Por Juan Carlos Solórzano
“One day you’ll love me again
Hug me again ‘til the end
One day you’ll beg me to try
One day you’ll realize I’m more than your lover
I’m more than your lover, I’m your friend”
Dua Lipa en One Day ft J Balvin, Bad Bunny
Siempre me he preguntado por qué hemos dedicado tanto tiempo a hablar y debatir en nuestros espacios sobre el Estado, la economía, la revolución… Pero tan poquito sobre el amor. Hablar de amor va más allá de quién se lía con quién (que también), pero sobre todo va sobre cómo nos queremos y de cómo nos relacionamos.
El amor es algo que experimentamos todos y todas, en mayor o menor medida, y que a su vez, es condicionado por el sistema en el que vivimos. La “sociedad cansada” de Byung-Chul Han, el “No tengo tiempo” de Jorge Moruno, la precariedad de Final Feliz de Isaac Rosa o el mítico verso de Rosalía en la icónica Antes de Morirme ft C Tangana: to’ el día working sin descansar, no estoy para nadie no me puedo casar; que afectan a nuestras relaciones sociales.
Durante esta pandemia el amor también ha sido un problema. Uno de los casos más llamativos fue en Italia. Durante las primeras fases de su desescalada limitó los primeros contactos a “afectos estables” que, por otro lado, dejaba fuera las amistades. ¿Podríamos ver a nuestro primo segundo pero no a nuestros amigos? Aquí tampoco nos quedamos atrás, tanto para buscar cómo mantener “el amor». En el primer caso: Tinder se hizo parte de nuestras vidas, citas en el super o para hacer running, alteración en los tiempos de la relación, sexting para que la ficción haga lo que la realidad no podía, o el simbolismo (y confianza) que adquiere bajar la mascarilla para dar un beso… Algunas de estas cosas bien narradas en Desescalada amor (2020) de Anna Pacheco. Pero también se añadían nuevos “retos” a la hora de mantener vínculos: convivencia permanente sin espacio a la intimidad o restricciones que forzaban pasar a las relaciones a distancia. “¿Pedro Sánchez en contra del amor?” leí en Twitter. Cuando hablo de relaciones a distancia no solo me refiero a las de pareja.
Hay muchas personas que han optado por construir un círculo cerrado de contactos basado en amistades y familiares. Por voluntad o la inseguridad de conocer a alguien en este contexto, se priorizan otra serie de vínculos igual de importantes que sirven como grupos de apoyo. Personas en quién poder confiar, llevar una corresponsabilidad, poder acercarse a un poco más de 2m y que te puedan dar un abrazo cuando lo necesites. Estas personas también han sufrido el confinamiento y en varias ocasiones, se han visto alejadas y han pasado diversos momentos de la pandemia solas. Al hilo de esto, según el INE cerca de 5 millones de personas pasaron solas el confinamiento.
“Juro que, juro que, juro que
El tiempo que tú estés dentro yo te esperaré”
Rosalía en Juro Que
No digo nada nuevo si hablo del potencial transformador político del amor, Eva Illouz lo puede explicar mejor en El fin del amor (2020). En primer lugar habla de la libertad emocional que empieza en el siglo XVIII, que cuestionaba las reglas del amor impuestas por la endogamia, la autoridad eclesiastica o tratados económicos/políticos. Esta revolución fue iniciada por novelistas, artistas, filósofos… Estos defendían priorizar los sentimientos que tenemos para elegir a quién amar y comprometernos. Hasta Hegel se posicionó en Filosofía del derecho refiriéndose al matrimonio ético: “el libre consentimiento de las personas para renunciar y la propia personalidad […] y constituir una unidad” (Hegel, 158). Hablamos de revolución por los cambios que produjo en la institución de la familia y el matrimonio como en la esfera económica. Aunque parezca obvio explicar esto, parece que seguimos en viejos debates, todo cambio en lo reproductivo tiene consecuencias en lo productivo. Uno de los fragmentos más citados de Engels en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (2017: 1) lo aclara:
Según la teoría materialista, el factor decisivo de la historia es, en fin de cuentas, la producción y la reproducción de la vida inmediata. […] De una parte, la producción de medios de existencia, de productos alimenticios, de ropa, de vivienda y de los instrumentos que para producir todo eso se necesitan; de otra parte, la producción del hombre mismo, la continuación de la especie
En segundo lugar habla de la libertad/revolución sexual que es más reciente. En esta hay un papel activo del feminismo y sus principios libertarios: “(i) la libertad para sentir y ser dueño de los sentimientos propios, (ii) la libertad para ser el dueño del cuerpo y ejercer el control sobre él […] (iii) la libertad para elegir a las parejas sexuales, así como para iniciar y terminar relaciones a voluntad” (Illouz, 2020: 18-19). Además, se añadieron reivindicaciones como la normalización y reconocimiento de otras formas de sexualidad (movimiento LGBTI) que provocaron cambios dentro del matrimonio y dando lugar a diferentes tipos de familia.
Pero el amor sigue encerrando muchas problemáticas y varias de estas demandas no fueron satisfechas del todo. Las nuevas olas del feminismo han cuestionado la idea del amor, criticando principalmente el llamado “amor romántico”. Dentro de estas críticas podemos encontrar una de las más radicales y con propuestas alternativas: el poliamor. Intentaré resumir las críticas del poliamor al sistema monógamo, a través de Brigitte Vasallo, en 3 características: jerarquía, exclusividad y confrontación:
La jerarquía organiza las relaciones verticalmente, tanto a nivel simbólico como administrativo, empezando por la pareja (vínculo reproductivo), seguido por la familia (vínculo de consanguinidad) y por último, las amistades (vínculo no consanguíneo). Un ejemplo de esto, es el típico amigo/a que cuando encuentra pareja desaparece o nos alejamos porque es más “importante” lo otro. Además, en estas relaciones de pareja el sexo cumple la función de reproducción social, (principalmente heterosexuales) dejando de lado otras funciones del sexo como las recreativas o liturgicas. Esta jerarquía provoca exclusividad. Si hay un amor por encima del resto, significa que mientras alguien ocupa ese puesto, las demás personas ocupan un papel menos importante. Las relaciones exclusivas provocan una confrontación/competencia, lo que nos lleva a la idea de que todo individuo es un adversario. Quién “gana” es porque es la mejor pareja posible y los demás no. Ah, y si esta persona “gana” es imposible que te pueda gustar otra persona porque significa: o bien que ya no te gusta tanto o que no te gustaba “de verdad”. Tanto me quieres, tanto valgo.
Estas dinámicas de exclusión y no-elección las analiza Eva Illouz en El fin del amor (2020) tanto dentro como fuera de las relaciones. La competencia y la libre elección como lógicas de mercado se insertan en nuestras relaciones amorosas provocando por ejemplo, la idea de que siempre puede aparecer alguien mejor y la sensación de alerta constante. Esto añadido a que el amor se ha entendido hasta ahora como una variante del “contrato social/sexual” que presenta varios problemas: primero, presumir que hay una igualdad previa entre todas las partes, y segundo, es que tanto en lo emocional como en lo sexual es posible que las cosas no sean tan claras, ni se puedan medir o pronosticarse como mercancías. La combinación da un resultado de incertidumbre emocional dentro y fuera de nuestras relaciones. Siguiendo esta lógica, para Eva, el poliamor sería una extensión de estas lógicas mercantiles como una externalización de la relación y tener “inversiones a menor riesgo” en varias personas para más posibilidades de éxito. Si bien es cierto que hay derivas neoliberales dentro del poliamor donde se consumen relaciones-personas como si fuera un supermercado, no se reduce solo a eso. En estas tendencias normalmente sólo señalan la exclusividad como el problema, no el sistema detrás.
Sin embargo, Vasallo señala que el problema no está en conocer a más gente que antes o que tengamos infinitas posibilidades de encontrar a gente interesante (afortunadamente hay bastante por el mundo). El problema está en la construcción de la monogamia, y sus 3 pilares antes comentados, que nos obliga a sustituir unos vínculos por otros, compararlos y ordenarlos jerárquicamente para quedarnos con lo “mejor”. Sin cuestionar las jerarquías, quitar la exclusividad no cambia nada el hecho de follar 1 o 8 personas e incluso es probable que nos hagamos más daño y pa’ eso nos quedemos como estamos. El poliamor puede ser también un alegato a la amistad.
Hay que ser consciente que el poliamor, y sus posibilidades actuales, están dentro de un sistema capitalista cada vez más desigual y monógamo. Con esto, quiero decir que no estamos exentos de relaciones de poder patriarcales, raciales o de clase. Por ello, entiendo las críticas de Vasallo hacia comunidades poliamorosas heterocéntricas o cuando Rita Rakosnik en Deriva decía “darle el marco del poliamor a un tio hetero es casi darle una granada” (Rakosnik, 2020). Las desigualdades de género y la construcción de la masculinidad/feminidad en oposición, alejan cuestiones como los cuidados de un género y los ubican en el otro como si fuera algo natural, provocando así muchas dificultades a la hora de intentar crear relaciones más sanas y horizontales.
El poliamor es para todas esas personas para las que la monogamia nunca ha sido una realidad certera. Aquellas que en el mercado competitivo (y normativo) del amor siempre son relegadas a un tercer o último lugar. Para todas esas personas que cada vez se sienten más solas. Y como dice Vasallo, la ruptura de la monogamia:
Es la ruptura de las fracasadas, de los loosers, de los que habitan el margen de cualquier margen […] Es para la chavala abandonada en su tercer mes de embarazo, para la bollera de pueblo, para pasados los cuarenta, para seropositivas, para el marica de la escuela, para las trans sin passsing, para las que han sido rechazadas por las suyas… (2017: 79)
Cuando antes he mencionado que las posibilidades del poliamor se encuentran dentro del sistema monógamo, me refiero a que construir relaciones más horizontales parten de las herramientas que tenemos actualmente. La horizontalidad de nuestras relaciones es una aspiración que trasciende a las relaciones de pareja o sexo/afectivas, se trata de crear redes afectivas dónde querernos mejor y sentirnos menos solos y solas. Redes donde no tengamos que elegir a quién querer más y a quién menos. Dónde dejemos la ética de equivalencias para pasar a una ética de cuidados.
La ética de equivalencias se basa en la simetría e intercambio: “si ofreces X recibes X, y toda la red debe recibir ese mismo X” (Vasallo, 2017: 80). Dicho de otra manera, todo tendría que ser intercambiable y deberíamos repartir lo mismo (sea tiempo o historias en el insta) entre todas las personas de la red. En cambio, la ética de cuidados se basa en las necesidades de cada persona en su conjunto, contexto y momento. Aceptar que vivimos en red, que somos interdependientes y que esto implica más responsabilidad. Porque amar de forma “libre” es también amar con más responsabilidad. De lo contrario, se queda en un discurso de libertad vacío y para lo único que seremos libres es para morirnos de hambre y de amor.
Antes de acabar me gustaría tratar uno de los puntos centrales de toda crítica al amor tradicional: el “amor romántico”. Entiendo la diferencia entre lo romántico y el amor romántico, el segundo sería todo aquel relato en que el amor que justifica la violencia y los maltratos, dependencias tòxicas, roles marcados y definidos… Pero prefiero el término Amor Disney que utilizó Vasallo en Playground (2018). En este englobamos toda romantización de la idealización y perfección del amor que nos lleva al “sin ti no soy nada” (Vasallo, 171), en los cuentos clásicos. En estos cuentos se parte de la premisa de que una mujer bonita rodeada de mujeres feas, amargadas y que buscan el mal, podrá encontrar su salvación en un hombre de clase alta para encerrarla en un castillo por “su bien”. Dicho esto, prefiero este concepto porque no soy fan de regalar palabras con significados bonitos al patriarcado y vincularlo siempre a algo tóxico. Siempre los Sant Jordi me parecen días bonitos y románticos. El poder pasear por las ramblas, regalar una rosa y/o libro, tomar algo y si se puede poder cenar en buena compañía… No sé si es buena idea dejar de hablar de planes románticos para ese día o renunciar a ello.
Por otro lado, la defensa del romanticismo puede ser más allá de su significado actual. Por ejemplo como hace Juana Dolores en De Kafka y Milena al <<love-sexting>> (2021) en la cual critica la visión del amor racionalista, encorsetada por las ideologías y deshumanizada. Dentro de esta visión, existe el riesgo de ver el amor como un ejercicio racional, administrativo o de consumo que desechamos una vez pierde su utilidad. Una sociedad de individuos que no podemos implicarnos mucho porque solo podemos confiar en uno mismo. Y que la palabra “gestión” termine por devorar nuestro vocabulario para hablar del amor. Con el riesgo de caer en una especie de post-política, aquella idea de que la política se reduce a la gestión del gasto público o simplemente algo burocrático, dentro del amor: una suerte de post-amor.
Al contrario, aceptar que el amor es algo colectivo, interdependiente y que nos hace vulnerables. Porque el problema no está en tener inseguridades o celos, sino en cómo comunicarlos y poder crear lugares donde podamos sentir más seguridad. Porque el problema no está en que el amor duela, porque si hacen daño a una amiga o amigo evidentemente nos va a doler… La cuestión está en cómo y quién nos hace daño. Y lo más importante, que cuando nos duela y la vida nos supere, tengamos una red afectiva que nos sostenga y que nos cuide (no autoprotegernos del resto). Por lo tanto, reivindicar también aquello que dice Juana Dolores (2021) en su artículo “exijo el derecho a correr el riesgo a enamorarme”.
“yo sé que hago muchas cosas mal
pero sabes que te quiero
bebé me partiste el corazón
pero me he comprao otro nuevo”
Yung Beef x La Zowi en Empezar de 0
Con este artículo no pretendo decir que todas las relaciones monogámicas se deshagan y todas sean poliamorosas. Esto puede significar en muchos casos quitarnos la única (o de las pocas) relación estable que nos queda en un mundo incierto. La monogamia no es una práctica que la dejamos de hacer y estaremos a salvo, porque es un sistema. La cuestión es ir en contra de sus dinámicas relacionales y crear relaciones más sanas, más allá de las personas con las cuales follemos. De ahí la frase de Vasallo de “preocuparte por tu vecina mayor del quinto y ver como está es mucho más revolucionario y no-monógamo que la cantidad de gente con la que te acuestes”. Y un ejemplo de esto lo hemos visto en esta pandemia, aquellas redes de apoyo vecinales que se han preocupado por ayudar para hacer la compra o simplemente ofrecer algo de compañía a las personas de riesgo. Al final, preguntarnos qué es el amor y el poliamor, es preguntarnos qué tipo de comunidad queremos.
En el artículo anterior hablé sobre la necesidad de utopías. Pero creo que es igual de necesario que nos queramos un poquito mejor en nuestros mundos utópicos ideales. Y esto no es solo una cuestión individual, debería ir acompañada de menos precariedad, menos trabajo, y de más tiempo y bienestar… Construir redes afectivas es también hacer pequeñas islas de resistencia al capitalismo, como podrían ser una biblioteca, un ateneo popular o un hospital público. Cómo dijo Kaydy Cain: el amor si lo repartes crece.
Referencias
Hegel, Friedrich (1968) Filosofía del derecho. Claridad. Buenos Aires.
Dolores Romero, Juana. De Kafka y Milena al <<love-sexting>>: en defensa del amor romántico en el siglo XXI. Extraído de https://www.llull.cat/espanyol/actualitat/actualitat_noticies_detall.cfm?id=37883&url=de-kafka-y-milena-%C2%ABlove-sexting%C2%BB-defensa-amor-romantico-siglo-xxi.htm
La cuestión del amor en Italia, noticia: https://elpais.com/sociedad/2020-05-02/un-decreto-que-regula-el-amor.html
Pacheco, Anna (2020) La desescalada del amor. Extraído de https://verne.elpais.com/verne/2020/05/21/articulo/1590059382_028333.html
Vasallo, Brigitte (2019) Pensamiento monógamo, terror poliamoroso. Editorial La Oveja Roja. Madrid.
Illouz, Eva (2020) El fin del amor: una sociología de las relaciones negativas. Katz Editores. Madrid.
Engels, Frederich (2017) El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Edición Digital. Disponible en: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/origen/el_origen_de_la_familia.pdf
Revista Deriva (2020) Entrevista a Rita Rakosnik. Disponible en: https://revistaderiva.com/es/rita-rakosnik-menos-polvos-de-mierda-y-mas-cartas-de-amor/
Playground (2018) Entrevista de Anna Pacheco a Vasallo en Playground. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=YcL_pIJZhu0