Selene Cox, trabajadora sexual: «la persecución de la prostitución no se hace porque sea machista»

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En colaboración con Agon. Qüestions Polítiques, entrevistamos a Selene Cox, mistress y domina valenciana, para conocer su opinión sobre la despenalización de la prostitución y los debates en el seno del movimiento feminista.

Uno de los grandes debates dentro del feminismo se da en relación a cómo se entiende la sexualidad, qué prácticas son emancipadoras para las mujeres y cuáles reproducen los roles impuestos por el patriarcado. ¿Qué opinas sobre este tema? ¿En qué sentido crees que la sexualidad puede ser empoderante para las mujeres?

Considero que existe un doble rasero muy importante, puesto que la prostitución se castiga como si fuese de ahí de donde emanan el machismo y el patriarcado, cuando realmente se trata de una cuestión estructural que está presente en todas y cada una de las decisiones que tomamos en nuestro día a día. Por ello, la cuestión, al final, radica en la moralidad y en cómo castigamos en función de lo que nos parece “bueno” o “malo”. En definitiva, la persecución de la prostitución se hace con el fin de erradicar un mal social y no tanto porque se considere que es machista o patriarcal. Porque, desgraciadamente, machista y patriarcal lo es todo en esta sociedad.

Creo que la sexualidad puede ser empoderante para las mujeres en el sentido de que ha sido algo que se nos ha arrebatado durante mucho tiempo y urge la necesidad de recuperarlo. Con la tercera ola del feminismo y la idea del cuerpo como herramienta de lucha y reivindicación, se ha puesto en evidencia que la sexualidad femenina ha estado —y sigue estando— sometida a muchísimas más presiones que la sexualidad de los hombres. Por tanto, claro que puede ser empoderante, ya que te estás reapropiando de algo que en un pasado te ha sido arrebatado, prohibido y censurado. La recuperación de la sexualidad femenina y la vindicación y normalización de esta, así como la utilización del cuerpo como herramienta de lucha, es un paso agigantado para el feminismo.

Desde algunos sectores del feminismo se considera el trabajo sexual como una expresión de violencia contra las mujeres y, por eso, promueven su abolición. ¿Qué opinas sobre esta postura? ¿Crees que es posible abolir la prostitución? ¿Es el trabajo sexual un trabajo más?

Pienso que el feminismo no va de que unas mujeres digan a otras lo que tienen que hacer con sus vidas. Estamos en el siglo XXI y debemos alejarnos de posturas que den tal importancia a conceptos tan cristianos como la moral o la pureza.

Por lo que respecta a la segunda cuestión, esta tiene dos vertientes. En primer lugar, ya hay gente que considera que se puede abolir la prostitución de manera legal, es decir, poniendo los mecanismos judiciales a trabajar en pro de unas leyes que persigan a las cabezas de turco. Como ya se nos ha repetido miles de veces, la ley no ataca a las prostitutas, sino que los perseguidos son los clientes. A su vez, esto afecta directamente sobre la demanda y, por ende, a la capacidad económica de los puteros.

“Lo que no se ve de este tipo de medidas de corte abolicionista es que no acaban con el trabajo sexual, sino que lo lanzan a los márgenes y la clandestinidad”

Sin embargo, todo este mecanismo legal —el cual, en teoría, ofrece un recorrido acompañado de terapia psicológica— se convierte en papel mojado, porque se invierte muchísimo más en persecución que en asistencia a las trabajadoras sexuales. El motivo reside en el hecho de que las persecuciones y detenciones van sumando números que, una vez hechos públicos, se venden como “triunfos abolicionistas”. Además, en los países de corte abolicionista, si una trabajadora sexual quiere acceder a estas “ayudas” mínimas, está obligada a declararse como víctima de trata, negando la existencia misma del trabajo sexual. Para algunas, esto es aberrante y se aleja mucho de su realidad, dado que no se perciben como víctimas.

Además, lo que no se ve de este tipo de medidas de corte abolicionista es que no acaban con el trabajo sexual, sino que lo lanzan a los márgenes y la clandestinidad. Empeoran las condiciones de trabajo de muchas, puesto que pasan a tener que ejercer en lugares más escondidos y con menos garantías de seguridad. Lo que el abolicionismo considera como un triunfo, en realidad, esconde todo lo anterior.

En definitiva, considero que no se puede abolir la prostitución por todos los motivos que he expuesto anteriormente y que el camino que debería seguirse pasa por una regulación al estilo de la que se ha ensayado en Nueva Zelanda y por atacar el problema de la trata diferenciándola del trabajo sexual.

En cuanto a la tercera pregunta, obviamente, mi consigna siempre es: “trabajo sexual es trabajo”.

Otro de los argumentos contra la regulación del trabajo sexual es que daría mayor poder a los proxenetas. ¿En qué medida crees que esto sería cierto? ¿Qué tipo de medidas habría que llevar a cabo para regular la situación de las trabajadoras sexuales?

Con respecto a esta cuestión, el ejemplo de Nueva Zelanda es un gran indicio de que es posible la regulación del trabajo sexual desde una perspectiva pro-derechos —que, ojo, no hay que confundirla con la regulación llevada a cabo en Alemania o Países Bajos— y que no comporta un aumento de la trata, sino una reducción. También cabe recordar que en estos temas suelen equipararse trata y prostitución cuando no son en absoluto lo mismo.

“El ejemplo de Nueva Zelanda es un gran indicio de que es posible la regulación del trabajo sexual desde una perspectiva pro-derechos y que no comporta un aumento de la trata, sino una reducción”

En segundo lugar, deberíamos fijarnos en la regulación laboral realizada en Nueva Zelanda y cómo esta ha ido evolucionando y sometiéndose a autocrítica desde el colectivo de trabajadoras sexuales del país, el NZPC (Aotearoa New Zealand Sex Workers’ Collective). Así, podríamos tratar de acercarla a nuestro país y adaptarla a las necesidades de las trabajadoras sexuales que ejercen aquí.

Se puede entender que apoyar la autoorganización de las trabajadoras sexuales no quiere decir ser regulacionista. ¿Hay una tercera vía entre el abolicionismo y el regulacionismo?

Más que una tercera vía entre las dos, yo la definiría como una postura que se aleja de ambas. Se trata, pues, de la postura pro-derechos o de despenalización del trabajo sexual. Como ya he dicho antes, tenemos un ejemplo de su ejecución en Nueva Zelanda, donde las trabajadoras sexuales han formado parte en la elaboración de las leyes que les afectan y se está en continuo contacto con el sindicato de allí, el NZPC.

¿Qué relaciones guardan las trabajadoras sexuales organizadas con los sindicatos convencionales? ¿Ha habido algún acercamiento por parte de los sindicatos? ¿Y de los partidos políticos?

Las instituciones suelen estar bastante prendadas del discurso abolicionista, por lo que no reconocen nuestro trabajo y no les interesa escuchar nuestra voz. Desde mi experiencia, no me he sentido demasiado cercana a ningún sindicato tradicional.

En cuanto a los partidos políticos, el único que nos ha escuchado algo ha sido Podemos. Hace unos años, cuando el debate sobre el trabajo sexual se estaba dando en las distintas sedes para marcar la línea de la formación —que finalmente sería abolicionista—, fuimos invitadas a los debates. Si bien valoramos mucho dicha acción, la cuestión es que su definición como abolicionistas marcó un antes y un después, ya que muchas personas que conformaban el partido se declaraban pro-derechos.

Actualmente, tengo constancia de que el Colectivo de Prostitutas de Sevilla (CPS) intentó reunirse con Irene Montero a raíz de la famosa ley del “solo sí es sí”, pero desde el Ministerio de Igualdad les pospusieron la reunión en numerosas ocasiones y, finalmente, la acabaron cancelando.

Colectivos como el CPS criticaron la decisión del Ministerio de Igualdad de cerrar los prostíbulos durante los meses más duros de la pandemia al considerar que las medidas adoptadas no aseguraban las condiciones materiales de las trabajadoras. ¿En qué situación dejó a las trabajadoras sexuales el cierre de los prostíbulos durante el confinamiento?

La situación de las trabajadoras sexuales, tanto las que ejercen en prostíbulos o pisos como las independientes, fue —y sigue siendo— de vulnerabilidad y abandono total. Como muchos ciudadanos, dejamos de percibir todo tipo de ingreso, pero nuestra situación se vio agravada por no poder acceder a ninguna ayuda económica, como los ERTE o el Ingreso Mínimo Vital (IMV). Con respecto al IMV, la barrera de entrada es tan elevada y los requisitos son tan estrictos para personas que ejercen un trabajo que no está reconocido como tal —como lo es la prostitución— que ha sido imposible acceder a esta ayuda. Además, muchas compañeras migrantes tampoco han podido solicitarlo por ni siquiera entrar dentro del público objetivo de la prestación.

En definitiva, hemos dejado de percibir ingresos y hemos sobrevivido a base de los pocos ahorros que teníamos algunas privilegiadas. Por tanto, dado que por parte del Estado no hemos recibido ninguna garantía, entre nosotras hemos ido creando redes de ayuda para llenar la nevera de otras compañeras.

¿Cómo es el día a día de una trabajadora sexual?

El día a día de una trabajadora sexual independiente reúne distintas actividades: mantener actualizados los anuncios, atender llamadas de clientes y agendar las citas y realizar los servicios. También cabe destacar que, en muchas ocasiones, somos nosotras las que nos encargamos de la limpieza del lugar de trabajo, así como del cambio de sábanas y del aseo de la habitación. Si se trabaja de manera autónoma y organizándose con otras compañeras, lo más habitual es una gestión grupal de las tareas. También es muy importante la creación de redes entre compañeras para acompañarnos en el caso de que tengamos una cita con un cliente nuevo, con el fin de garantizar nuestra comodidad y nuestro bienestar.

¿Qué medidas crees que se podrían llevar a cabo para que quienes se dedican al trabajo sexual y sufren exclusión social puedan salir de ella? ¿Conoces casos de trabajadoras sexuales que se encuentren en situación de exclusión social?

Acabar con el estigma es la primera y la más fundamental, puesto que la exclusión social se alimenta de este elemento diferenciador entre la persona que es puta y la que no. Por tanto, todo lo que se haga en esta línea nunca será suficiente: campañas de concienciación y normalización a todos los niveles, etc. También son muy importantes, como he comentado antes, las redes entre compañeras, ya que compartir experiencias y cuidarnos entre nosotras son herramientas muy poderosas para combatir el estigma.

Efectivamente, conozco casos de trabajadoras sexuales que se encuentren en situación de exclusión social y, de hecho, podría afirmar que cualquier persona que se dedique a esto lo está. Principalmente, porque no goza de los derechos laborales que posee cualquier otro trabajador, lo cual es una razón de bastante peso para que se desarrolle dicha exclusión.

“Trabajar por cuenta ajena está más que normalizado en este país; deberíamos preguntarnos por qué con la cuestión de la prostitución molesta tanto que se opte por trabajar de este modo”

Además, considero muy importante señalar aquí el estigma y la diferenciación social que una trabajadora sexual carga constantemente: no poder hablar libremente del trabajo, ser tratada como enferma mental o víctima de violación y recibir comentarios según los cuales el motivo que te ha llevado a ejercer dicho trabajo es fruto de traumas infantiles. Este es el día a día de muchas de nosotras. El estigma actúa a todos los niveles y es un gran lastre que todas cargamos, aunque lo tratamos de aliviar mediante las redes de ayuda y cooperación entre trabajadoras sexuales.

¿Crees que el cooperativismo podría ser una solución para evitar el control del trabajo por parte de otros?

Sí, podría ser una de las soluciones, pero considero que no se debe criminalizar el trabajo por cuenta ajena, porque hay compañeras que les resulta más cómodo hacerlo así. Trabajar de manera autónoma implica tener que gestionarte tú misma los anuncios —pagar por ellos, mantenerlos actualizados, etc.—, así como gestionarte las citas y los encuentros con los clientes. Para algunas compañeras es una tarea pesada o prefieren que otra persona la realice por ellas, por lo que deciden ejercer la prostitución en un piso que regente una Madamme y en el que se acorde un porcentaje determinado de beneficio para cada una.

Si lo pensamos bien, trabajar por cuenta ajena está más que normalizado en este país; deberíamos preguntarnos por qué con la cuestión de la prostitución molesta tanto que se opte por trabajar de este modo. Como he dicho anteriormente, lo mejor es lo que a cada compañera le venga mejor: por cuenta propia o por cuenta ajena. Es su decisión y ambas modalidades tienen sus pros y sus contras.

¿De qué maneras crees que se manifiesta el estigma social contra el trabajo sexual? ¿Has sentido que tu trabajo ha condicionado aspectos de tu vida (relaciones familiares, afectivas, etc.)?

El estigma social se manifiesta en todas y cada una de las esferas de la vida de una trabajadora sexual, si bien en las relaciones interpersonales es aún más evidente y, probablemente, la esfera que más cueste llevar adelante.

“Que el sexo sea tu herramienta de trabajo se convierte en una cuestión muy difícil dentro de la pareja”

En cuanto a las relaciones familiares, hay un antes y un después cuando se decide ejercer el trabajo sexual. Si se decide compartirlo, la relación con tu familia cambia por completo, incluso llega a romperse en ocasiones. También te sientes sometida a miles de preguntas incómodas y juicios de valor totalmente innecesarios. Por otra parte, si se decide no contarlo, se vive en una situación incómoda en la cual, pese a que consideres que tu trabajo es lícito y una decisión que debería ser aceptada, debes inventarte que tienes otros trabajos y preocuparte de no ser descubierta.

Con las relaciones de amistad suele ser algo distinto, porque al final te acabas quedando con aquellos a quien se lo confías y te escuchan como si les contases cualquier otra cosa. Considero que, con las amistades, decidir contarlo es un proceso mucho más orgánico, puesto que quien no lo acepte simplemente acabará despareciendo de tu entorno. También es verdad que yo he tenido la suerte de aceptar estos procesos de manera muy sana y he contado con gente a mi alrededor que me ha acompañado durante todo el proceso y siempre ha estado conmigo tomase la decisión que tomase.

Existen muchísimas más cuestiones al respecto, pero la última que me gustaría tratar es la relación de pareja, ya que tiene un valor añadido: el sexo. Y es que, dado que vivimos en una sociedad que sacraliza la monogamia, que el sexo sea tu herramienta de trabajo se convierte en una cuestión muy difícil dentro de la pareja. Aunque en una relación idílica todo se resuelve con madurez y se integra dentro de la pareja sin dificultad alguna y con una comunicación constante, el problema es que lo que realmente sucede se aleja mucho de este escenario idílico: se juega con la culpa, la vergüenza y el chantaje emocional. Sin duda, este segundo escenario es mucho más frecuente que el primero, porque entra en juego el desconocimiento y los prejuicios con respecto a la prostitución.

Todas estas cuestiones tratan de resolverse mediante las redes de apoyo que vamos creando entre nosotras. Al final, ahí dentro acabas conociendo a gente maravillosa con la que te relacionas sexo-afectivamente y te ayudan a alejarte, al menos durante unos instantes, del estigma.

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