico nos viene encima si seguimos igual?
¿Qué podemos hacer?
Hay una lucha por hacer pagar impuestos a los ricos, una lucha a la que responden los ricos y los sectores de la clase satisfecha con una demanda de más libertad frente al Estado. Sin duda la lucha por la redistribución para combatir la desigualdad existente debe mantenerse por muchísimos motivos: la ineficiencia de la desigualdad, el coste de oportunidad de tener población que no puede desarrollar todo su potencial, que las sociedades más igualitarias tienden a ser más felices … Es por eso que nuestra lucha cultural debe ser radical. Radical en cuanto transformar el marco y el significado, también de la libertad para permitirnos avanzar en la sociedad que queremos. Pero tengamos en cuenta que el más radical no es hablar de fantasmas, figura literaria que tuvo éxito en un tiempo determinado. Lo importante es aterrizar el conflicto ideológico en nuestro día a día, en nuestra proximidad más inmediata. Poner de manifiesto los grandes conflictos y contradicciones estructurales en nuestros sufrimientos diarios, inmersos en nuestra rutina. Como ya se ha dicho más arriba, la ruptura entre un superyo capitalista que pide lo imposible y un principio de realidad que nos genera angustia y dispara el consumo de ansiolíticos nos muestra la inhumanidad de estas espirales del Capital. Recordemos la famosa distinción entre valor de uso y valor de cambio. Una sociedad posible y que apunte hacia la necesaria transformación ecosocial es aquella que vuelva a dar el protagonismo al valor de uso y relegue a un segundo plano el valor de cambio. La vida y el vivir como bandera de libertad y seguridad en nuestros proyectos vitales. El tiempo, la salud, el bienestar, la comunidad, los amigos, la familia, la comida, es aquí donde reside la batalla cultural a disputar, es aquí donde se abren los resquicios desde las que podemos romper los moldes de ‘anquilosamiento político y de ortodoxia económica. Es desde la proximidad desde donde nos podemos reconocer como mayoría.