(Foto: Macià hablando desde el balcón del Ayuntamiento de Terrassa / SAGARRA, TORRENTS I GASPAR)
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Por Albert Portillo
Francesc Macià, «l’Avi» como se le decía afectuosamente, es una de aquellas figuras conocidas por todo el mundo por estar inscrita en la tradición republicana catalana pero desafortunadamente los valores políticos de su figura, y de su legado, son mucho menos conocidos. ¡Y no por falta de bibliografía! Macià es por este motivo una personalidad a redescubrir para el nuevo republicanismo plebeyo.
Es por estos motivos que en un contexto de crisis de Estado provocada por un centralismo que se conjuga con el estructural miedo estatal a las clases medias y trabajadoras que merece la pena reavivar la singular fraternidad republicana que el republicanismo catalán opuso históricamente a la monarquía y en su Estado. Porque repensar los tempos históricos es repensar la propia dimensión política, sea del tiempo presente, del pasado o del futuro. Cuestión que no pasó por alto a Macià:
“El devenir de los pueblos, en este sentido no es nunca un simple reflejo de su pasado, sino que es la superación. No es el espíritu antiguo que se reproduce, es el espíritu antiguo que se renueva. El mismo, en el fondo, pero nuevo en cada momento en la forma, según el tiempo y según la voluntad de los suyos.”[i]
Y tampoco a Joaquín Maurín para quién toda plataforma política que no quiera ser copia tiene que ser original en un sentido muy concreto:
“Tiene que tener vida propia. Y para tenerla, sus raíces tienen que adentrarse en la tierra del país donde rae. Tiene que estar unido al pasado, al presente y al porvenir del pueblo que quiera transformar.” [ii]
Siempre arraigado en les Borges Blanques y en las comarcas de Lleida, a pesar de nacer en Vilanova i la Geltrú el 21 de octubre de 1859, Macià construirá a lo largo de su vida esta conciencia de la unidad popular como primera finalidad de todo instrumento político. Y de este modo se pondrá a la altura de todos aquellos y aquellas dirigentes que no brillan tanto por una reflexión teórica genial sino por una completa entrega a la acción transformadora.
Es por eso que la mejor manera de estudiar a Macià, más que leer sus discursos, que también, es estudiando la participación en todos los hechos y las conspiraciones para tumbar el régimen monárquico.
1907, 1917 y 1927. Tres actos de afirmación
Hay tres momentos constitutivos de la propuesta política de Macià que enhebran el significado de su soberanismo republicano. El primero tiene que ver con su toma de compromiso con las libertades civiles y democráticas, hecho que le costará la carrera, el segundo comprende una frustración y un encanto que perfilarían en Macià cierta concepción nacional-popular y el tercer acontecimiento encabeza la transición de una táctica inspirada en la Pascua irlandesa de 1916 a otra de orientación frentepopulista.
La elección como diputado de Solidaridad Catalana el 1907, la participación en la Asamblea de Parlamentarios de 1917 y el juicio a París el 1927, a raíz de los hechos de Prats de Molló, son los tres vértices que abastecerán el eslogan de “la casa i l’hortet” como programa político que garantizara la autonomía vital de todo ciudadano y toda ciudadana de Cataluña.
1907. Solidaridad Catalana contra el Estado agresivo
Pero para explicar la trayectoria de Macià hay que empezar por su carrera como militar. Puesto que Macià ingresó en 1874 en el cuerpo de ingenieros militares. Un cuerpo que presumía de no haber participado nunca en ninguna revuelta contra la monarquía. La pulsión de acción de Macià era tan fuerte que en 1880 solicitó, una vez graduado como teniente, el destino a Cuba para participar en aquel escenario militar colonial, solicitud que le fue, afortunadamente, denegada.
Por casualidades de la vida, Macià coincidió con Lerroux en el mismo batallón de la guarnición de Sevilla en este periodo. Macià como capitán y Lerroux como cabo a sus órdenes[iii]. Escena paradójica que se repetiría más tarde, en otros términos.
En todo caso, en este periodo Macià hace amistad con los militares de simpatías liberales y a raíz de ser destinado en Lleida para dirigir un conjunto de trabajos topográficos en la Noguera Pallaresa menudea también las tertulias catalanistas. Y cuando un superior militar pronuncie palabras ofensivas en el casino catalanista Macià se cambiará el uniforme militar por el civil para poder reprobar a su superior.
Pero la fama de Macià arrancaría con unos hechos de un tono más grave. Cuando en 1905 a raíz de unas elecciones municipales de Barcelona la Lliga celebró un banquete de la victoria. Una victoria más bien pírrica porque había conseguido diez regidores frente a los mismos diez de los republicanos. Por eso, el semanario satírico «Cu-Cut!» parodió esta victoria comparándola con los “éxitos” del ejército en las colonias.
Aun así, para la oficialidad de la guarnición de Barcelona esta sátira se consideró una ofensa insoportable. La oficialidad enrabiada asaltó la imprenta y las redacciones del semanario y del mismo diario oficial de la Lliga. Y si Lerroux atizó todos los complejos de inferioridad de los militares añadiendo que: “Si yo hubiera estado en Barcelona la noche de los ‘asaltos’ hubiéramos ido el pueblo y yo, a quemar conventos, escuelas de separatismo, y llamar a la puerta de los cuarteles.” [iv]
La excitación militar fue a más. Hasta el punto de que empezaron a circular pliegos de firmas apoyando los “asaltos” por los cuarteles de la oficialidad militar. En una de estas recogidas de firmas se le reclamó a Macià su firma. Ruego al que se negó.
Poco después por presión de las Fuerzas Armadas, y del Rey, el Senado propuso que las injurias al Ejército fueran sometidas a la jurisdicción militar y salió aprobada con el apoyo de las fuerzas monárquicas la llamada Ley de Jurisdicciones.
Contra esta ofensiva autoritaria se conjugó una alianza táctica en la forma de la Solidaridad Catalana que pretendía ser una respuesta a la intromisión militar en la vida pública reuniendo un movimiento de dignidad nacional contra el ataque a los derechos más básicos. Esta alianza, encabezada por el histórico líder de la Primera República, Nicolas Salmerón, consiguió una extraordinaria victoria electoral en las elecciones de 1907.
Amadeu Hurtado, miembro de la comisión organizadora de Solidaridad Catalana, propuso de incluir a Macià en la lista electoral a raíz del prestigio que este había ganado por su compromiso con las libertades civiles. Solidaridad Catalana ganó en 32 de los 36 distritos electorales y Macià resultó escogido por el distrito de les Borges Blanques con más de 7.000 votos frente a los 600 del rival monárquico[v].
El cuerpo de ingenieros, por énfasis del rey, consideró necesario que Macià realizara una declaración oficial de amor en España y a su ejército. Cosa que Macià rehusó como un doloroso sacrificio de su carrera militar y a continuación presentó su dimisión del ejército como oficial militar para poder ejercer sin coacciones su nuevo papel como diputado de convicciones democráticas.
De este modo acababan más de 30 años de carrera militar por la fidelidad a unas convicciones que daban pie a una carrera parlamentaria.
Y a pesar de que Solidaridad Catalana se disolvería poco después, Macià seguiría considerándose un diputado solidario desarrollando su catalanismo democrático de talante transversal. Así lo demostró en una de sus intervenciones en el Congreso, el 25 de noviembre de 1915, cuando explicaba que:
“en mí están más arraigadas que nunca las ideas con que entré en esta Cámara: las ideas de las reivindicaciones de Cataluña. Entonces estaban arraigadas en mí por sentimientos, hoy están arraigadas porque mi cerebro me dice que, efectivamente, si tuvieran resultado en Cataluña y se imitaran en otras provincias, podrían llevar la salvación de España que es lo que todos deseamos.”[vi]
1917. La Asamblea de Parlamentarios: ¿alternativa de Estado?
La crisis revolucionaria de 1917 abrirá el segundo acto de esta obra. Ya la revolución antiimperialista y antimilitarista de 1909, conocida con el mote de «Semana Trágica», había entreabierto un prólogo a la crisis de régimen que el transcurso de la Primera Guerra Mundial radicalizará con un aumento brutal del coste de la vida; con una inflación del 50% a lo largo de estos cuatro años, según el historiador Albert Balcells[vii].
Peor que mejor, sucesivos gobiernos de concentración nacional van cabalgando como pueden la disolución del régimen. Aun así, la crisis del 17 estalla por el lado más inesperado. El descontento dentro del ejército a raíz de la inflación se transforma en rebelión abierta. El gobierno civil de los partidos monárquicos cede a sus presiones y para controlar la situación suspende las garantías constitucionales.
Las diferentes fuerzas catalanistas convocan una Asamblea de Parlamentarios en Barcelona para establecer unas nuevas Cortes con funciones constituyentes ante la crisis total de la «Ancien Règime» y del peligro contrarrevolucionario del aparato de Estado en ebullición que es el ejército.
El presidente del gobierno español reaccionó con contundencia declarando facciosa la Asamblea y disolviéndola fácilmente con la acción policial. Esta espantada se explica por razón de la Liga de Cambó que se desdijo de la revuelta constituyente por miedo a desatar la revolución social.
Es en este preciso momento que Macià se reformuló jugando con las contradicciones ajenas a la vez que advirtiendo la fuerza tectónica que podía adquirir un movimiento que se apoyara en el pueblo. Por un lado, sondea las Juntas de las Fuerzas Armadas reunidas en Barcelona con el manifiesto llamado «Al Ejército» invitándolas a apoyar la Asamblea de Parlamentarios y a “prestar apoyo moral a la Asamblea [puesto que] solo podéis esperar y solo espera el país, de la resolución de unas Cortes Constituyentes que representarán la verdadera voluntad nacional.”[viii] A la vez se entrevista a Vilanova con libertarios y sindicalistas para probar de fijar una alianza entre estos y la Asamblea. También se acerca a los dirigentes republicanos radicales (Marcel·lí Domingo, Francesc Layret y Lluís Companys) para elaborar un llamamiento revolucionario.
Los hechos se precipitan y el 13 de agosto se declara la Huelga General Revolucionaria convocada por la CNT y la UGT. El Estado reacciona con la declaración del Estado de Guerra emprendiendo un gobierno de concentración en el que invita a Cambó para desactivar una de las fuerzas de la Asamblea, aprovechándose del conservadurismo fanático del líder de la Liga.
El plan de Macià queda abortado por la represión indiscriminada y la quiebra en la coordinación de las distintas fuerzas, pero queda el poso de esta revolución civil republicana con un aire de familia al juramento «du Jeu de Paume» que comenzó la revuelta parlamentaria de 1789 contra el absolutismo borbónico. De hecho, uno de los biógrafos de Macià lo dirá así:
“El momento, por lo tanto, era de una gran tensión política. Francesc Macià, respondiendo más a esta tensión revolucionaria que se notaba en la calle y no tanto en la misma Asamblea de Parlamentarios, propuso que, puesto que la reunión había sido declarada rebelde y facciosa, que se constituyera en una Convención y fuera hasta las últimas consecuencias, o sea a la revolución total, y que tomara las armas. Las reminiscencias de la Revolución francesa eran evidentes en la proposición de Francesc Macià.” [ix]
En el transcurso de estos acontecimientos Macià afirmó su catalanismo al encontrarle un ángulo seguro en el que pivotar; en los trabajadores y en las clases humildes radicales, las también dichas clases menestrales. Es desde este ángulo que se da cuenta que se puede fundamentar con seguridad la libertad política de Cataluña.
También aquí hará gala de una ética incombustible puesto que, al enterarse de la detención del compañero de conspiración, el republicano Marcel·lí Domingo, Macià, que había huido a Francia, cruzará la frontera para entregarse a la guardia civil de Portbou.
Al celebrarse elecciones de nuevo, el 1918, Macià se estrenará en el Congreso con estos planteamientos. Con el golpe de efecto de interrumpir el discurso de apertura de las Cortes para hacer presentes las reivindicaciones obreras. Y avisando del hedor de expiración de un régimen incapaz de aceptar cualquier cambio que no sea en una dirección represiva acabará sentenciando en medio del Congreso, el 9 de noviembre de 1918, que; “esta crisis no es de partidos ni de régimen, sino que afecta hasta el tuétano del hueso la organización de la sociedad española.” [x] Y señalará los culpables de esta crisis al decir, el 21 de febrero, en el mismo Congreso de los diputados sobre los partidos monárquicos que; “Vosotros tratáis a las nacionalidades españolas como país conquistado.”[xi]
Por lo tanto, la solución que plantea Macià, en este diagnóstico, se escora en un confederalismo que resuelva el problema fundamental de la concentración del poder en unas instituciones estatales y en sus élites:
“Nuestra causa es de soberanía: nuestra causa no solo es de derecho, sino sentimental. Nosotros queremos la soberanía plena con voluntad de federación, después con todo aquello vivo del Estado español, que son las diversas nacionalidades que lo integran.”[xii]
La temprana articulación nacional-popular de Macià se dará al tratar el problema obrero y el problema nacional como problemas de libertad. Y, por tanto, la resolución de uno no se puede hacer sin al mismo tiempo resolver el otro. Motivo por el cual van unidos en cualquier perspectiva democrática radical, como la que sostiene Macià.
1927.Un frentepopulismo de tres caras
Pero si la amenaza de unos Estados Generales constituyentes, como los que Macià tiene en mente, son anulados con la enésima voltereta autoritaria del régimen no pasa así con la crisis colonial a raíz de la derrota del ejército español en el Marruecos. La derrota de Annual de 1921 pone en solfa a un rey directamente involucrado en las máximas responsabilidades hasta el punto de que el mismo Prieto, uno de los líderes del PSOE, insinuó la mano del rey en este asunto.
El desprestigio del ejército que provoca esta aventura militar para asegurar los delirios de grandeza de algunos generales y el goce del beneficio de algunas explotaciones mineras por parte de algunos grandes empresarios acaba de hacer rodar un régimen en “marcha continúa hacia el desastre final al que va el Estado español”[xiii], , al parecer de Macià.
«El cierre del Estado y el ejemplo irlandés de 1916 ahora animan a Macià a plantear una transformación de España a partir de su ruptura. Teniendo en cuenta que hay de por medio un Estado que es “una ficción compuesta de realidades efectivas, que son las diversas nacionalidades ibéricas” [xiv].
El golpe de estado de Primo de Rivera impedirá oportunamente la reanudación de la Comisión de Investigaciones de las responsabilidades de Annual y Macià se verá obligado a exiliarse en Francia, como tantos otros, con 64 años a sus espaldas.
Y aquí se estrenará el tercer acto con un Macià frenético que entablará todo tipo de alianzas para hacer posible un proceso constituyente que tumbe al régimen: desde la Triple Alianza de soberanistas vascos, gallegos y catalanes, hasta el Pacto de San Sebastián, pasando por la insurrección de Prats de Molló.
La Triple Alianza es un proyecto con la vocación de hermandar las naciones oprimidas del Estado español. De este primer round quedaría el Galeuzca (iniciales de Galicia, Euskadi y Cataluña) como promotor del que será después el frente amplio ya en la forma del Pacto de San Sebastián.
Este acuerdo que contará en 1925 con la adhesión del PNV, la CNT, Estado Catalán y los galleguistas, pretendía según explica el historiador Xoxe Estévez:
“Derribar el régimen monárquico español, declarar la independencia de las tres naciones periféricas e introducir en la legislación y la práctica sociales mejoras substanciales para la clase obrera.”[xv]
Y en este sentido, era un desarrollo de esta apuesta que contendía, in nuce, la Triple Alianza de 1923 al plantear, incluso, un texto constitucional que incluyera el derecho en la autodeterminación, también para Marruecos, y “la reivindicación de la personalidad nacional y al derecho a la apelación heroica en el pueblo””[xvi]. Proceso en el transcurso del cual Macià conseguirá el apoyo de la juventud abertzale progresista que encabeza Eli Gallastegui, «Gudari», puesto que “las bases triplistas se caracterizaban por un independentismo radical, con una apuesta firme en la posible «apelación heroica»”[xvii].
Prats de Molló será esta apelación heroica después de varios intentos fracasados, incluyendo un viaje en la URSS para conseguir recursos y armas. El plan original consistía en cruzar la frontera francesa con una expedición de guerrilleros armados hasta llegar a Olot desde donde se proclamaría la República Catalana y esta proclama sería el pistoletazo de salida de una huelga general revolucionaria que había sido acordada con los líderes de la CNT Ángel Pestaña y Joan Peiró, según explica el biógrafo Enric Jardí[xviii].
El fracaso de este intento insurreccional y el inicio de un proceso judicial en Francia permitiría a Macià presentar sus reivindicaciones políticas a pesar de que esto le valiera la expulsión de Francia.
Siguiendo en este sentido, como era habitual en él, un planteamiento político a la hora de encajar los procesos judiciales a pesar de las sentencias desfavorables. El caso Macià propaga una audiencia europea inédita a su persona y una extraordinaria simpatía popular en Cataluña.
A la vez, Macià aprovecharía esta experiencia para ampliar el perímetro del asedio al Régimen viendo que el asalto frontal había estado tan fácilmente estropeado, tal como explica Estévez:
“A partir de 1928 [Macià] recorrería el sendero de la búsqueda de acuerdos amplios con todas las fuerzas de oposición, incluidas las españolas, que culminarían, una vez caída la Dictadura y durante la Dictablanda, en el Pacto de San Sebastián el 30 de agosto de 1930, acuerdo por todos reconocido como fundamental para la implantación de la II República en abril de 1931.»[xix]
Estos afluentes desembocarían en el famoso Pacto según el cual se constituiría un Comité Revolucionario que preparara la insurrección republicana, pero son apresados y encarcelados por la policía al estropearse la revuelta de los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández.
Mientras tanto, en Cataluña el Comité toma el nombre de Comité Pro-Libertad y publica un manifiesto, «A todos los trabajadores», reclamando el retorno de Macià, de los exiliados y la liberación de los presos por motivos políticos[xx].
En Madrid el 20 de marzo de 1931 empieza la vista judicial al Tribunal Supremo contra los republicanos. La defensa jurídica se hace en términos políticos. Hasta el punto de que un periodista del momento calificó el proceso judicial como “El gran mitin republicano de las Salesas” (lugar de Madrid donde se encontraba el Tribunal Supremo). De hecho, Jardín explica que:
“el público asistente al acto manifestó una completa identificación con la ideología de los acusados, hasta el punto de que todo el mundo se puso de pie en el momento en que entraron a la sala los detenidos, quienes fueron defendidos por unos abogados de gran prestigio a Madrid, los cuales emplearon, en sus alegaciones, argumentos de tipo político.” [xxi]
Poco antes de las elecciones municipales Francesc Macià firma con Rafael Campalans un manifiesto, «Al pueblo de Barcelona», afirmando el carácter de plebiscito político de estas elecciones:
“A consecuencia de la descarada entronización en España del poder personal y absoluto de la Monarquía, (…) se ha entablado una lucha franca y abierta entre este poder personal que vive fuera de la Ley y la voluntad soberana del país, que es la única fuente legítima de todas las leyes. (…) Las grandes votaciones republicanas significarán la condena de la Monarquía y su definitiva ilegalidad”[xxii]
Finalmente, las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 consagrarían la lista abiertamente republicana y antiestablishment encabezada por Macià. En Barcelona, Esquerra Republicana de Cataluña-Unión Socialista de Cataluña obtendría el primer lugar con 25 regidores. Y el día 14 de abril un Lluís Companys “frenético para «hacer algo»”[xxiii] se dirigiría al Ayuntamiento de Barcelona para tomar de las manos del alcalde interino la vara de alcalde y proclamar la República pese a las inútiles protestas legalistas del alcalde interino, que le reprochaba que ni siquiera había sido proclamado oficialmente regidor.
Esta avalancha incontenible que precipitó, sin derrame de sangre, el cambio de régimen fue posible por una muchedumbre de motivos de entre los cuales la acción de Macià constituye tan solo una pequeña parte, pero aun así una parte.
La tarea de hacer de polea de engranajes más grandes fue la obsesión de Macià a lo largo de todos los años veinte. Y fuera con una táctica o con otra; Galeuzca, Prats de Molló, Pacto de San Sebastián, Macià persiguió siempre la misma estrategia de reunir el máximo número de fuerzas contra el régimen. A veces con la coordinación, “vayamos todos juntos bajo un denominador” [xxiv], a veces con el ejemplo inspirador si “hay que llevar a cabo algo nosotros solos”[xxv].
No por una busca del martirio sino por la audacia que le hace latir como un jacobino de la altura de Danton. Y de aquí que cuando en 1929 se presentara clandestinamente en Barcelona desde Bruselas, después de haber cruzado Francia entera en coche, y a pesar del riesgo evidente, que ocurrió, de detención y deportación, razonara de la siguiente manera:
“¿Que puedo fracasar? Ya lo sé, pero lo que hace falta es hacer algo. Fracasado y todo, si el hecho se produce, ya es una victoria. ¿Y quién nos puede asegurar que el hecho no sea la chispa que lo prenda todo? Lo que hace falta es que no fracasemos en el intento.” [xxvi]
Macià y las Repúblicas: ideario de una revolución ibérica[xxvii]
Uno de los rasgos más llamativos de Macià que, le garantizó una admiración transversal entre todas las corrientes políticas, y, una adhesión orgánica en el sujeto que interpelaba reside en su voluntad de representar los sectores populares en la dirección del país.
Cómo comenta el biógrafo Manuel Cruells, Macià “inició la politización de un sector importante de catalanes alérgicos, o indiferentes o, incluso, hostiles a la política.”[xxviii] Por contraposición a talantes más «discursaires», que dice Cruells. Vocación amoldada en un democratismo tan radical que lo llegó a acercar, incluso, a posiciones de orientación feminista, al ser consciente de la evidente carencia de derechos civiles de la mitad de la población:
“como consecuencia lógica (…) queremos liberar la mujer del yugo al cual la han sujetado la ley y la costumbre. (…). La esclavitud de la mujer catalana ha menguado eficacia a toda acción elevada (…). Hay que hacer de esta menor de edad hasta hoy, un ser libre, compañero de civilización y solo lo conseguiremos abatiendo la ley y las costumbres vejatorias. No es posible hablar de dignidad ni de libertad oprimiendo por nuestro lado y de una manera oprobiosa más de la mitad de la población catalana.” [xxix]
Y en este aspecto, simplemente aplicaba sus dos ideas fundamentales: la emancipación nacional bajo el protagonismo de las clases humildes. Esta sencilla inteligencia elevaba las pasiones que, tal como explica su amigo y compañero de penurias, Amadeu Hurtado, en sus memorias; “asociaba siempre las aspiraciones de los catalanistas intransigentes con las intervenciones directas del obrerismo catalán.”[xxx]
Lógicamente en este planteamiento conectaba instantáneamente con la tradición federalista y republicana a la hora de defender el tipo de instituciones que se tenían que amoldar a las necesidades de las clases populares. La raíz municipalista, la afirmación nacional y el rechazo a los despotismos de Estado, personificados en el centralismo, entroncarían con el bloque histórico preconizado por Pi y Margall. Cruells así lo sintetiza:
“[Macià] Tiene una mezcla de ideario de Revolución francesa y de federalismo de Pi y Margall, o sea una mezcla de ideología del principio del siglo XIX con algunos toques de la Común de París”[xxxi]
Pero Macià no es «ni calco, ni copia sino creación heroica» y así su federalismo independentista se concreta en la apuesta por una República Catalana autónoma, desde el tiempo en que era diputado solidario en el Congreso.
Esta estructuración de España en una libre federación de Repúblicas es la estrategia que persigue para transformar democráticamente España emancipando al conjunto del pueblo de Cataluña de toda minoría de edad. A la vez, el federalismo independentista de Macià en el orden institucional tiene un reverso en la forma de un independentismo federal en el orden social. La búsqueda de todo tipo de alianzas con los diferentes pueblos de España es la dimensión frentepopulista que explica esta otra cara:
“Francesc Macià, en esto de las ideologías políticas no hilaba muy fino, y no hacía mucho caso mientras respondieran a una idea central de antimonarquía o anticentralismo.” [xxxii]
Este talante obedecía a la revolución pendiente que la Primera República había fracasado en cumplir porque entre otras cosas para Macià “todas las cuestiones políticas que planteó el siglo XIX no tienen todavía una solución satisfactoria” [xxxiii]. Y por este motivo creyó siempre conveniente confederar la agresividad revolucionaria “a las fuerzas izquierdistas y obreras y de todos los otros pueblos oprimidos por el Estado Monárquico español”[xxxiv].
La convicción íntima de l’Avi de que “la fuerza de un pueblo reside en él mismo” [xxxv] se conjuga con la fraternidad confederal que busca en el resurgimiento de Cataluña la liberación de España. No en vano, la proclamación de la República Catalana hecha el 14 de abril acababa así:
“Al proclamar nuestra República, hacemos llegar nuestra voz a todos los pueblos de España y del mundo, pidiéndoles que espiritualmente estén a nuestro lado y frente a la monarquía borbónica que hemos abatido (…). Por Cataluña, por los otros pueblos hermanos de España, por la fraternidad de todos los hombres y de todos los pueblos, Catalanes, sabed haceros dignos de Cataluña.” [xxxvi]
Notas
[i] MACIÀ i LLUSSÀ, Francesc. El President Macià en els seus textos (1931- 1933). Lluís Duran, editor. Barcelona: Generalitat de Catalunya. Departament de la Presidència, 2005, pp. 88.
[ii] MAURÍN, Joaquín. Revolución y contrarrevolución en España. Ruedo Ibérico, París, 1966, pp. 114.
[iii] JARDÍ, Enric. Francesc Macià. Edicions 62, Barcelona, 1991, pp. 9.
[iv] Citat en JARDÍ, op. cit., pp. 15.
[v] JARDÍ, op. cit., pp. 20.
[vi] Citat en JARDÍ, op. cit., pp. 30.
[vii] BALCELLS, Albert. Cataluña Contemporánea II (1900-1936). Siglo XXI, Madrid, 1974, pp. 88.
[viii] Citat en JARDÍ, op. cit., pp. 34.
[ix] CRUELLS, Manuel. Francesc Macià. Editorial Bruguera, Barcelona, 1971, pp. 48.
[x] Citat en JARDÍ, op. cit., pp. 37.
[xi] Citat en JARDÍ, op. cit., pp. 40.
[xii] Citat en JARDÍ, op. cit., pp. 41-42.
[xiii] Citat en JARDÍ, op. cit., pp. 44.
[xiv] Ibídem.
[xv] ESTÉVEZ, Xoxe. «El Galeuzca histórico: la búsqueda trinacional de la soberanía», Hermes: pentsamendu eta historia aldizkaria, n. 29, 2009, pp. 72-83.
[xvi] LORENZO ESPINOZA, Jose Maria. Gudari una pasión útil. Vida y obra de Eli Gallastegi (1892-1974), Txalaparta, Nafarroa, 1992, pp. 118.
[xvii] LORENZO ESPINOZA, op. cit., pp. 120.
[xviii] JARDÍ, op. cit., pp. 55-56.
[xix] ESTEVEZ op. cit., pp. 74.
[xx] ALCARAZ, Ricard. La Unió Socialista de Catalunya. Edicions de la Magrana, Barcelona, 1987, pp. 74.
[xxi] JARDÍ, op. cit., pp. 63.
[xxii] ALCARAZ, op. cit., pp. 78-79.
[xxiii] JARDÍ, op. cit., pp. 66.
[xxiv] Macià citat en CRUELLS, op. cit., pp. 79.
[xxv] Macià citat en CRUELLS, op. cit., pp. 80.
[xxvi] Macià citat en CRUELLS, op. cit., pp. 110.
[xxvii] Con este tono poético expresaba Macià su deseo persistente de un confederación ibérica de repúblicas: “Voldria que, (…), sentíssim aviat bategar, amb llur ritme peculiar els cors dels pobles sota la carn jove d’una Ibèria nova.” En MACIÀ i LLUSSÀ, op. cit., pp. 39.
[xxviii] En CRUELLS, op. cit., pp. 41.
[xxix] MACIÀ I LLUSSÀ, op. cit., pp. 22-23.
[xxx] HURTADO, Amadeu. Quaranta anys d’advocat. Història del meu temps, 1931-1936. Edicions Ariel, Barcelona, 1967, pp.39.
[xxxi] CRUELLS, op. cit., pp. 50.
[xxxii] CRUELLS, op. cit., pp.56.
[xxxiii] MACIÀ i LLUSSÀ, op. cit., pp.20.
[xxxiv] MACIÀ i LLUSSÀ, op. cit., pp. 19.
[xxxv] MACIÀ i LLUSSÀ, op. cit., pp. 78.
[xxxvi] MACIÀ i LLUSSÀ, op. cit., pp. 28.