Aquí antes producíamos cosas: soberanía industrial en tiempos inciertos

Por Juanan Geraldes

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Decía Maquiavelo que el pueblo, la gente humilde, reclama sobretodo una cosa: seguridad. Hace una semana mientras me acercaba a Montcada para acompañar a los trabajadores de TE Connectivity me vino a la cabeza esta idea, qué mayor seguridad que la perspectiva de un trabajo estable, bien remunerado y que permita tener un horizonte vital.

Llegué al polígono en el que lo primero que vi fue un McDonald’s, un lavadero autoservicio y una gasolinera low cost automatizada; al otro lado, un inmenso solar con marcas de haber sido anteriormente un espacio de naves industriales. Al llegar a la planta y hablar con los trabajadores lo primero que comentan es que la filial española es totalmente viable y no solo eso, era la planta más productiva de las que tenía la compañía en Europa, con premios que reconocían tanto sus medidas de seguridad, higiene, eficiencia y  sostenibilidad. 

Nos acercamos al centro de la concentración y hablamos con una de las personas con las que había quedado el día anterior. El primero es David Guijo, trabajador de la empresa desde hace lustros, nos explica que el cierre de empresas como en la que él trabaja es un golpe no sólo para los 250 trabajadores afectados y sus familias, es un golpe para la clase trabajadora. Un colectivo de trabajadores que cobraban por encima de convenio, con estabilidad en el trabajo, con sus cotizaciones vía IRPF y la pertinente aportación a la bolsa de la seguridad social, también por  su capacidad de consumo. Pero además tanto Guijo como otros trabajadores nos hablan de la importancia de los ciclos de formación duales que desarrollaba la empresa junto con un instituto público del municipio, formando y posteriormente dando trabajo estable a jóvenes que se ahorrarían el mal trago de la precariedad laboral casi obligatoria para la mayoría de jóvenes. 

Antes de hablar con Pedro Prieto, el presidente del comité de empresa, aparece un trabajador con una camiseta de apoyo a la lucha de los trabajadores y trabajadoras de Nissan. Y es que en esa misma calle, a unas decenas de metros, se encuentra una de las plantas de Nissan Motor Ibérica que cerrarán en un año. La conversación entonces se torna hacia algo que empieza a marcar un patrón, y es que uno de los trabajadores señala en dirección opuesta para explicarnos que justo al otro lado se encontraba General Cable Electric, empresa estadounidense como TE Connectivity, y que despidió a 153 trabajadores de la fábrica de Montcada a lo que se debía sumar los 334 de la planta de Manlleu hacía unos meses.

Después de unas declaraciones para la TV y de hablar con Javier Pacheco, secretario general de CCOO, Prieto se acerca a saludarnos. Un trabajador y sindicalista curtido con discurso claro. Pedro se suma a la conversación, nos recuerda lo injustificado del cierre a nivel de costes y beneficios, y se suma al repaso de las empresas vecinas. Todas las visiones nos recuerdan a aquella frase de la segunda temporada de The Wire: “aquí antes producíamos cosas”. Las fábricas van dando paso a los almacenes logísticos, donde antes había fábricas ahora hay letreros de centrales logísticas de supermercados, una realidad que genera menos empleo y más precario, la bola se hace más grande. 

Las expectativas de cambio de inercia son pocas, en la conversación se dice que los trabajadores de Nissan habían recibido la noticia de que LG, el gigante coreano, había renunciado a establecerse en Cataluña utilizando las instalaciones de Nissan. Al parecer habían pedido una suma desorbitada al Estado a fondo perdido y no quisieron firmar un contrato de permanencia de la actividad por 25 años. La solución la encontraron en el gobierno francés que subió la puja, gracias a los fondos europeos, – bautizados en la sección de Negocios de El País del día 15 de noviembre como “el maná europeo” -,haciendo una oferta que la empresa aceptó para producir sus baterías en el país vecino. Lo que establece un juego de competencia que poco tiene que ver con la idea europea que nos siguen vendiendo. El caso concreto de las baterías de LG es de gran importancia estratégica, y es que las baterías asiáticas son punteras en eficiencia a las puertas de una transformación electrificada de la movilidad.  

La lluvia de millones que se nos viene anunciando a través de los planes europeos parece que se empieza a perfilar como una versión desmesurada de la ya desgastada teoría del goteo iliberal, a la que se suman los Estados, y es que como todo el mundo sabe, los capitales no tienen patria pero sí estados que los defienden. Algo similar ocurre con TE Connectivity, cuya matriz europea tiene sede en Alemania. Según los propios trabajadores, al tiempo que se cierra la fábrica catalana, se ha abierto la contratación en Alemania, una planta ya al 100% de capacidad que deberá subcontratar talleres externos para hacer frente a los pedidos. La conclusión de todo esto es clara, frente a la incertidumbre las empresas repliegan la actividad hacia los países en los que tienen su sede. Lo tienen fácil, los gobiernos entre el tacticismo y los proyectos de larga duración e incierto rédito optan por los primeros. Sólo así se puede entender la ausencia de una política industrial que vaya más allá de los parches de urgencia.  Ni estado emprendedor que cree industria estratégica ni industrialización verde. Guerra económica de baja intensidad donde los gobiernos patrios (cada cual que escoja el que desee, el resultado es el mismo) aceptan de buen grado la subalternidad.

Volviendo a Maquiavelo, lecturas como la de Louis Althusser, remarcan que él siempre buscó la manera de llenar el gran vacío político de su época: la ausencia de una República unida que impidiera a las potencias extranjeras jugar con el destino del pueblo. Sin duda, estamos lejos de esta tesis, sin ir más lejos, en un artículo reciente sobre la reincorporación del Mayor Trapero a la dirección de los Mossos d’Esquadra, se decía que Trapero animaba a los comisarios a prepararse para los tiempos inciertos que se acercan y los efectos que se empiezan a notar en la calle, seguridad por la vía policial, la única que parece importar. Frente a esa idea incompleta de la seguridad, quizás sea el momento de retomar los proyectos y discursos que emergieron en la pasada crisis y que apuntan hacia la unidad de los pueblos del sur para ganar en soberanía y seguridad para la gente. Trabajo, salud, vivienda, esa es la seguridad que necesitamos. Mientras pienso en todo ello, me paro en la gasolinera low cost en la que por megafonía se jacta de ser 100% automatizada. La distopía ya está aquí.

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